Una lectura de Bertrand Russell (I)
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Historia de la filosofía occidental de Bertrand Russell no es ese texto grave e inaccesible para el profano, que supuse durante las cuatro décadas en que mi desconocimiento de la filosofía en general -occidental, oriental o de cualquier otro sitio- me hizo desistir en el intento de acometer su lectura. Mucho más divulgativa de lo que imaginé -ésa es la causa de que fuera denostada en su momento por los eruditos-, han tenido que pasar cuarenta años desde que mi madre me regaló esta obra y el momento en que, hace unos meses, me decidí a leerla. El interés que me ha despertado la filosofía desde que la suspendía mientras cursaba el bachillerato me llevó a hojear el libro en varias ocasiones. Hasta que llegó aquella que me hizo a adentrarme en el que hasta ahora ha sido uno de los mayores desafíos de mi experiencia como lector.
A decir de Russell, no hay nada tan sorprendente en toda la historia de la humanidad como el surgimiento de la civilización en Grecia. Hubo atisbos en Egipto y Mesopotamia. Pero la civilización propiamente dicha, nace en Grecia. "El hombre civilizado se distingue del salvaje por la prudencia o, para emplear un término más amplio, por la previsión" (pág. 35).
A tanta gloria cabría apostillar que también nacen en Grecia el etnocentrismo y el eurocentrismo: para el pensador heleno no hay más medida del universo que su propio punto de vista. Todavía es ahora cuando el surgir de la civilización griega -y el etnocentrismo y eurocentrismo, por descontado- nos hacen mirar a la Grecia clásica maravillados y con cierto misticismo (pág. 23). Como el propio autor señala, los egipcios y los mesopotámicos tenían algunas nociones de aritmética y de geometría. Pero también fueron los helenos quienes "inventaron las matemáticas, la ciencia y la filosofía" (ibidem)[1]. Si señor, debemos a los griegos el cálculo y el arte del razonamiento por deducción, dos pilares de nuestra civilización.
A renglón seguido, Russell sostiene que los griegos también "fueron los primeros que escribieron historia en vez de meros anales, especularon libremente sobre la naturaleza del mundo y las finalidades de la vida sin estar encadenados a ninguna ortodoxia heredada". Algo, esto último, con lo que no han contado los pensadores que les sucedieron en la filosofía occidental ya que la ortodoxia con la que se encontraron venía marcada por los propios griegos. Pero, en la filosofía occidental, principalmente, por la idea de Dios que ha presidido el pensamiento de los filósofos occidentales, muy probablemente hasta las primeras fisuras con la divinidad, que imagino surgieron en la Edad de la Razón.
Y la metafísica cifrada en torno a la divinidad, existente en todos aquellos pueblos que desde la noche de los tiempos se dedicaron a las labores del campo -la fertilidad se creía un regalo de los dioses-, no acaba de valer ni en el caso de los tracios. Éstos adoraron a Dioniso -el Baco de los romanos-, quien merced al orfismo, una corriente religiosa surgida en torno a Orfeo, llegó a tener cierta influencia en los orígenes del pensamiento griego. En contra de lo creído comúnmente, el orfismo fue como una religión primitiva griega, que se desarrolló con independencia de la mitología. Rusell duda de la existencia de Orfeo, pero no de la importancia de la escritura en el surgir de la civilización.
Homero es el primer "gran producto" de la cultura griega.
Orígenes del fascismo
La poca consideración que los griegos tenían a los tracios nos da la medida exacta de hasta qué punto, el racismo y el concepto de superioridad, que inspiró a la civilización occidental hasta mediados del amado siglo XX, también tiene su origen en Grecia. El fascismo, sin ir más lejos, no ha llegado a los pueblos helenos con Amanecer Dorado. Como señala Russell, tiene su origen en el militarismo espartano, la ciudad estado que hizo de la guerra su razón de ser.
