Un nuevo capitán Nemo frente a Lefranc
Archivado en: Cuaderno de lecturas, Lefranc, La estrategia del caos, de Jacques Martin, Régric y Roger Seiter.
Sé que, para muchos lectores, las colecciones de Blake y Mortimer, Lefranc y el resto de los clásicos de la línea clara, que puso a la venta Ediciones Junior, de Grijalbo, en los años 80, son legendarias. Poco menos que las primeras españolas, con el lomo de tela, de las aventuras de Tintín, comenzadas a publicar por Juventud a finales de los años 50. Particularmente, atesorando unas y otras, aquellas de Junior de los 80 no son tan preciadas. Sin ir más lejos, de un tiempo a esta parte, vengo dándome cuenta de que estas de Netcon2/Coeditum, que han tomado el relevo en las nuevas entregas de Lefranc, ofrecen detalles como la espléndida ilustración de la contraportada -común a todos los álbumes- que, al igual que los dibujos de las guardas -también incluidos en estas de ahora- brillaban por su ausencia en aquellas de los 80.
Ya yendo al asunto de La estrategia del caos -título contundente, no cabe duda-, entrega vigesimonovena de Lefranc, he de empezar por una salvedad. Recuerdo que, en su momento -y también recuerdo haberlo apuntado en alguno de estos artículos- habida cuenta de lo poco satisfactorias que me resultaron las series paralelas de Blueberry -Marshall Blueberry, la juventud de Blueberry- me prometí no atender a la prolongación de las colecciones más allá de los álbumes concebidos por sus autores originales.
Hará ahora unos diez años, cuando Netcon2 recuperó las aventuras de Alix y Lefranc para los lectores españoles, habida cuenta de lo poco satisfactorias que me han resultado las dos prolongaciones o colecciones paralelas de las aventuras del teniente Blueberry -Marshall Blueberry, La juventud de Blueberry- me prometí que nunca habría de volver a las prolongaciones ajenas al original. E incluso tengo el convencimiento de que una buena parte de la grandeza de Tintín, radica en que sus aventuras no se han convertido en algo que puede prolongar cualquiera, quien considere oportuno el editor del álbum en cuestión.
Pero, hete aquí que en la pasada y extraña última feria del libro no encontré nada que me llamase más la atención que La estrategia del caos, de Roger Seiter y Régric sobre el célebre periodista de Jacques Martin. De modo que volví a caer en esa dulce falta que es contravenir lo asentado por mí mismo en cuanto a cómic se refiere y me lo compré con tanto agrado como me hubiera podido hacer con Steve Pops contra el doctor Yes (1967), primera entrega de una serie original de Jacques Devos, editada en la España de 1967 por Okius Tau -como las primeras traducciones de Alix- que yo tuve en mi infancia y aún lloro desconsoladamente desde que me deshice de ella.
Y, ahora sí, ya entrando en materia de este nuevo Lefranc -penúltimo de los aparecidos hasta ahora- La estrategia del caos arranca con el derribo de una avioneta por parte del Armagedón. Los ocupantes del aparato se disponían a presenciar desde el cielo la ceremonia de apareamiento de un cachalote en los mares al sur de Australia. Con todo, me resultan más misteriosas las viñetas de la página siguiente, en las que la mujer koruba es abatida al intentar introducirse en el estadio olímpico de Melbourne, que en unos días ha de acoger la ceremonia de apertura de los juegos de 1956.
Más adelante, el avión en el que vuelan Lefranc y el resto de los periodistas, quienes acuden a cubrir el acontecimiento, cae al mar en medio de una tormenta en el límite de los Cuarenta rugientes y Cincuenta aullantes. Es ésta una latitud de los océanos australes donde los vientos se convierten en vendavales. Aunque también es una suerte de atajo para navegar con rapidez a las antípodas, suele evitarse a consecuencia de los peligros que entraña.
Pasaje y tripulación creen que han sido víctimas de un accidente cuando son recogidos por el Armagedón, servido por una pequeña tropa de korubas que les encañona con sus armas.
Reciente aún la relectura de El apocalipsis, la décima entrega de la serie, ante ese primer movimiento del personal hacia un sitio tan fabuloso como inquietante, creí encontrarme ante una variación de aquella aventura. Estaba equivocado. El Armagedón -empero la alusión al fin del mundo de su nombre- se antoja más próximo al Nautilus del capitán Nemo que a ningún otro prodigio del que haya tenido noticia yo. Bien es verdad que se trata de un barco -que no un submarino- fabuloso. Pero William Lee Amberson -quien debería haber sido el inefable Axel Borg- es tan misántropo como el protagonista de Julio Verne.
Como Nemo, Amberson odia a la humanidad al completo por su empecinamiento con las guerras y la destrucción del planeta. Su afán en la conservación de los espacios naturales le ha llevado a convertirse en el más ardiente defensor de los korubas -una etnia originaria de la amazonia brasileña-, quienes le sirven de fuerza de choque. Por lo demás, el Armagedón, como el Nautilus -sin duda su modelo, aunque navegue bajo las aguas- está diseñado para autoabastecerse. Así nos lo descubren Lefranc, Jean y Jane, los tres informadores que se separan del resto del grupo de los náufragos y se quedan a bordo, cuando éstos son devueltos al mar en unas barcazas tras un enfrentamiento. También se hecha de menos a Jeanjean que en esta ocasión -y eso que las aventuras concebidas originalmente por Jacques Martin, son de las pocas que no pueden ser acusadas de misoginia de toda la Línea clara- en este álbum es sustituido por Jane.
Impulsado por energía atómica y autoabastecido de la granja y el corral de sus bodegas, el Armagedón se mantiene en esos Cuarenta rugientes y Cincuenta aullantes -al parecer una de las latitudes menos frecuentadas del planeta- para operar a salvo de los radares. Amberson se dispone a lanzar una potente bomba sobre el estadio olímpico, durante la ceremonia de apertura, para obligar al mundo, antes semejante amenaza, a doblegarse a su totalitarismo pacifista o algo así.
Afortunadamente, un hermano de Amberson, el médico de a bordo, se da cuenta de la dimensión del delirio y, tras ayudar a escapar a los tres periodistas, lo dispone todo para la monumental destrucción del Armagedón.
Empero la ausencia de esos personajes secundarios, con los que tanto gusta reencontrarse en cualquier serie, la lectura de La estrategia del caos ha sido un pequeño placer.
Publicado el 22 de octubre de 2021 a las 01:30.