Me tiembla el pulso al venir a denostar a uno mis autores favoritos desde que sé leer: el Julio Verne que ya admiraba en las lecturas de mi infancia en aquellas ediciones de la Colección Historias, de la queridísima Editorial Bruguera, con 250 ilustraciones. Un capitán de quince años, A través de la estepa o El faro del fin del mundo fueron algunas de aquellas delicias que me cautivaron cuando empezaba a leer.
Por eso, ahora me apena apuntar que la única gracia que encontré a La esfinge de los hielos en mi lectura de julio de 2001 fue precisamente lo que me atrajo de ella: estar basada en Las aventuras de Arthur Gordon Pym, de Edgar Allan Poe. Siempre le pido a un texto algo más que lo que me magnetiza de él. Pero en este viaje extraordinario de Verne sólo encontré la más tediosa de las novelas que he tenido oportunidad de leer hasta ahora del francés.
Publicado el 22 de diciembre de 2011 a las 22:00.