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Blog de Javier Memba

El insolidario

Cinco décadas con Sundance y Butch

Archivado en: Inéditos cine, Dos hombres y un destino

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            Sigue haciendo de todo tanto tiempo que este año se cumple el medio siglo del estreno de Dos hombres y un destino, la película más celebrada de George Roy Hill. En efecto, el veintitrés de septiembre de 1969 tuvo lugar la premier mundial en una sala de New Haven (Connecticut).

 

            A España llegó algunos meses después. Siendo una de las cintas de aquellas navidades, en Barcelona se estrenó el veintitrés de diciembre; el veintinueve, en Madrid. Yo la vi por primera vez la tarde de un sábado, en un programa doble del cine España, el cine de mi barrio, a comienzos del invierno del 73. Todavía no era cinéfilo, tan sólo un mero espectador. Muy aplicado, eso sí. Pero la obsesión fílmica aún no había hecho mella en mí.

 

            Quiere esto decir que aún tenía cierto reparo en ver las películas más de una vez. Sin embargo, aquella primera proyección de Dos hombres y un destino me caló tan hondo que fue la primera cinta que deseé hacerlo. La indolencia con la que Butch Cassidy (Paul Newman) y Sundance Kid (Robert Redford) admiten que su tiempo ha pasado, que La Force nunca les dejará de perseguir, que su destino es la Parca; la belleza de Etta Place (Katherine Ross) al pasear en el manillar de la bicicleta de Butch; la gallardía con la que los dos forajidos muerden el polvo tan lejos de Wyoming, acribillados a balazos por el ejército boliviano... Todo era sublime en aquel filme. Ahora bien, si quise volver a verlo fue para extasiarme con su visionado, que no para ese estudio de su realización que constituye el primer afán cinéfilo. Al cabo, cuando me decidí a dar cuenta de Dos hombres y un destino por segunda vez, el España ya había cambiado la programación.

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Publicado el 20 de noviembre de 2019 a las 06:45.

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El fantastique británico ajeno a la Hammer (I. La Amicus)

Archivado en: Inéditos cine, el fantastique británico

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            Hay un dato asaz revelador respecto a lo que el uno de noviembre significa para mí: leí mi primer cuento de miedo en 1976 y éste no era otro que El monte de las ánimas (1861), la célebre leyenda de Bécquer ambientada en la noche de los difuntos. Es decir, la que se va entre el uno y el dos de noviembre, que no la anterior, la del 31 de octubre, conocida, merced a la estulticia de nuestro tiempo, como la noche de Halloween.

            Naturalmente, a medida que fui avanzando en mi experiencia como lector, las rimas del sevillano se me antojaron una cursilada de marca mayor: qué decir del regreso de las golondrinas cuando se descubre Una carroña, el poema veintinueve de la edición de 1861 de Las flores del mal de Baudelaire. Hasta que supe de la alta estima en que tenía a Bécquer otro poeta sevillano, mi dilecto Luis Cernuda, no volví a conceder a su lírica ese respeto que se merece y, a menudo se le niega, más que por su simpleza por su popularidad. Lo simple puede ser genial; lo popular, abominable.

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Publicado el 12 de noviembre de 2019 a las 19:00.

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Que la tierra sea leve a Marie Lafôret

Archivado en: Inéditos cine, Que la tierra le sea leve, Marie Lafôret

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            No exagero al afirmar que, si ya de niño supe que de mayor me iban a gustar las flacas tristes, fue por Marie Lafôret. Aún no tenía edad para ser consciente de que unos años después me iba a quedar maravillado con las chicas así, cuando la vi por primera vez en una cinta de Don Taylor: Jack de diamantes (1967). Si es que entonces lo llegué a saber, no fui capaz de aprenderme su nombre. Por el contrario, su imagen quedó grabada de un modo indeleble en mi memoria. La de Taylor era la historia de un ladrón de guante blanco que nunca he vuelto a ver. Sin embargo, recuerdo que, en base a su argumento, la sublime aflicción de Marie devenía en la ironía del cinismo. La que se estilaba entonces era la pantalla de las primeras aventuras cínicas: Bonnie & Clyde (Arthur Penn, 1967), Dos hombres y un destino (George Roy Hill, 1969) ... Empero la belleza de Marie, aunque no triste en aquella ocasión, más bien etérea y elegante como imagino la de las damiselas que protagonizan la novela decimonónica rusa, me cautivó incluso antes -ya digo- de que, ya metido en los juegos galantes, las chicas flacas y tristes fuesen mi gran ilusión.

