La obra maestra de Charles Maturin
Recuerdo bien mi adquisición de Melmoth, el errabundo, de Charles Maturin. Fue, como de casi todo hace más de veinte años, en una librería de restos de ediciones que había a la entrada del parque Arias Navarro. Curioseando entre sus saldos, adquirí con la natural avidez varios crisoles de Aguilar y algunos de mis mejores números de Libro Amigo de Bruguera, una de las colecciones que más amo. Entre los crisoles, he de dar noticia de una edición conjunta de Las noches blancas y Pobres gentes de Dostoyevski; entre los Libro Amigo, del Balzac de Carlos Pujol -una de mis guías en la lectura de La comedia humana- y de Escritos sobre literatura, de Baudelaire. Pero sobre todo de Melmoth el errabundo.
En los más de veinte años transcurridos desde entonces, el local de aquella queridísima librería ha sido ocupado por un salón de belleza como prueba irrefutable de la insoportable levedad de nuestro tiempo. Sin embargo, cada vez que paso por su puerta, me repito que allí nunca ha habido más belleza que la guardan estas páginas del gran Maturin, que leí totalmente fascinado en junio de 1997. He aquí las notas que tomé después:
Publicado el 9 de octubre de 2013 a las 14:45.