martes, 19 de noviembre de 2024 08:52 www.gentedigital.es
Gente blogs

Gente Blogs

Blog de Javier Memba

El insolidario

Escribir sobre películas

Archivado en: Inéditos cine, escribir sobre películas

imagen

(publicado originalmente en Zenda)

Miente quien diga que es cinéfilo y pretenda no ser un letraherido. Miente porque la cinefilia -que, en líneas generales, son esas mil palabras que explican el valor de la imagen- tiene en la escritura su máxima expresión. Miente porque en el cine, todo lo que no es literatura es fontanería, mera mecánica al servicio de algo tan literario como cualquier otra narración; ensayo o periodismo en el caso del cine documental. Dicha narración es la que entretiene o divierte a los simples espectadores y subyuga al cinéfilo hasta llevarle a esa quimera que es su obsesión. Dicha narración es el cine propiamente dicho, lo demás, hasta el mismo tomavistas que causa tanta fascinación, es un instrumento al servicio de la historia. Sí señor, hasta la cámara, después de todo, también es fontanería.

 

En efecto, la cinefilia es quimera porque consiste en satisfacer un apetito que, de hecho, es insaciable: la necesidad imperante de ver películas con el objeto de descifrar cuanto concierne a su realización. Particularmente, antes de hacer de tan grata tarea mi destino, cuando sólo veía tres o cuatro cintas a la semana y no era más que un espectador aplicado, creo que me hice cinéfilo coleccionando los fascículos de la enciclopedia El cine de Ediciones Buru Lan. Todas las publicaciones de aquella casa donostiarra, especializada en esplendidas traducciones de clásicos del cómic estadounidense, me procuraron dicha en grado sumo. Aquellas entregas semanales me brindaron mucho más.

Me las reservaban y encuadernaban en la papelería Gardevisa de los números posteriores de la calle de Illescas. Siempre en Madrid. Corría el año 73 y las papelerías -además de librerías- eran establecimientos fabulosos. Aún recuerdo el primer texto cinéfilo que leí: El cine de aventuras, el artículo de César Santos Fontela que abría el primer fascículo. En él, ese lúcido crítico de Nuestro cine, Triunfo, Informaciones y tantas otras prestigiosas publicaciones que fuera el autor, sostenía que el cine era la épica de la centuria pasada. Comparto sin fisuras la opinión. Incluso añadiré algo que, por obvio, casi resulta una perogrullada: el cine fue la manifestación cultural más importante de mi amado siglo XX.

Cuenta William S. Burroughs en el Prefacio de Yonqui (Ediciones Júcar, Madrid 1976) que, siendo un niño, escuchó a una de las sirvientas de su casa hablar de los placeres que proporciona el opio. Al punto se prometió que de mayor fumaría opio. A mí, con la cinefilia, me ocurrió algo parecido. Apenas leí aquel primer texto cinéfilo, esas mil palabras que nos descubren el valor de la imagen, me hicieron prometer que de mayor sería cinéfilo.

 

Aquellos también eran los días en que el western asistía a sus últimos estertores. Uno de los derroteros que tomó en su agonía fue el ecológico y una de las cintas más representativas de aquella deriva fue El hombre de una tierra salvaje (Richard C Sarafian, 1971), cuyo remake habría de ser rodado recientemente por Alejandro González Iñárritu bajo el título de El renacido (2015). Se dio el caso de que yo acababa de ver film, entendido en las ilustraciones de aquel artículo de Santos Fontela como una cinta de aventuras. La lectura de los pies referidos a una serie de fotos que mostraban la dificultad que entrañó para Bill Lodge -el maquillador-, la caracterización del rostro de Richard Harris -el hombre de la tierra salvaje aludido- constituyeron el primer ejemplo de esa maravillosa exégesis del cine que es la cinefilia.

 

Cuarenta y cuatro años después estoy convencido de que la Unesco debería declarar el western Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por los millones de niños del amado siglo XX que aprendimos hombría admirándolo. Y todavía es ahora cuando me reconforta seguir teniendo junto a mi mesa de trabajo la enciclopedia de El cine de Ediciones Buru Lan que, pese al título, es una historia. Siempre a mi lado desde que me descubrió que la cinefilia, básicamente, es literatura.