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Publicado el 4 de noviembre de 2019 a las 11:45.

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La cartelera perdida (y IV)

Archivado en: Inéditos cine, La cartelera perdida

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(viene del asiento del 6 de agosto de 2019)

 

            Creo que mi cinefilia alcanzó la plenitud cuando empecé a ver -y atesorar- películas malas siendo consciente de que lo eran. Menuda paradoja. Sí señor, pasados los primeros estadios de mi pasión fílmica -el de las lecturas tempranas con los datos básicos, el del culto a los clásicos, el del descubrimiento del lirismo de John Ford, el de la fascinación ante la utilización de los recursos y procedimientos del lenguaje fílmico por parte del cineasta-, volviendo ahora sobre mi educación como soñador del cine, creo que mi formación quedó concluida cuando comencé a grabar el fantaterror español como si fueran las maravillas de la Hammer.

 

            No me refiero, por supuesto, a los títulos incuestionables de Narciso Ibáñez Serrador -La residencia (1969), ¿Quién puede matar a un niño? (1976)- o Jordi Grau -Ceremonia sangrienta (1973), No profanéis el sueño de los muertos (1974)-, cintas que forman parte de lo mejor del repertorio universal del cine de miedo. Hablo del fantaterror patrio que no es precisamente bueno. No fui un auténtico cinéfilo hasta que no disfruté con la tetralogía de los templarios zombis de Amando de Ossorio -La noche del terror ciego (1972), El ataque de los muertos sin ojos (1973), El buque maldito (1974), La noche de las gaviotas (1975)-, el licántropo Waldemar Danisky del gran Paul Naschy -La marca del hombre lobo (Enrique López Eguiluz, 1968), La noche de Walpurgis (León Klimovsky, 1971), El retorno de Walpurgis (Carlos Aured, 1973)- y la serie del doctor Orloff del inefable Jesús Franco: Gritos en la noche (1961), El secreto del doctor Orloff (1964), Los siniestros ojos del doctor Orloff (1974)…

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Publicado el 27 de agosto de 2019 a las 11:15.

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Un apunte sobre "Easy Rider"

Archivado en: Inéditos cine, Easy Rider

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            Sostiene Bertrand Russell que muchos hombres eminentes fueron más importantes por su mito que por lo que fueron en realidad. Si esta teoría también puede aplicarse a las películas, Easy Rider (Dennis Hopper, 1969) es uno de sus ejemplos incontestables. El reciente óbito de Peter Fonda, su productor y coprotagonista junto al propio Hopper, no ha de nublar el juicio sobre esta cinta medio siglo después de su estreno: Easy Rider -inútil referirse a ella como Buscando mi destino, su absurdo título español- es un mito por su banda sonora -The Band, The Byrds, The Jimi Hendrix Experience, Steppenwolf- y por su apología de la sedición juvenil de la época. Pero cinematográficamente deja mucho que desear.

 

            Puestos a hablar de filmes de hippies, la obra maestra es Zabriskie Point (1970), del gran Michelangelo Antonioni. Ambientada en los disturbios del campus de Berkeley, Mark (Mark Frechette), su protagonista, era un joven que, tras matar a un policía en una refriega, emprende la huida. En su evasión se encuentra con la bella Daría (Daria Halprin) y juntos llegan al este del Valle de la muerte, a esa parte de la sierra Amargosa conocida como Zabriskie Point. Allí, entre las dunas sedimentadas caprichosamente durante milenios, la pareja tendrá esa experiencia lisérgica correspondiente a cualquier cinta de hippies que se precie. Como la del Mardi Gras de Nueva Orleans de Easy Rider. Pero plásticamente, mucho más bonita. Las fantásticas formas que adopta el desierto en Zabriskie Point son mucho más sugerentes que los burdeles de Nueva Orleans, por donde alucinan Wyatt (Fonda) y Billy (Hopper), a los que nos ha llevado el cine con tanta frecuencia.