Esparta es ajena a la contribución de Grecia a la civilización del mundo. He de reconocer que el de Cambridge es el primer autor que ha llamado mi atención sobre el particular. Los inconvenientes que pone a la sublime perfección de la civilización griega son los mismos que argüían aquellos mentores que no consiguieron enseñarme casi nada en el bachillerato: esclavitud, machismo, clasismo. Pero lo de hablar de Esparta como de los primeros individuos al servicio del estado, pese a ese culto a la guerra y el heroísmo con el que pinta inexorablemente el péplum a la ciudad, he reparado por primera vez con esta lectura (págs. 119-122). El propio Aristóteles, que vivió cuando Esparta ya estaba en decadencia, no se refiere a ella como el romano Plutarco, a quien obedece el mito de Esparta como la Arcadia de los guerreros. Pero no tiene nada que ver con la influencia que la Grecia clásica ha ejercido en "la fantasía, ideales y esperanzas de los hombres".
Empero el Premio Nobel de literatura, que se le otorgó en 1950, y esa veneración por su activismo social con que le contempla la historia de la centuria pasada, he creído ver cierto racismo en Russell que al punto enmiendo. Ha sido cuando, puesto a explicar que el silogismo es la obra más importante en la lógica de Aristóteles, no duda en apuntar, en el que propone a modo de ejemplo del conocido por Ferio: "Ningún griego es negro" (pág. 218). Creo no equivocarme al sugerir que la premisa mayor del ejemplo del silogismo ha de coincidir plenamente con las tesis de Amanecer Dorado.
Ahora bien, no hay que olvidar que el texto está escrito durante la guerra. Tiene su origen en unas conferencias pronunciadas por Russell en una fundación de Filadelfia entre 1941 y 1942. Conoció su primera edición en 1946 para ser exactos. Cinco años después Russell sería uno de los primeros abanderados de la igualdad racial en New Hopes for a Changing World (1951). Fue allí donde escribió: "A veces se estipula que la mezcla racial es indeseable. No existe evidencia alguna para tal opinión. No existe, aparentemente, ninguna razón para pensar que los negros son congénitamente menos inteligentes que los blancos, pero eso será difícil de juzgar hasta que ellos tengan las mismas oportunidades y buenas condiciones sociales".
La escuela de Mileto
Pero intentemos, en la medida de lo posible, evitar las digresiones y seguir un orden cronológico. La Filosofía que se estudia, aquella que yo suspendía en sexto de bachillerato, nace con Tales de Mileto. El primero de los presocráticos también está considerado el primero que cultivó la especulación científica y utilizó el pensamiento deductivo aplicado a la geometría. En cuanto a la astronomía, su gran hazaña fue la predicción exacta de un eclipse para el 28 de mayo de 585 a. de C. Este dato, sostiene Russell, nos permite situar sus días entre c. 624 a. de C. y c. 546 a. de C. Tales quien también ejerció como legislador de su ciudad natal, Mileto, es el más célebre de los siete sabios de Grecia incluidos por Platón en uno de sus diálogos de juventud, Protágoras. Mi queridísima Gran enciclopedia del mundo lo considera el fundador de las matemáticas merced a sus pruebas sobre algunas "proposiciones elementales de geometría".
La escuela de Mileto prosigue con Anaximandro y Anaxímenes. Uno y otro coincidieron en que el principio de todas las cosas es infinito.
Y Russell avanza en su relato con Pitágoras, "intelectualmente uno de los hombres más importantes que han existido. (...). La influencia de las matemáticas en la filosofía, en parte debida a él, ha sido desde entonces tan importante como funesta" (pág. 49). Discípulo de Tales y Anaximandro, Pitágoras fue a visitar a quienes tenía por sus maestros a Mileto. La ciudad de quien la historia habría de considerar el primer matemático puro era otra: Samos. Independientemente de su teorema, Russell concluye que la combinación entre teología y matemáticas, que arranca con Pitágoras, caracterizará la filosofía religiosa de Grecia, de la Edad Media "y en los tiempos modernos hasta Kant" (pág. 57).
[1] En lo que a mí respecta, una de las cosas que más me ha llamado la atención ha sido la conexión existente entre las Matemáticas, la ciencia exacta por antonomasia, y la Filosofía, que diserta sobre los problemas fundamentales con procedimientos no empíricos. Sin embargo, esta sintonía viene dada porque las matemáticas parten de un axioma, es decir: de una proposición asumida dentro de un cuerpo teórico sobre la cual descansan otros razonamientos y proposiciones deducidas de esas premisas. Hablando en plata, un número en sí mismo, es algo metafísico.
(Continúa en el asiento del 26 de marzo de 2019)
Publicado el 18 de marzo de 2019 a las 11:30.