Archivado en: Cuaderno de lecturas sobre "¡Rayos y truenos!, Tintín, Haddock y los barcos"
A poco que se piense, el mar juega un papel fundamental en las aventuras de Tintín. Los días del reportero fueron los de los grandes transatlánticos. De hecho, salvo el de Vuelo 714 para Sidney pocos son los aviones que coge El Valiente para trasladarse al escenario de sus álbumes. De ahí ese capítulo titulado Otros mares, donde se dice que el desierto, las nieves del Tíbet y el espacio exterior del viaje a La Luna, también son una suerte de océanos para Tintín. En cualquier caso, lo que cuenta en este libro, tan ameno e interesante como toda la literatura que genera la tintinofilia, es lo relativo al mar.
Así, la relación de los barcos que participan en la serie, tanto en su primera versión como la definitiva, es exhaustiva. Como no podía ser de otra manera, destaca entre todos ellos el Unicornio, basado al parecer en un navío de la flota de Luis XIV. Sin embargo, el caballero de Hadoque, aunque afrancesó su nombre -Francis Haddock Esquiere-, es de ascendencia inglesa. Así lo prueba el hecho de su afición al ron, costumbre de la royal navy.
Al igual que en gran parte de la bibliografía tintinófila, el motivo de estas páginas es demostrar cuáles fueron los modelos reales en la inspiración de Hergé. Se pormenoriza de esta forma sobre los navíos que sugirieron el Sirius, el Karaboudjan o el Ramona. Más me ha llamado la atención el estudio de esa viñeta de Tintín en El Congo (pág. 19) en la que se nos explica que, además de autorretratarse junto a Jacobs -como ya hiciera en el palacio de El cetro de Ottokar...-, el maestro dibuja a Quique y Flupi entre los admiradores que van a despedir al Valiente.
Dentro de esta misma línea, el profesor Aguste Piccard, físico nuclear- que como ya quedó apuntado en El ilustre Tornasol sirviera de modelo para el sabio- aparece en La estrella misteriosa (pág. 55.). La nómina completa de marineros incluida en la serie, acaso el principal oficio de sus personajes, la simpatía que Colón inspiraba a Hergé (pág. 57) o el origen del famoso "¡rayos y truenos!" del capitán (Trueno de Brest en traducción literal del francés), entre otras maravillosas curiosidades, hacen que todo este álbum sea una delicia. Cabe una última curiosidad, Pst -el Pst que naufraga junto a los valientes en Stock de coke- aquí es llamado Ups. No hay duda de que el traductor no es todo lo tintinófilo que debiera, pues también llama El caso Tornasol a El asunto Tornasol (pág. 72).
Del autor, desde luego, no se puede decir lo mismo. Horeau es capaz de descubrir cuando libró su última batalla el Unicornio a raíz de las incisiones hechas por el caballero en la cruz a cuyo pie comienzan a cavar los de Moulinsart. Bien observadas -el lector también puede hacerlo- suponen un calendario llevado a cabo por el antepasado del capitán durante el tiempo que permaneció en la isla.
Por un procedimiento parecido -en base a los bocadillos que rezan "Tres días más tarde", "Una media hora después", viene a demostrar la verosimilitud con que el maestro da cuenta del trasiego de barcos por el Mar Rojo en Stock de Coque.
Publicado el 15 de septiembre de 2010 a las 12:45.