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Publicado el 17 de agosto de 2019 a las 18:00.

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La cartelera perdida (III)

Archivado en: Inéditos cine, La cartelera perdida

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            (viene del asiento del 23 de julio)

            Que en marzo de 1985 las proyecciones de la Filmoteca encontrasen su nuevo acomodo en la sala Torre de Madrid fue una alegría. No carente, eso sí, de un poso de pena. Alegría porque, junto a los Alphaville de Martín de los Heros, la Filmoteca ya era mi sala favorita. Y no sólo volvía a funcionar, sino que lo hacía además relativamente cerca de mi casa. Campamento, mi barrio, no queda lejos de la Plaza de España, donde estaba el Torre. Entonces, además, tenía metro directo. Así las cosas, de haber prisa y suerte con el suburbano, sin olvidar que de joven era capaz de correr, aunque bebía y fumaba, en un momento dado podía ponerme en media hora o poco más frente a la pantalla.

 

            El poso de tristeza de aquella alegría vino dado por esa nostalgia de ir al cine a la antigua usanza, como se hacía en mi infancia y adolescencia, cuyo crepúsculo acababa de empezar inexorable. Nunca he querido caer en la sensiblería, en ese sentimiento fácil de Giuseppe Tornatore, que deja ciego a Alfredo (Philippe Noiret), el proyeccionista de su Cinema Paradiso (1988), en uno de esos incendios que con tanta frecuencia se declaraban en las cabinas de proyección anteriores al filme de seguridad. Pero en esencia, la nostalgia de mi cartelera perdida es algo muy parecido.

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Publicado el 6 de agosto de 2019 a las 09:00.

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Adiós a un poeta y soldado

Archivado en: Inéditos cine, Que la tierra le sea leve, Rutger Hauer

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            Rutger Hauer no volverá a ver naves de combate ardiendo más allá de Orión. El intérprete de Roy Batty, el poeta soldado de Blade Runner (Ridley Scott, 1982) -que es como decir el Garcilaso de la ciencia ficción-, lo fue antes de Erik, el escultor que protagonizaba la escatológica pero sobresaliente Delicias Turcas (1973), una historia de amor de Paul Verhoeven. Con ella, el cineasta y el actor, ambos holandeses, se dieron a conocer en la cartelera internacional. Hauer también fue otro Erik para Verhoeven, el aludido en el título de Erik, oficial de la reina (1977).

 

            Ya instalado en Hollywood, Sam Peckinpah le confió el John Tanner de Clave Omega (1983), su testamento cinematográfico. Pero fue de nuevo en Europa donde Hauer interpretaría su otro gran papel, el Andrés Kartak de La leyenda del santo bebedor (1988), del gran Ermanno Olmi. "Dios nos guarde a todos los borrachos una muerte tan dulce y tan hermosa", digámoslo evocando el final de aquella gran película, que hoy se impone para despedir al propio Rutger Hauer. Inolvidable intérprete de poetas soldados y de borrachos tan líricos como Batty el replicante, su recuerdo no habrá de disolverse como las lágrimas en la lluvia entre los amantes de la ciencia ficción.

Publicado el 24 de julio de 2019 a las 23:00.

