Archivado en: Cuaderno de lecturas, Jacques Martin, Alix, La caída de Ícaro
Ese retorno a la niñez que conlleva la entrada en la senectud, en lo que a mí respecta, se manifiesta en el afán -por otro lado, nunca perdido- de bande dessinée. Bien es cierto que, desde hace sesenta años, nunca ha dejado de interesarme el cómic belga. Pero, desde que soy un sesentón, busco los álbumes de Jacques Martin y sus discípulos con una avidez mucho mayor que cuando sólo contaba cuarenta inviernos. Perfectamente puedo dedicar un día entero a comprar uno que ofertan en una librería en la otra punta de Madrid.
Maravillado con los acólitos del gran Jacques -vaya evocando el título de la célebre canción de Brel-, he resuelto el problema que tenía con los continuadores de su obra comprendiendo que son auténticos discípulos como Martin lo fue de Hergé, y disfruto con el trabajo de todos ellos. La caída de Ícaro (2001), aún cuenta con un guión de Martin, siendo el dibujo de Rafaël Morales, cuyo trabajo ya me era conocido, por ejemplo, por ¡Oh, Alejandría! (1996).
Publicado el 23 de septiembre de 2022 a las 04:15.