De la contraportada de mi nuevo libro, "La nueva era del cine de ciencia ficción ...", una vez más publicado por mis amigos de T&B Editores. A la venta a finales de septiembre:
El 21 de julio de 1969, cuando Neil Armstrong da su "pequeño paso para un hombre" pero su "gran salto para la Humanidad" al hollar por primera vez el suelo lunar, cierra una de las constantes argumentales de la ciencia ficción desde sus albores. Cumplido así un anhelo que como poco se remontaba a De la Tierra a La Luna (1865), la inmortal novela de Julio Verne, se abre una nueva etapa para la pantalla fantacientífica. En 1968, Stanley Kubrick, al llevar a sus espectadores más allá de Júpiter en "2001, una odisea del espacio", ha señalado uno de los principales caminos por los que discurrirá la ciencia ficción a partir de ahora: la space opera. Star Wars, Star Trek o la saga Alien son tres buenos ejemplos de estas producciones totalmente ambientadas en un espacio inimaginable en épocas anteriores.
Tampoco cabía imaginar en esas cintas pretéritas la nueva concepción del alienígena que impone Steven Spielberg en Encuentros en la tercera fase (1977) y E.T., el extraterrestre (1982). El marciano ya no es ese trasunto del comunista que fuera en la edad de oro del género. Antes al contrario, es un ser entrañable que despierta curiosidad. Superada finalmente la rivalidad entre los dos grandes bloques que polarizaron el mundo en otras épocas, la catástrofe que pone fin a la Historia ya no es atómica. Es ecológica o demográfica. En fin, son tantos los cambios radicales que experimenta el género que hasta aquellas científicas encantadoras, que acababan enamorando a los hombres que no las querían en las misiones, dan paso a las chicas soldado como la teniente Ripley (Sigourney Weaver) de la saga Alien o la Sarah Connor (Linda Hamilton) su homóloga en la de Terminator.
Esa rebelión de las máquinas apuntada por James Cameron en esta última es uno de los asuntos más genuinos de la nueva era del cine de ciencia ficción. En ella, el ciborg se convertirá en el nuevo enemigo de los humanos. Su relación con ellos inspirará títulos como Blade Runner (1982). Esta sobresaliente cinta de Ridley Scott también será la precursora del cyberpunk, junto a la realidad virtual, una de las constantes del género en los años 90. Los viajes en el tiempo, otra las primeras inquietudes fantacientíficas, encontrarán su mejor inspiración en Doce monos (Terry Gilliam, 1996). De la genética a la carta se ocuparán filmes como Gattaca (Andrew Niccol, 1997). Y, ya en el tercer milenio, el género retomará un camino apuntado por Superman (Richard Donner, 1978) y Batman (Tim Burton, 1989): el de los superhéroes.
Publicado el 1 de septiembre de 2011 a las 01:00.