 

Aquellos fascículos, amén de los primeros textos cinéfilos que leí, fueron los primeros debidos a autores españoles: José Luis Guarner, Pere Gimferrer, Francisco Llinás... A la sazón, lo frecuente era publicar traducciones, que conocieron cierto florecer en la España de los años 60 con el auge de los cineclubes a la sazón. Y traducciones del francés, el inglés y el italiano -por ese orden- fueron los títulos que a partir de 1980 comenzaron a engrosar mi biblioteca cinéfila. Aquel año, con la sala de proyecciones de la Filmoteca -alabado sea su nombre- en el cine Príncipe Pío, comencé a sentarme en la fila uno de las salas para que la cinta me magnetizase aún más y nada ni nadie se interpusiera entre la pantalla y yo. Ya filmólatra más que cinéfilo, buscaba libros de cine en los anaqueles que las librerías de Madrid dedicaban a los manuales de fotografía de las editoriales barcelonesas. Casas como Omega, Daimon o Editorial Hispano Europea. Todas ellas hoy tan olvidadas como las técnicas del revelado y la ampliación del negativo que proponían. Sólo por eso queridísimas para mí.

Aún atesoro varios de aquello tratados, pero a lo que voy ahora es a cómo mi biblioteca se fue ampliando con todas las traducciones de literatura cinéfila que me obsequiaba mi madre en su infinita generosidad y me permitía mi siempre limitado presupuesto. Evocaré únicamente las más preciadas. Destacan entre éstas La historia del cine (Siglo XXI, México DF, 1972) y El diccionario de cineastas (ISTMO, Madrid 1976), ambas de Georges Sadoul; ¿Qué es el cine? (Rialp, Madrid 1966) de André Bazin; Las películas de mi vida (Mensajero, Bilbao 1976), del gran François Truffaut y la colección Cineastas de Editorial Fundamentos en bloque.

 

Sin embargo, los más queridos de entre estos clásicos de la literatura cinéfila eran unos cuadernillos de Carlos Fernández Cuenca que editaba la Filmoteca -alabado sea su nombre-. Aquellos títulos -Erich von Stroheim (1964), El cine soviético del deshielo (1965), El cine de terror en la Universal (1976) y tantos otros- han marcado los capítulos de mi propio relato de la historia del cine. Yo los compraba en la librería de los bajos del cine Alphaville, que entonces llevaba José Flor, uno de los primeros cinéfilos que conocí. Un tipo entrañable y en verdad cabal para lo desequilibrados que podemos llegar a ser cuántos escribimos sobre películas.

 

Si la exégesis de la cinta me fue dada con aquel texto de César Santos Fontela, con los cuadernillos de Carlos Fernández Cuenca descubrí otro de los grandes placeres de la cinefilia: esos títulos de los que sólo ha llegado hasta nosotros su literatura. Habrá que recordar que, con anterioridad al film de seguridad, el safety film impuesto en 1954, el celuloide y el acetato de celulosa de las películas era tan inflamable que éstas ardían por combustión espontánea. Así se perdieron cintas como La cabeza de Jano (F. W. Murnau, 1920), La casa del horror (Tod Browning, 1927) y tantas maravillas, de la pantalla silente y los albores de la sonora, de las que sólo han llegado hasta nosotros los textos que generaron en su momento y alguna fotografía. Esos textos, esa literatura cinéfila dio noticia a la posteridad de la excelencia de las cintas pérdidas con el mismo entusiasmo que los eruditos nos hablan de la Biblioteca de Alejandría.

 

El año 80 sería fundamental en varios aspectos de mi vida. Uno de los regalos de madre -que me llevaba al cine "para distraernos" desde que la recuerdo-, fue La enciclopedia del 7º arte de Salvat. En realidad, es una edición corregida y aumentada de la de Buru Lan. De los ocho tomos originales, más el diccionario de actores, se pasaba a once, sumándose al diccionario de intérpretes el de los realizadores. No en vano, Manuel Salvat -el célere editor barcelonés que fuera el introductor de las enciclopedias en fascículos en España- fue uno de los impulsores de Buru Lan.

 

Con todo, pese a contar ya en mi tesoro con las dos historias del cine españolas, añoraba una tercera, enciclopedia propiamente dicha -ésta sí-, publicada en 1970 por Editorial Labor. La vi por primera vez en el puesto que Juan Carlos Rentero tenía en el vestíbulo de la Filmoteca -alabado sea su nombre-. Quién iba a decirme en aquellos días remotos que, en nuestro 2017, Rentero iba a ser mi editor.

 

Hace ahora treinta y siete años, además de aquel puesto -que fue de hecho una de las primeras librerías cinéfilas de Madrid-, Rentero acababa de poner en marcha Ediciones JC, la primera editorial dedicada en exclusiva a los textos sobre cine. En su colección de cineastas, una pléyade de cinéfilos autóctonos que entonces comenzaba a despuntar, se acercaba a los grandes cineastas desde nuevas ideas y perspectivas.

