Archivado en: Cuaderno de lecturas, Jacques Martin, Alix, "Alix el intrépido"
En la posguerra, mientras se aclaraba por qué había seguido publicando sus viñetas durante la ocupación alemana de Bélgica en el diario Le Soir, a Hergé se le prohibió seguir trabajando en la prensa. Ante este panorama, resolvió pasar a color y dibujar de nuevo las aventuras de Tintín. Ésa es la causa de que el infatigable reportero de Le Petit Vingtième presente un trazo homogéneo desde Tintín en el Congo (1931) hasta Tintín y los pícaros (1976). Tintín en el país de los soviets (1929) nunca llegó a ser coloreado por la imposibilidad de enmendar su anticomunismo y Tintín y el arte alfa, aunque fue publicado en 1986, quedó inacabado por expreso deseo de Hergé, muerto tres años antes. Así pues, esos dos álbumes de trazo diferente -en ambos caos poco más que un esbozo, no una aventura completa propiamente dicha-, son dos rarezas de la serie.
Pero hoy no vengo a escribir sobre las aventuras de Tintín, sino sobre las de uno de sus principales acólitos, Alix, la gran creación del polifacético Jacques Martin. Inédita en España con anterioridad a esa iniciativa de NetCom2, que nunca me cansaré de aplaudir ya que finalmente a vertido a nuestro idioma toda la serie, Alix, el intrépido (1956) es su primera entrega. Anhelada desde que a comienzos de los 80 me hice con la edición de Norma de El príncipe del Nilo (1974), al cabo he tenido oportunidad de leerla en estos días y, acostumbrado como estoy a ese trazo homogéneo de Tintín, lo primero que he acusado son las diferencias entre los dibujos del Alix que había leído hasta ahora y este primero. Algo muy semejante me ocurrió hace treinta años, cuando, después de estar ya hecho al teniente Blueberry de La larga marcha (1980) y La tribu fantasma (1982), me remonté a los orígenes gráficos del personaje en la lectura de Fort Navajo (1965).
Publicado el 12 de junio de 2013 a las 23:45.