No he vuelto al pensamiento impío desde que mis lecturas de Bakunin, hace ya la friolera de cuarenta años, me convirtieron al ateísmo sin el más mínimo escándalo por parte de mi madre, que tan en vano intentó inculcarme su sincero catolicismo. Creí que El regreso de los dioses supondría mi retorno a estos viejos escepticismos. Pero estas páginas de Fernando Pessoa, que atesoro desde 1986, cuando llegó a las librerías su primera edición[i], en modo alguno constituyen un texto impío. Muy por el contrario, surgen frente a ese agnosticismo que empezó a extenderse inexorablemente entre la intelectualidad europea durante el siglo XIX, prolongándose en su paroxismo hasta nuestro nefasto siglo XXI. "He nacido en un tiempo en el que la mayoría de los jóvenes habían perdido la creencia en Dios por la misma razón que sus mayores la habían tenido: sin saber por qué", escribe Pessoa en El libro del desasosiego. Antonio Mora, el heterónimo con el que el portugués firma El regreso de los dioses propiamente dicho[ii], llama "paganismo" a la pérdida de dicha creencia. Paganismo entendido como el antagonismo del cristianismo, sustituido por otras divinidades, antes que por sus características propias al margen de la comparación.
Publicado el 31 de julio de 2016 a las 09:30.