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La cartelera perdida (II)

Archivado en: Inéditos cine, La cartelera perdida

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(viene del asiento anterior)

            Tomé conciencia del problema que suponía que la Filmoteca careciese de su propia sala de proyecciones a finales de 1981, cuando, ya instalada provisionalmente en la Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes, los responsables de la entidad decidieron quitar la alfombra de las escaleras, que dan acceso al espacio donde encontraron su nuevo acomodo las sesiones de la Filmo. Tratándose de otra más de las muchas filigranas que embellecen el Círculo, retiraron la alfombra para evitar que los cinéfilos y los meros espectadores -que, por supuesto, tampoco faltan en las sesiones de la Filmo- la estropeasen mientras hacían cola para entrar a la proyección.

 

            A diferencia del Príncipe Pío, que era un cine de reestreno antes de acoger a la Filmoteca y a tal fin obedecía su arquitectura interior, la sala Fernando de Rojas bien podía considerarse como uno de aquellos palacios de la exhibición, que se llamaba a las suntuosas salas de estreno que conoció el cine desde las postrimerías de la imagen silente hasta la popularización del video. Unos espacios que en este nefasto siglo XXI se han convertido en una de las grandes nostalgias de mi vida. Cortinones cubriendo la pantalla -que siempre era en scope-, confortables butacas forradas de terciopelo, alfombras en los pasillos y dorados por doquier. Toda una serie de lujos inherentes a los establecimientos de la Gran Vía y la calle de Fuencarral de la cartelera que me había visto crecer.

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Publicado el 23 de julio de 2019 a las 07:45.

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La cartelera perdida (I)

Archivado en: Inéditos cine, La cartelera perdida

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            Yo también quiero unirme a las celebraciones del treinta aniversario del cine Doré como sala de proyecciones de la Filmoteca Española. No estuve en su sesión inaugural, el primero de marzo del 89. Pero en la primavera de aquel año asistí por primera vez a uno de sus pases. Gentelman Jim (1942), de Raoul Walsh, fue el título en cuestión. Pese a las tres décadas que nos contemplan, aún recuerdo con nitidez, tal si hubiera sido ayer, aquella primera visita. Para quienes ya éramos asiduos a la Filmoteca, que la institución tuviese una sala de proyecciones propia era la materialización de un viejo anhelo. Como se dijo en su momento, en buena medida obedeció al empeño de Luis G. Berlanga, presidente de la institución entre 1979 y 1982.

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Publicado el 17 de julio de 2019 a las 10:30.

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El otro Arturo Fernández

Archivado en: Inéditos cine, Que la tierra le sea leve, Arturo Fernández

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            Que la dilatadísima carrera de Arturo Fernández, en los últimos años, se concretase a las comedias teatrales, no ha de hacer olvidar que sus primeros protagonistas se los brindó Julio Coll en Distrito quinto (1958) y Un vaso de whisky (1959), dos títulos canónicos del spanish noir barcelonés. Para Juan Bosch, Fernández encabezó los repartos de A sangre fría (1959) y Regresa un desconocido (1961). En fin, para Julio Buchs incorporó al Mario de El salario del crimen (1965). Porque, ya entonces, este interprete asturiano, respondía al arquetipo del dandi, taimado pero apuesto, un señorito del hampa que camelaba a las "chatinas".

 

            Y fue que andando los años 60, los comienzos cinematográficos de Arturo Fernández se fueron olvidando. Sin embargo, están tan ligados al cine policiaco barcelonés de los años 50 que su imagen de entonces sería la mejor ilustración para un cartel que anunciase un ciclo dedicado a tan querida pantalla. De alguna manera, José Luis Garci fue a recordar esos albores de la filmografía del actor al confiarle el don Gregorio de El crack II. Incluso el Gonzalo Miralles de Trúhanes (Miguel Hermoso, 1983) puede entenderse como una parodia del arquetipo que el azote de las "chatinas" representó en el policiaco barcelonés. Así camelando a las chicas y a los pardillos, con las mañas del hampa dorada, le recuerda tras la noticia de su fallecimiento el aficionado al noir español.

 

 

Publicado el 4 de julio de 2019 a las 15:00.

