Una extraña aventura de Blake y Mortimer
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Leí Brussel (1992), una de las entregas más destacadas de Las ciudades oscuras, el verano pasado y me cautivó de un modo extraño. No fue, desde luego, ese entusiasmo con el que me rindo ante las historias que me apasionan sean cual sea su formato. La propuesta de Benoît Peeters (guión) y François Schuiten (dibujo) me atrapó con sutileza, como una obsesión. De hecho, todavía le estoy dando vueltas a su universo paralelo, poblado por urbes imaginarias, o remedo de algunas reales, asoladas todas ellas por extraños cataclismos.
Lo que en verdad no esperaba es encontrarme en dicho universo a mis queridísimos Blake y Mortimer. Llegué a El último faraón por ellos y más que una nueva aventura de los amigos del Centaur Club, que aquí llevan años sin verse, me he encontrado con una nueva ciudad oscura. Ya sé que en la contraportada del díptico de los inmortales se anuncia como fuera de colección. Pero imaginé que ese distanciamiento entre la serie canónica y este álbum sería semejante a la existente entre Las aventuras del teniente Blueberry y Marshall Blueberry, por poner un ejemplo.
De modo que lo primero que he tenido que superar han sido esos reparos que me producen las reinterpretaciones de los grandes personajes de la bande dessinée por dibujantes diletantes. Esas viñetas de Tintín viejo y borracho que circulan por ahí -y toda la retahíla de barbaridades de las que ha sido objeto mi favorito-, a mí, más que una expresión iconoclasta, me parece esa crítica que los enanos siempre están dispuestos a proferir contra Gulliver. Así que me costó mucho superar la impresión de encontrarme con dos ancianos yendo a buscar al capitán y al profesor. Tuve que volver a leer la nota preliminar de Schuiten, donde da noticia de la pasión que siente por los del Centaur Club desde que era un niño, para creérmelo.
Entonces sí, sentado que estaba ante una nueva ciudad oscura más que frente a una nueva aventura de Blake y Mortimer, El último faraón me ha parecido un álbum fascinante. Lo primero que le aleja de la serie canónica es su dibujo, bastante sombrío. Como poco, más próximo a las ilustraciones de Édouard Riou, para la edición de Hetzel de los Viajes extraordinarios de Julio Verne, que a la jovialidad de la Línea clara. Original de Schuiten, el color ha corrido a cargo de Laurent Durieux y el libreto es obra de Jaco Van Dormael, Thomas Gunzig y el propio Schuiten.
El tiempo, que en la serie canónica va desde mediados de los años 40 -que se supone el fin de la Guerra del Espadón como el reflejo de la Segunda Guerra Mundial que es- hasta el comienzo de los años 70, en que está ambientada Las tres fórmulas del profesor Sato (1970) -el último díptico concebido por el propio Jacobs-, aquí también es otro. A la vista de los ordenadores dibujados en las viñetas referidas al apagón -pág. 20 y sucesivas-, cuyos monitores aún son de tubo, debemos encontrarnos mediados los años 90.
El asunto se remonta a El misterio de la Gran Pirámide, a la amnesia sufrida por Mortimer en la cámara de Horus en 1952. Ya en los años 80, Mortimer acude a Bruselas, reclamado por un colega que ha descubierto unos jeroglíficos alusivos a aquel enigma en unas oficinas del sótano del Palacio de Justicia. En su empeño por descifrarlo, Henri -el colega del profesor- intenta derribar el muro, desatando con ello una radiación que, tras provocar una aurora boreal, convertirá a Bruselas en una ciudad oscura.
Tiempo después, ya andando los años 90, la capital belga es una ciudad abandonada. En gran medida está cubierta por las nieves y las aguas, en las que moran monstruos prehistóricos. La poca gente que la habita ha llevado a cabo ese otro mundo que dicen que "es posible", la cita es textual. Puestos a ello, han organizado huertos en las plantas de los edificios abandonados y demás. Como la radiación amenaza con extenderse al mundo entero, provocando el Síndrome de China -la fusión de un reactor nuclear hasta atravesar, el fluido resultante, la corteza terrestre y alcanzar las antípodas de la hipotética central-, el viejo Mortimer se verá obligado a poner freno a un inminente fin del mundo. Naturalmente lo conseguirá, contando para ello con la inestimable ayuda de Blake, ahora un importante cargo del MI6.
Un álbum extraño y sombrío. Cautivador por eso mismo, aunque tenga muy poco que ver con las verdaderas aventuras de Blake y Mortimer.
Publicado el 11 de mayo de 2020 a las 23:30.