Ultimo estos días la lectura de La onda Séptimus, una vuelta al asunto de La marca amarilla (1956). Ávido por tanto de volver a adentrarme en el universo del gran Edgar P. Jacobs en busca de las referencias comunes a ambos álbumes, he vuelto a revisar el capítulo correspondiente a su adaptación de Ellipse Animation (1997) para ratificarme en mi teoría de que a los grandes cómics no suelen hacerle justicia sus adaptaciones animadas. He vuelto también a mis notas sobre las entregas anteriores de la serie. Leída La marca amarilla en su primera edición española -la de Grijalbo del 84, que naturalmente aún atesoro-, no tomé apunte alguno entonces ni en las relecturas posteriores. En aquel tiempo me dedicaba sólo al placer de leer y no a la tarea de escribir sobre mis lecturas.
Sin embargo, recuerdo que cuando, ya en 1996, la serie fue retomada por nuevos autores y descubrí El caso de Francis Blake (con guión de Jean Van Hamme y dibujos de Ted Benoit) mientras buscaba miniaturas de Tintín en una tienda especializada en estas filigranas, fue tanta la alegría que experimenté con el regreso del capitán Blake y el profesor Mortimer -los dos amigos del Centaur Club- que también decidí escribir sobre los cómics que leo. Se trató, como siempre mi tarea, de una forma de prolongar el placer que me causa una lectura. A la espera de que andando en mis archivos le llegué el turno a El caso de Francis Blake, publico ahora las notas concernientes a La maquinación Voronov, tomadas en el año 2000, y a La extraña cita, en 2003.
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Publicado el 12 de abril de 2015 a las 22:30.