 

También fue en el año 80 cuando publiqué mi primer texto cinéfilo: un artículo exaltando a Jean Vigo -el Rimbaud del realismo poético francés- aparecido en El pirata, una revista de "viajes imaginarios" dirigida por Jorge Martín Neira. Ofuscado por mi cinefilia, en aquel tiempo empecé a emplearme como técnico de cine. Desempeñé casi todos los oficios de la profesión, malamente, que todo hay que decirlo. A la postre, estaba faltando a mi promesa. Yo quería ser cinéfilo, que no cineasta. Descifrar cuanto concierne a la realización de una película, no hacerlo yo. Trabajar en el cine se me antojaba tan arduo como la construcción. Por eso, al llegar a casa, tras los horarios interminables de los rodajes, me ponía a escribir sobre el cine soñado. Para mí, la escritura siempre ha sido un desquite, una venganza: un ajuste de cuentas con la realidad.

Al final, la escritura me salvó de un destino desdichado llevándome al periodismo. Articulista nato, mercenario de la colaboración periodística, he escrito sobre todo lo que se me ha encargado. Pero mi obra cinéfila siempre ha sido la que más ha llamado la atención. Hace treinta años me di a conocer como novelista con varios títulos que, para bien o para mal, ya casi nadie recuerda. Después vinieron los libros de divulgación. Me siento especialmente orgulloso de los que me encargó Juan Carlos Laviana sobre la Guerra Civil, dentro de la colección que el diario El Mundo dedicó al conflicto entre 2005 y 2006. Del referido a la represión comunista al movimiento libertario en la Barcelona de mayo de 1937 se vendieron más de cien mil ejemplares. También tengo en mucho No halagaron opiniones (Huerga & Fierro, 2014), un recorrido ensayístico por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada, mi favorita. Su origen se remonta a una serie de artículos, publicada a comienzos de siglo en elmundo.es, que me proporcionó mi amigo Leandro Pérez Miguel.

 

Pero mi obra cinéfila es especial. Desde 1990 escribo una buena parte de los obituarios referidos a los muertos de la pantalla en El Mundo. En 2003, con una entrega dedicada a la Nouvelle Vague, inicié una colaboración con la editorial T&B que se prolongó durante siete títulos hasta 2011. El cine de terror de la Universal (2004 y 2007), La década de oro de la ciencia ficción (2005), edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción son algunas de esas propuestas. Y, por supuesto, mi Historia del cine universal, que llegó a las librerías en 2008. En fin, toda una bibliografía con la que cumplí esa promesa que me hice en la adolescencia de ser cinéfilo cuando fueran mayor. Una de las mayores satisfacciones que me ha dado la vida. Pero como el estigma de lo fatal obra en mí de forma indeleble, tanta dicha se vio truncada con la última crisis. ¡Maldita sea mi suerte!

 

La nueva coyuntura afectó seriamente a los libros de cine. A comienzos de este nefasto siglo XXI, a raíz de la gran cantidad de neófitos, que desde que las películas se ven en cualquier sitio se vienen sumando a nuestra idolatría, la literatura cinéfila conoció un apogeo indudable. Pero con la nueva recesión, el volumen de las ventas cayó hasta llegar a las cifras insignificantes que eran habituales con anterioridad. Las condiciones contractuales cambiaron, nuestra colaboración se acabó. Me despedí de T&B llevándome el mejor de los recuerdos, el que corresponde a quienes fueron dos de mis mejores editores. Añadiré que se portaron conmigo mucho mejor que los grandes grupos en los que publiqué esas novelas que ya nadie recuerda, cuyos editores fueron los primeros en olvidar.

 

Dadas las circunstancias, no contaba con volver a escribir libros de cine. Hasta que el pasado mes de septiembre, Juan Carlos Rentero, el único cinéfilo del año 80 que aún frecuenta la Filmoteca -alabado sea su nombre-, me llamó para encargarme uno sobre David Lynch. Fue toda una alegría tras los largos años de desaliento. Recién llegado a las librerías, David Lynch, el onirismo de la modernidad (JC) ha sido mucho más que mi acercamiento a uno de los cineastas más sugerentes del agotado Hollywood de nuestro tiempo. A la larga, este heraldo de la nueva narrativa televisiva, que fue Lynch en su Twin Peaks (1990), también lo ha sido del reverdecimiento de mi vieja promesa frente a El cine de Buru Lan. Lo diré evocando a Sandy Williams (Laura Dern) en Terciopelo azul (1986): los petirrojos han vuelto.

Publicado el 19 de mayo de 2017 a las 09:00.

añadir a meneame  añadir a freski  añadir a delicious  añadir a digg  añadir a technorati  añadir a yahoo  compartir en facebook  twittear  votar

Comentarios - 0

No hay comentarios



Tu comentario

NORMAS

  • - Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
  • - Toda alusión personal injuriosa será automáticamente borrada.
  • - No está permitido hacer comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • - Gente Digital no se hace responsable de las opiniones publicadas.
  • - No está permito incluir código HTML.