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Javier Memba

Javier Memba

            Periodista con más de cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978-, Javier Memba (Madrid, 1959) fue colaborador habitual del diario EL MUNDO entre junio de 1990 y febrero de 2020. Actualmente lo es en Zenda Libros. Estudioso del cine antiguo, en todos los medios donde ha publicado sus cientos de piezas ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción-, La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008).

 

            Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014) fue un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada. Por su parte, David Lynch, el onirismo de la modernidad (2017), fue un estudio de la filmografía de este cineasta. El cine negro español (2020) es su última publicación hasta la fecha.  

 


 

          

 

Miniatura no disponible

 

Javier Memba en 2009

 

Javier Memba en 1988

 

Javier Memba en 1987

 

1996

 

 

Javier Memba en la librería Shakespeare & Co. de París

 

 

 

 

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Enlaces

-La linterna mágica

-Unas palabras sobre Vida en sombras

-Unas palabras sobre La torre de los siete jorobados

-50 años de la Nouvelle Vague en Días de cine

-David Lynch, el onirismo de la modernidad en Radio 3

-Unas palabras sobre Casablanca en Telemadrid

-Unas palabras sobre Tintín en Cuatro TV

 

 

ALGUNOS ARTÍCULOS:

Malditos, heterodoxos y alucinados de la gran pantalla

Nuevos momentos estelares de la humanidad

Chicas yeyés

Chicas de ayer

Prólogo al nº 4 de la revista "Flamme" de la Universidad de Limoges

Destinos literarios

Sobre La naranja mecánica

Mi tributo al gran Chris Marker

El otro Borau

Bohemia del 89

Unos apuntes sobre las distopías

Elogio de Richard Matheson

En memoria de Bernadette Lafont

Homenaje al gran Jean-Pierre Melville

Los amores de Édith

Unos apuntes sobre La reina Margot

Tributo a Yasujiro Ozu con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento

Muere Henry Miller

Unos apuntes sobre dos cintas actuales

Las legendarias chicas de los Stones

Unos apuntes sobre el "peplum"

El cine soviético del deshielo

El operador que nos devolvió el blanco y negro

Más real que Homeland

El cine de la Gran Guerra

Del porno a la pantalla comercial

Formentera cinema

Edward Hopper en estado puro

El cine de terror de los años 70

Mi tributo a Lauren Bacall

Mi tributo a Jean Renoir

Una entrevista a Lee Child

Una entrevista a William McLivanney 

Novelistas japonesas

Treinta años de Malevaje

Las grandes rediciones del cómic franco-belga

El estigma de La campana del infierno

Una reedición de Dalton Trumbo

75 años de un canto a la esperanza

Un siglo de El nacimiento de una nación

60 años de Semilla de maldad

Sobre las adaptaciones de Vicente Aranda

Regreso al futuro, treinta años después 

La otra cabeza de Murnau

Un tributo a las actrices de mi adolescencia

Cineastas españoles en Francia

El primer surrealista

La traba como materia literaria

La ilustración infantil de los años 70

Una exposición sobre la UFA

La musa de John Ford

Los icebergs de Jorge Fin

Un recorrido por los cineastas/novelistas -y viceversa-

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Mi tributo a Jacques Rivette

Una película a la altura de la novela en que se basa

Mi tributo a James Cagney en el trigésimo aniversario de su fallecimiento

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Entrevista a Benjamin Black

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Que Dios bendiga a John Ford

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De la Escuela de Barcelona al fantaterror patrio

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Corto Maltés vuelve a los quioscos

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Continúa el misterio de Leonardo

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Viajes a la Luna en la ficción

Los pecados de Los cinco

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Getafe Negro 2019

Un actriz entrañable

Ochenta años de "El sueño eterno"

