Que la tierra le sea leve a Barbara Shelley
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Acusado el óbito de Barbara Shelley -fue una de las ochocientas treinta víctimas que se llevó el Covid-19 el pasado día cuatro en el Reino Unido-, cumple recordarla mediado el amado siglo XX, antes de convertirse en una de las grandes damas de la Hammer, antes de presidir el panteón de la casa junto a Hazel Court, Dawn Addams e Ingrid Pitt. En fin, aquellas a las que ningún amante del cine de miedo menoscabaría recordándolas como meras hammerettes.
Pues bien, antes de acceder al parnaso del estudio del que manaba sangre, la gran Barbara (Londres, 1933) trabajó como modelo en Italia. Pero fue en su país donde llevó a cabo su primera creación cinematográfica, ya para la Hammer y a las órdenes del más destacado de sus maestros: Terence Fisher. Se trata de un personaje secundario en Mantrap (1953), el segundo de los subyugantes thrillers que el entrañable Fisher rodó a la mayor gloria de Paul Henreid. En sus secuencias, la encantadora Barbara incorporaba a una comentarista de desfiles de moda. El avatar no era baladí. Un par de años antes, siguiendo un consejo de su profesora de interpretación ante la preocupante timidez de su pupila, la propia Barbara se había desempeñado como maniquí.
Publicado el 6 de enero de 2021 a las 04:15.