Archivado en: Inéditos, cine, Eric Rohmer, Nouvelle Vague
Antes que nada pido disculpas por no haber acudido ayer a mi cita diaria con el mundo digital. Tengo un buen motivo: he recuperado la calma. Esa serenidad que siempre pierdo cuando Cristina, mi equilibrio, se va a ver a sus padres y ese otro yo que habita en mí, y es mi peor enemigo, se desata. Mi álter ego fatal parece que se marcha. El delirio remite. Retorna la calma. Los días vuelven a serme favorables.
Otra vez sosegado, de nuevo tranquilo, sin la dichosa autodestrucción a cuestas, puedo entregarme al mayor placer que me ha deparado la existencia: ver una película. Amar a Cristina es otro asunto, la lectura le va a la zaga y la escritura es un ajuste de cuentas con la realidad. Pero desquite al cabo.
En este caso, la cinta que me ha devuelto lo sublime de lo cotidiano ha sido Les rendez-vous de Paris (1995), de Eric Rohmer, como es sabido: todo un maestro en el retrato de las ninfas galanteando.
Publicado el 19 de mayo de 2010 a las 13:15.