Un clásico de la misoginia
Archivado en: Cuaderno de lecturas sobre "La Eva futura"
El título en cuestión
Siendo el caso de que las dos personas más importantes que ha habido en mi vida -mi madre y mi esposa- han sido mujeres, desconfío de la misoginia más que del resto de las causas. El misógino, aunque responda al nombre de Arthur Schopenhauer, no es otro que aquel que no ha recibido de ellas todos los favores que él hubiera querido. Así pues, la principal tesis de La Eva futura se me derrumba.
Reconozco no obstante cierta clarividencia en estas páginas de Philippe-Auguste Villiers de l'Isle, cuya lectura pospuse, aunque esperándola con placer, durante los últimos diez años. Sí señor, en su fascinación por los prodigios de la ciencia y la técnica de su tiempo, el autor anticipa las maravillas del cine nueve años antes de las primeras proyecciones. El texto tuvo su primer pie de imprenta en 1886 en tanto que la primera proyección de los Lumière tuvo lugar, en el catorce del parisino Boulevard des Caspucines, en diciembre de 1895. Pero quizás sea más sorprendente ese retrato de la fabricación de la mujer ideal, que a la postre habrían de ser las estrellas de la gran pantalla, que entraña la Andreida. Calculo que la Andreida, el nombre por el que también se llama al invento, es la feminización de androide.
Gabino Diego, un melómano de pro que se deja llevar con idéntico entusiasmo por el rock & roll clásico que por el swing de Sinatra, me decía hace un par de años que en mi afán por Gene Vincent hay mucho del estigma que la mala suerte obró en el autor -e inolvidable interprete- del Be-bop-a-Lula. Tuve que reconocer que está en lo cierto. En la fascinación que despertó en mí el conde Villiers -tal y como el escritor firma su "advertencia al lector"- hay mucho de esto mismo. "Pobre como Villon, vagabundo como Verlaine", se dice en la Noticia sobre el autor que abre el texto. Se dice allí que incluso llegó a sobre el suelo a falta de una mesa donde hacerlo. Esa pobreza sublime es la que me llevó a estas páginas, en las que imaginé la construcción de una mujer ideal, al estilo de la María de Metrópolis (Frizt Lang, 1929) y del guión de Thea von Harbou de aquella película, que tuve oportunidad leer novelizado hace ya muchos años. Y como entonces, me ha resultado una lectura tediosa.
Su asunto gira en torno a la pesadumbre que lord Ewald, siente ante su frustrado amor por la cantante Alicia Clary, toda una bella sin alma. Antiguo benefactor de Thomas Alba Edison, así se lo hace saber a El "brujo de Menlo Park", como también lo llama Villiers en alusión a la residencia del inventor y en prueba de la fascinación que siente por el célebre prodigio estadounidense. Edison, deseoso de devolver el favor al inglés, decide dar la forma de Alicia a Hadaly, una autómata en la que trabaja, que presuntamente tendrá todo lo que un hombre espera en una mujer. Para ello, graba la voz y retrata a la inspiradora del lord y le insufla la espiritualidad de mistress Anderson.
Precisamente es la experiencia de esta última -caída en desgracia tras un devaneo ocasional de su marido que acabó por llevar la ruina a su casa - el fragmento que más me ha interesado del texto. Mujer elevada, tras el hundimiento de su hogar se quedo sumida en un trance del que sólo response bajo el nombre de Sowana y ese espíritu es el que Edison introduce en la Andreida.Y calculo también que ese "americanismo" que le reprochó la crítica pretérita era un prejuicio de la época que todavía perdura.
Sin embargo, coincido plenamente en el abuso de los términos científicos que también se ha reprochado a este texto. A menudo tan alucinados que se antojan más próximos a la lírica que a la ciencia. Ese abuso de los cientificismos ha sido lo que me ha cargado.
La narración vuelve a recuperar el interés en las últimas cincuenta páginas, cuando Edison logra convencer al lord de que la realidad está en nuestro pensamiento y que, por lo tanto, la Andreida puede ser tan real como Alicia y mejor porque es más espiritual. Convencido de ello, lord Ewald regresa a Inglaterra enamorado de la fantástica muñeca que guarda en un fantástico ataúd. Tanto la quiere que, según se da noticia en la prensa, cuando naufraga el barco que le devuelve a su país, no escatima esfuerzos para salvarla.
Publicado el 5 de diciembre de 2010 a las 18:30.