Sam Spade cumple 90 años

Un western en la España vaciada

Romy Schneider: el triste destino de Sissi

La nínfula maldita

Jean Vigo: el Rimbaud del cine francés

El último vuelo de Lois Lane

Claudio Guerin Hill

Dennis Hopper: El alucinado del Hollywood finisecular

Jean Seberg: la difamada por el FBI

Wener Herzog y la cólera de Dios

Gordad, el gran maese de la heterodoxia cinematográfica

Frances Farmer, la esquizofrénica que halló un inquietante sosiego

El hombre al que gustaba odiar

El gran amor de John Wayne

Iván Zulueta, arrebatado por una imagen efímera

Agnès Varda, entre el feminismo y la memoria

La reina olvidada del noir de los 40

Judy Garland al final del camino de adoquines amarillos

Jonas Mekas, el catalizador del cine independiente estadounidense

El gran Edgar G. Ulmer

La última flapper; la primera it girl

El estigmatizado por Stalin

La controvertida Egeria del Führer

El gran Tod Browning

Una chica de ayer

El niño que perdió su tren eléctrico

La primera chica de Éric Rohmer

El último cadáver bonito

La exnovia de James Dean que no quiso cumplir 40 años

Don Luis Buñuel, "ateo gracias a Dios"

La estrella cuyo fulgor se extinguió en sus depresiones

El gran cara de palo

Sylvia Kristel más allá de Emmanuelle

Roscoe Arbuckle, cuando se acabaron las risas

Laura Antonelli, la reina del softcore que perdió la razón

Nicholas Ray, que nunca volvió a casa

El vuelo más bajo de la princesa Leia Organa

Eloy de la Iglesia y el cine quinqui

Entiérralo con sus botas, su cartuchera y su revólver

La chica sin suerte

Bela Lugosi y la sombría majestuosidad de Drácula

La estrella de triste suerte

La desmesura de Jacques Rivette

Françoise Dorléac

Klaus el loco

Una hippie de los 70

Jean Esustache, entre la Nouvelle Vague y el ascetismo

Nadiuska, un juguete roto

Thea von Harbou

Jesús Franco

David Cronenberg

Sharon Tate, como en un cuento de Sheridan Le Fanu

Un guionista sediento

La reina del fantaterror patrio

Dalton Trumbo y los diez de Hollywood

La primera chica que arrojó una tarta 

El desdichado Hércules contemporáneo

En la tradición familiar

El músico del realismo poético

Otro tributo a la gran Patty Shepard

Elmer Modlin y su extraña familia

Las coproducciones internacionales rodadas en España

Marilyn Monrore y su desesperado último gesto

Un amor más poderosos que la vida

El actor atrapado en sus personajes

Entre el fantasma de su madre y el final del musical

Barbet Schroeder

Amparo Muñoz

Samuel Bronston más alla de Las Rozas

Chantal Akerman

Françoise Hardy 

Un antiguo dogmático

Jane Birkin

Anna Karina, su turbulento amor y el Madison

Sandie Shaw, ya con calzado

El gran Serge Gainsbourg

Entre la niña prodigio y la mujer concienciada

La intérprete de Shakespeare que inspiró a The Rolling Stones

La maleta del capitán Wajda

Val Lewton y su dramatización de la psicología del miedo

La alimaña de Whitechapel

Cristina Galbó

La caravana Donner

Eddie Constantine

Un nuevo curso del tiempo

Rosenda Monteros

Una criatura de la noche

Una carta a Nicolás I

Edison y el 35 mm

Barbara Steele

El felón Esquieu de Floyran acaba con los templarios

Entre Lovecraft y Hitchcock

Tchang Tchong Yen recuerda a Hergé

La musa del ciberpunk

Néstor Majnó

Una leyenda del Madrid finisecular

El rey de la serie B

La primera cosmonauta soviética

Cuando la injuria sucede a la fatalidad

Bajo Ulloa y sus cuentos crueles

La cicerone de los Stones en el infierno 

Nace Toulouse-Lautrec

El París del Charlestón se rinde a Josephine Baker

Nastassja Kinski, la dulce hija del ogro

