"El milésimo brazo del Mekong", cierra el díptico de "El valle de los inmortales"
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Portada del álbum
En una reciente entrevista, Ramón de España recuerda cómo tradujo a nuestro idioma, casi por casualidad, La marca amarilla (1953). Fue a comienzos de los años 80. Ignacio Vidal-Folch se presentó un día en la redacción de la revista Cairo comentando que había descubierto los tebeos de un amigo de Hergé que eran buenísimos. No mucho después estaban hechas las gestiones para la adquisición de los derechos: La marca amarilla apareció seriada a partir del número 13 de Cairo, llegado a los quioscos en febrero del año 83. La portada no era otra que la del álbum: los dos amigos del Centaur Club paralizados ante un muro de Limehouse, el barrio de los criminales londinenses en alguna de las mejores ficciones que ha inspirado la ciudad. Un haz de luz proyectado contra ellos acaba de sorprenderles. A sus espaldas, en la pared de ladrillo descubierto, Olrik -a la sazón el pelele del profesor Séptimus- ha dibujado la "μ" (mi), duodécima letra del alfabeto griego, que, efectivamente, como creíamos todos, corresponde a la "m" del latino.
Esa imagen está dotada de una profundidad de campo prodigiosa. Organizada en tres términos -antes que a nuestros amigos se nos presenta la esquina de una calle y unas tuberías- es de una complejidad semejante a los grandes planos de Orson Welles en Ciudadano Kane (1941), El cuarto mandamiento (1942) o Sed de mal (1958). Además de descubrirme a Blake y Mortimer, como a tantos de sus primeros lectores, dicha estampa ha sido uno de los dibujos que me han calado más hondo de cuantos he tenido oportunidad de admirar en los cincuenta y siete años que llevo leyendo tebeos. Particularmente, junto a La isla negra (1937) -el álbum de Hergé que guarda tantas concomitancias con 39 escalones (1935), una de las obras maestras del periodo inglés de Hitchcock-, es el mejor ejemplo que encuentro cuando me pongo a pensar en ese diálogo constante que hay entre el cine y los tebeos.
De modo que a Ramón de España e Ignacio Vidal-Folch debo agradecerles no sólo El canon de los cómics (Glénat, 1996), texto en verdad canónico y de mención obligada en la bibliografía española del Noveno Arte, también el haber traído a nuestro país las primeras viñetas de Blake y Mortimer.
Treinta y siete años después de su primera traducción al español -y setenta y tres de la primera aventura, El secreto del Espadón (1947)-, la serie se ha convertido en un clásico del cómic mundial. Da la sensación de que colaborar en alguna de sus entregas es una suerte de desafío para los grandes cultivadores de la Línea clara. Tener un título en la colección es capaz de prestigiar la bibliografía de cualquier historietista que se precie. Quizás por eso, desde que en 1996 Ted Benoit (dibujo) y Jean Van Hamme (libreto) decidieron continuar la serie, en El caso de Francis Blake tomaron como ejemplo uno de los álbumes creados por Edgar P. Jacobs. Así, en aquella primera entrega, el modelo a seguir fue el desdoblamiento de Mortimer en Las tres fórmulas del profesor Sato (1970 y 1990). Yves Sente, que ha resultado ser uno de los grandes -y más frecuentes- guionistas de la serie, y André Juillard (dibujo) se remontaron al tríptico del Espadón en La vara de Plutarco (2015). Jean Dufaux, el libretista de Djim, Dixie Road, Murena y tantas otras sagas notables, tomó como ejemplo La marca amarilla cuando concibió junto a Antoine Aubin y Étienne Schréde (dibujo) La onda Séptimus (2013). En realidad, todos los álbumes ajenos a Jacobs no han sido sino una variación sobre los temas de su universo.
El caso del díptico de los inmortales no es ninguna excepción. En esta ocasión, Sente, junto a Étienne Schréde y Peter van Dongen (dibujo) vuelve a recuperar el Espadón, el más célebre de todos los prodigios creados por Mortimer. En el segundo tomo se registran nuevas semejanzas. Los dragones que habitan en El Valle de los inmortales recuerdan a los saurios del pasaje prehistórico de La trampa diabólica (1960) e incluso a sus pares de El rayo U (1943), ese álbum de Jacobs que, aunque ajeno a la serie, por su concepción y por sus personajes puede considerarse un antecedente de ella.
