Recordando a Sandie Shaw
Diecisiete
El pasado sábado Sandie Shaw cumplió sesenta y cuatro años y yo me sentí uno más lejos de aquel limbo en que la descubrí cantando descalza Marionetas en la cuerda. Aunque apuntó maneras, tuvo poco que ver con el rock & roll. Pero fue la primera bird del Swinging London que me dejó fascinado con el encanto de su mirada de miope. Es más, aún no sabía del atractivo que puede dar a una mujer la miopía ni lo que era el Swinging London cuando me deslumbró la modernidad de Sandie.
De Marianne Faithfull, de Pattie Boyd, de Twiggy... De las grandes musas de aquel tiempo, supe después y a través de su leyenda. De la gran Sandie, por el fulgor de su estrella, admirándola en los medios de comunicación de mediados los años 60. Fue la chica yeyé por antonomasia, la mejor de aquellas a las que Concha Velasco parodiaba en esa célebre canción en la que se refería a ellas. Long Live Love (Viva el amor en su versión española), Tell the Boys (A los chicos les dirás), Message Understood (No lo comprendí)... el repertorio de Sandie era tan simple como mi vida entonces y ya cincuentón, en esas noches en que caía una botella de ron escuchándola interpretar Love Letters, la recordaba con el cariño que evocaba mi inocencia.
Banda sonora de aquel reino afortunado de mis primeros días, se fue con ellos cuando empecé a aprenderme los créditos de los discos y a pedirle a la música algo más que mera alegría. Y veinte años después, ya avezado en el culto al rock & roll y ávido de esos placeres colindantes, una de esas mañanas que suceden a otras muchas en que las cosas vienen mal dadas de forma inexorable, estando ya a punto de maldecir mi suerte, la bendije. Y fue porque escuché Long Live Love en una emisión radiofónica que me devolvió a mi pequeño reino afortunado durante los dos minutos y treinta y ocho segundos que dura tan entrañable pieza.
Publicado el 28 de febrero de 2011 a las 02:45.