Reescuchar a Brel
Tras escuchar a Brel (foto del autor)
Dos
Reescucho estos días a Jacques Brel con motivo de unos textos sobre Bruselas que preparo y comprendo la verdadera dimensión de su obra -sería poco apuntar "canción"-, solamente atisbada cuando me interesé por él por primera vez. Compré mi primer disco del Grand Jacques -vaya evocando el título de una de sus piezas- en 1978. Fue el recopilatorio que se editó cuando la Camarada Seca se lo acababa de llevar, tan prematuramente: Sólo hubo un Jacques Brel. Entonces, para mí, la canción francesa -francófona por mejor decir- se reducía a Moustaki: mucho más accesible. Los crescendos del Grand Jacques me desconcertaban. Así que me quedé únicamente con Ne me quitte pas, que, como todo el mundo sabe, es una de grandes canciones de amor de la historia de la Humanidad. Pero mi primer acercamiento a este gran artista fue tan prematuro como su muerte.
Hace diez años, cuando adquirí mi primer compacto del Grand Jacques, me conmovieron en lo más profundo de mi ser dos temas: Les vieux y Mon enfance. Aquél por esa imagen meridiana de la senectud, que he podido ir comprobando en mis ancianos: no hablan y van de la ventana a la cama. De Mon enfance me cautiva esa idea de asociar la infancia al Far West que, amante del western por encima de todas las cosas, me toca tan de cerca. Ahora me quedo con el Brel de Jeff intentando que su amigo deje de hacer el ridículo como sólo lo hacen los borrachos. Canción francesa de mi juventud
Publicado el 13 de mayo de 2010 a las 08:00.