Un tributo a Sam Peckinpah

La leyenda del London Calling

Fiódor Dostoievski frente al pelotón de fusilamiento

Mi alucinada favorita

El hombre de las mil caras

El 7º de Caballería pierde la gloria

Un recuerdo de Silke

El genocidio camboyano

Peter Bogdanovich

Guy Debord y la sociedad del espectáculo

Un héroe de Iwo Jima 

Lupe Vélez tras el último tequila sunrise

El general Lee

Roman Polanski

Un hampón italoamericano

Jane Fonda en su juventud

Kraken en la Cuesta de Moyano

Josef von Sternberg

The Beatles en The Carvern y en el show de Ed Sullivan

Que la tierra le sea leve a Douglas Trumbull

El último superviviente del hampa de Chicago

Inma de Santis

El Álamo

Una musa insumisa

El malvado Zaroff y un elogio a las revistas pulp

Miles Davis

Un polaco y el amour fou

La Legión extranjera como género literario

Conchita Montenegro

Peter Lorre y su cara de villano

El juez de la horca

Syd Barrett

Kathleen Turner

Una caricatura de la hombría

Eric Clapton

Helga Liné

Butch Cassidy

Carlos Arévalo, un cineasta español

Nace el último bohemio

Pascual García Arano

María Perschy

El Combray de Ingmar Bergman

Carlos Castaneda

Una canción de Neil Young

Un suicida dandi

Hedy Lamarr

Philip K. Dick y sus realidades bastardas

La última mujer fatal

Andréi Tarkovski, otro maldito por la censura soviética

Nace la música de la New Age

"Wie einst" Lili Marleen

Una lectura de Byron en Villa Diodati

Un apostol de la sedición juvenil

Ava en mi ciudad

Rider Haggard

Una entrada para la "Historia universal de la infamia"

La Marguerite Duras cineasta

Gallardo y calavera

El hombre que vendió su alma a Elizabeth Taylor

El crímen de Charlotte Corday

Un elogio entusiasta de la urbe

Un ángel caído

Mary Bradbury teme por su vida

Pierre Étaix y su triste gracia

El mejor verano de los Rolling

María Rosa Salgado y su conmovedora discrección

La valentía de Ramón Acín

Sylvie Vartan

La cruz de Malta de Wim Wenders

La epifanía de Louis Daguerre

Carroll Baker

Marie Laforêt y mi amigo Eloy

Eliseo Reclus atisba su quimera

Patty Pravo

Richard Pryor contra sí mismo

Miroslava, una actriz marcada por la fatalidad

France Gall y el doble sentido

Robert Bresson y el cine puro

La gesta de Alekséi Stajánov

Nace el Rimbaud del Rock & Roll seminal

Dominique Dunne, una filmografía que se quedó en el aire

Un actor vampirizado por un personaje

Tolkien publica El Hobbit

La segunda musa de Godard

John Dos Passos entra en la eternidad

Alain Resnais, el cine de la memoria

Una musa del filme noir

El cadáver de Nancy Spungen en el Chelsea Hotel

La historia de Bobby Driscoll

Un icono del feminismo

Recordando a Tina Aumont

Colgaron a Gilles de Rais

Dario Argento

Nico en el cine

Dylan Thomas en su último trance

Brigitte Helm

Un punkie en la Disney 

Nace Billy el Niño

The Wall

Tennessee Williams

Vivien Leigh

Kazuo Sakamaki salva la vida en Pearl Harbor

El proscrito de la Escuela de Barcelona 

47 hombres de honor

Charlotte Rampling

La incomunicabilità del gran MIchelangelo Antonioni

F. Scott Fitzgerald

Un pilar del cómic estadounidense

Juliet Berto

Erik, el fantasma de la Ópera

Una comedia francesa

Un pesimista alegre

Una mirada indolente a la derrota 

Sender en Casas Viejas

Kipling en su último momento

Los hermanos Marx

Puente sobre aguas turbulentas

Anouk Aimée

Mary Shelley

Quentin Tarantino

Neal Cassady 

Natalie Wood

La heterodoxia de Ermanno Olmi

Fu-Manchú

Stefan Zweig pone fin a sus días

 

 

 

 

 

 

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