Adiós a "Tiempo" e "Interviú"
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Y ahora voy a contar cómo también yo colaboré en Tiempo e Interviú y fui dichoso. De la segunda, aún recuerdo perfectamente su redacción en la madrileña calle O'Donnell. Con anterioridad había estado en la calle Potosí, pero cuando publiqué mi primera pieza en Interviú -uno de aquellos relatos eróticos que animaron durante tantos años la publicación-, la revista ya ocupaba una planta del edificio que el Grupo Z tuvo durante décadas en O'Donnell.
Y recuerdo asimismo que aquel primer texto en Interviú marcó todo un jalón en mi actividad profesional. Porque, como tantos de mis contemporáneos, fui un lector regular de la revista desde su primer número. De modo que cuando vi mi nombre en ella por primera vez, me sentí por primera vez un profesional del muy noble y siempre improductivo oficio de las letras. Bien es cierto que llevaba publicando desde 1978 y cobrando por ello desde el 84. Por aquel entonces, incluso estaba empleado como guionista en Radio Cadena Española. Pero aquella pieza en Interviú fue especial. Hubo además algo muy entrañable: la chica que ilustraba mi ficción era la misma cuyas fotos, diez años atrás, siendo yo soldado, fueron toda una alegría en el cuartel.
Me estrené en Interviú en el 88. Dos años después publiqué en sus páginas uno de los primeros reportajes sobre La Movida: Del infinito al cero, se titulaba. Más tarde, ya con Ángel Antonio Herrera a cargo de aquellos cuentos eróticos, publiqué un par de ellos. El dinero que me pagaron por el último me permitió comprarme el traje con el que me casé. De modo que, llegada la hora de su cierre, el recuerdo que deja en mí Interviú es tan grato como el de la belleza de Patty Pravo -mi favorita de sus innumerables chicas-, que descubrí en sus páginas en todo su esplendor.
Llegado también el cierre de Tiempo, mi gratitud con ella es aún mayor. Nacida como un cuadernillo interior de Interviú, desde que se independizó en 1982, destacó como la otra gran cabecera semanal del Grupo Z. Pero cumple igualmente recordarla como una de las principales canteras de la crónica de su tiempo -valga la redundancia-. Si se hiciera una nómina de los prestigiosos redactores, colaboradores, directores y firmas que pasaron por sus páginas, se vería que Tiempo de hoy -tal era su nombre al completo- ha sido una escuela de periodismo como sólo lo fuera el diario Pueblo durante el franquismo. Gracias a la buena disposición de Luis Algorri -una de las mejores personas que me he encontrado en cuarenta años de dedicación al muy noble y siempre improductivo oficio de escribir-, yo llegué a Tiempo prácticamente al final de su larga trayectoria, en 2012. Aun así, durante cinco años -hasta finales del pasado mes de abril para ser exactos-, publiqué con una regularidad quincenal algunos de los reportajes más interesantes que he tenido oportunidad de escribir.
Llegada la hora del recuento final, no faltarán comentaristas que alaben como corresponde la calidad de sus exclusivas -algunas hicieron historia- y la excelencia del periodismo que caracterizó a Tiempo. Yo también me descubro ante sus grandezas. Sin embargo, seré más prosaico en mi recuerdo: sencillamente vengo a agradecer todo el trabajo que me dio. Porque, cuando se cierra un medio de comunicación, no sólo se ve mermada la libertad de expresión, también las posibilidades laborales de una profesión.
A diferencia de mis colaboraciones en Interviú, que vieron la luz en esa edad dorada del periodismo que se prolongó desde los años 80 hasta la generalización de Internet -cuando con lo que te pagaban por un reportaje que hacías en un par de tardes te daba para vivir un par de semanas-, cuando llegué a Tiempo la prensa ya estaba en trance de muerte. En consecuencia, se cobraba mucho menos y a mí las cuentas me habían dejado de salir. Aún así, una de las pocas satisfacciones de ese lustro que se fue entre el 12 y el 17 fueron mis textos para Tiempo. Lo que gané con ellos me permitió seguir sobreviviendo del muy noble y siempre improductivo oficio de escribir.
He visto cómo cerraban casi todas las revistas en las que he firmado: Boogie, Dunia, Ajoblanco, Época... Pero el final de Tiempo -el semanario donde más colaboré- me ha conmovido de forma especial. Y al disponerme a suprimir los enlaces de esta misma bitácora que conducen a algunos de los artículos que en ella publiqué -de Tiempo no ha de quedar ni la página web- comprendo que escribir en ella fue un honor y un placer que nunca ha de volverse a repetir.
Publicado el 10 de enero de 2018 a las 01:00.