Que la tierra le sea leve a Mikis Theodorakis
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Yo también admiré a Mikis Theodorakis, básicamente por sus scores para la gran pantalla. Tras la noticia de su óbito, sirvan estos apuntes -extraídos de un texto antiguo, no impreso y de mayor extensión- de tributo a uno de los grandes músicos del siglo XX.
Además de haber nacido en el mismo año -1925- son muchas las concomitancias que se registran entre la biografía y la obra de Mikis Theodorakis, el otro gran nombre del paquete griego, y Manos Hadjidakis. Ambos fueron autodidactas, ambos trabajaron con Jules Dassin y Georges Moustaki y la inquietud por difundir la música popular helena es la misma en los dos compositores. Pero en Theodorakis tuvo una mayor resonancia habida cuenta de su compromiso político, muy en la línea del que en los años 30 exaltó a Maurice Jaubert.
En efecto, el mismo año que el mundo entero bailaba el sirtaki de Zorba, el griego (Michael Cacoyannis, 1964), Theodorakis, su autor, era elegido diputado por el partido Lambrakis Democratic Youth, que él mismo había fundado. Hombre muy significado políticamente, cuando en abril de 1967 se produjo el golpe de estado del coronel Papadopoulos, la música de Theodorakis fue prohibida y el compositor y su familia, internados en un campo de concentración. Para el músico la experiencia no era nueva. Adolescente aún, cuando los alemanes invadieron su país, se echó al monte con la resistencia y fue detenido y torturado.
La liberación de su segundo cautiverio fue gracias a la presión ejercida, entre otros, por Leonard Bernstein. Una vez desterrado, se convirtió -junto con Melina Mercouri, que corrió su misma suerte- en el adalid del exilio griego. Esa fue la causa de que colaborara con otro de sus paladines, Konstantin Costa-Gavras en Z (1969), todo un puntal del cine de denuncia, al que Theodorakis volverá en Estado de sitio (Konstantin Costa-Gavras, 1972) y Actas de Marusia (Miguel Littin, 1976).
Paralelamente a su compromiso político y a su actividad como compositor de bandas sonoras, Theodorakis desarrolla una ingente labor como autor de canciones, siempre enraizadas en el folclore de su país, que le lleva a escribir temas tan populares como Agapi mou o Kaimos. La primera fue uno de los grandes éxitos de Ana Belén, Kaimos lo fue de la italiana Iva Zanicchi, quien también tradujo a la lengua de Petrarca Unchained melody, otras de las grandes canciones que un músico de la pantalla, Alex North, aportó a la banda sonora del siglo XX. Pero estamos con Theodorakis. Que la tierra le sea leve a este gran compositor, referencia obligada del amado siglo XX.
Publicado el 2 de septiembre de 2021 a las 23:30.