Sin ser un flashback propiamente dicho -no se trata de la evocación de un personaje, sino de la ilustración de un pasaje supuestamente histórico- el pasado, el traslado de la narración a una época pretérita para explicar la historia que se está contando, además de En la trampa diabólica, tuvo su mejor ejemplo en El enigma de la Atlántida (1955).
En fin, los acólitos de Jacobs han hecho de estas analepsis un recurso frecuente en la serie. Ha dado momentos tan sobresalientes como las secuencias de la revolución estadounidense de La extraña cita (Benoit y Van Hamme, 2001). En El milésimo brazo del Mekong (2019), segundo episodio del díptico de los Inmortales, el relato de Sho nos traslada al año 221 a. de C., cuando el rey Qin consiguió vencer a los últimos reinos enemigos gracias a la ballesta diseñada por el mercader Gong Shou. Sin embargo, el propio Sho, el autor del manuscrito, fue el encargado de dar muerte a Gong Shou cuando tenía que llevarle fuera del "reino celestial" que era la China de entonces.
La analepsis a la que nos lleva el manuscrito de Sho, que, en la primera parte, Amenaza en Hong Kong, le fue comenzada a referir a Mortimer por el profesor Dong, en esta ocasión le es traducida por Han-Dié. Este último es el mismo tipo que se prestó a Mr. Chou, su triada y al inefable Olrik caracterizado como un tal Mr. Chase, para secuestrar a nuestro profesor. Aleccionado al ver que su suerte va a ser la misma que la de su víctima, y estando los presos junto a la estatuilla que entraña la segunda parte del manuscrito, prosigue su traducción durante el trayecto al campamento del general Xi-Li, remontando el Mekong hasta el Yunnan, ya casi en la linde de la frontera vietnamita.
Una vez allí, Mortimer se reencuentra con Nassir, a quien tienen junto a otros prisioneros dentro de una jaula metida en un río. En efecto, igual que Michael (Robert de Niro) en El cazador (Michael Cimino, 1978). El cine y el cómic siempre dialogando. El fiel sargento de los Makram Levy Corps -uno de los secundarios más entrañables de toda la serie- está en las últimas. Sólo puede curarle una de las esmeraldas con las que alimentan los dragones del Valle de los inmortales, que se encuentra en el último afluente (brazo) del Mekong. La fábula, pues eso parece, le es revelada a Mortimer merced a la cuenta de la pulsera que le obsequió una pitonisa recién llegado a Hong Kong.
Ayudado por Mr. Chou, quien deseoso de las fantásticas esmeraldas ha decidido poner fin a su lealtad a Xi-Li, la extraña pareja emprende la marcha. Cuando llegan a Xishuangbanna son atacados por unos mosquitos descomunales, pero muy parecidos a los del episodio prehistórico de La trampa diabólica. Rescatados de este nuevo trance por el padre Odilon -el misionero francés que tanto me llamó la atención en la primera entrega-, la historia entre en un ámbito fabuloso. Tras sobrevivir al ataque de unos pandas gigantes llegan por fin al Valle de los inmortales, donde están a punto de abrirse los huevos de los dragones que han de comerse las esmeraldas.
Allí, en el Valle de los inmortales, aún permanece Shi Huang, el emperador felón que quiso la vida eterna en el 221 a. de C y la obtuvo a cambio de diez mil esmeraldas para los dragones. Jiu-Piu, el oráculo, aún es la anciana que visitaba su corte. Pero también la reina de los dragones. Consciente del motivo que ha llevado a Mortimer al Valle, le concede la gracia de que pueda volver.
El resto es el reencuentro de nuestros amigos en el campamento del general Xi-Li. El capitán y la joven Ylang Ti -una agente de la inteligencia nacionalista china- han llegado hasta allí siguiendo las cuentas de la pulsera, que Mortimer ha ido dejando exprofeso a lo largo de su camino. Ya con Nassir restablecido, sólo queda regresar a Hong Kong y salvarla de la amenaza que se cernía sobre ella con Olrik, disfrazado de Mr. Chase hasta el final, pilotando el Skylanter.
Se mire por donde se mire, las aventuras de Blake y Mortimer siempre son arte mayor.
Publicado el 22 de abril de 2020 a las 22:00.