* Campos obligatorios

Javier Memba

Javier Memba

            Periodista con más de cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978-, Javier Memba (Madrid, 1959) fue colaborador habitual del diario EL MUNDO entre junio de 1990 y febrero de 2020. Actualmente lo es en Zenda Libros. Estudioso del cine antiguo, en todos los medios donde ha publicado sus cientos de piezas ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción-, La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008).

 

            Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014) fue un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada. Por su parte, David Lynch, el onirismo de la modernidad (2017), fue un estudio de la filmografía de este cineasta. El cine negro español (2020) es su última publicación hasta la fecha.  

 


 

          

 

Miniatura no disponible

 

Javier Memba en 2009

 

Javier Memba en 1988

 

Javier Memba en 1987

 

1996

 

 

Javier Memba en la librería Shakespeare & Co. de París

 

 

 

 

Imagen

 

 

COMPRAR EN KINDLE:

 

 

 

contador de visitas en mi web



 

 

Enlaces

-La linterna mágica

-Unas palabras sobre Vida en sombras

-Unas palabras sobre La torre de los siete jorobados

-50 años de la Nouvelle Vague en Días de cine

-David Lynch, el onirismo de la modernidad en Radio 3

-Unas palabras sobre Casablanca en Telemadrid

-Unas palabras sobre Tintín en Cuatro TV

 

 

ALGUNOS ARTÍCULOS:

Malditos, heterodoxos y alucinados de la gran pantalla

Nuevos momentos estelares de la humanidad

Chicas yeyés

Chicas de ayer

Prólogo al nº 4 de la revista "Flamme" de la Universidad de Limoges

Destinos literarios

Sobre La naranja mecánica

Mi tributo al gran Chris Marker

El otro Borau

Bohemia del 89

Unos apuntes sobre las distopías

Elogio de Richard Matheson

En memoria de Bernadette Lafont

Homenaje al gran Jean-Pierre Melville

Los amores de Édith

Unos apuntes sobre La reina Margot

Tributo a Yasujiro Ozu con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento

Muere Henry Miller

Unos apuntes sobre dos cintas actuales

Las legendarias chicas de los Stones

Unos apuntes sobre el "peplum"

El cine soviético del deshielo

El operador que nos devolvió el blanco y negro

Más real que Homeland

El cine de la Gran Guerra

Del porno a la pantalla comercial

Formentera cinema

Edward Hopper en estado puro

El cine de terror de los años 70

Mi tributo a Lauren Bacall

Mi tributo a Jean Renoir

Una entrevista a Lee Child

Una entrevista a William McLivanney 

Novelistas japonesas

Treinta años de Malevaje

Las grandes rediciones del cómic franco-belga

El estigma de La campana del infierno

Una reedición de Dalton Trumbo

75 años de un canto a la esperanza

Un siglo de El nacimiento de una nación

60 años de Semilla de maldad

Sobre las adaptaciones de Vicente Aranda

Regreso al futuro, treinta años después 

La otra cabeza de Murnau

Un tributo a las actrices de mi adolescencia

Cineastas españoles en Francia

El primer surrealista

La traba como materia literaria

La ilustración infantil de los años 70

Una exposición sobre la UFA

La musa de John Ford

Los icebergs de Jorge Fin

Un recorrido por los cineastas/novelistas -y viceversa-

Ettore Scola

Mi tributo a Jacques Rivette

Una película a la altura de la novela en que se basa

Mi tributo a James Cagney en el trigésimo aniversario de su fallecimiento

Recordando a Audrey Hepburn

El rey de los mamporros

Una guía clásica de la ciencia ficción

Musas de grandes canciones

Memorias de la España del tebeo

70 años de la revista Tintín

Ediciones JC regresa a sus orígenes

Seis claves para entender a Hergé

La chica del "Drácula" español

La primera princesa de la lejana galaxia

El primer Tintín coloreado

Paloma Chamorro: el fin de "La edad de oro"

Una entrevista a la fotógrafa Vanessa Winship

Una recuperación del Instituto Murnau

Heroínas de la revolución sexual

Muere George A. Romero

Un mito del cine francés

Semblanza de Basilio Martín Patino

Malevaje en la Gran Vía

Entrevista a Benjamin Black

Un circunloquio sobre la provocación

Una nueva aventura de Yeruldelgger

Una dama del crimen se despide

Recordando a Peggy Cummins

Un tributo a las yeyés francesas

La última reina del Technicolor

Recordando a John Gavin

Las referencias de La forma del agua

El Madrid de 1988

La nueva ola checa

Un apunte sobre Nelson Pereira dos Santos

Una simbiosis perfecta

Un maestro del neorrealismo tardío

El inovidable Yellowstone Kelly

Que Dios bendiga a John Ford

Muere Darío Villalba

Los recuerdos sentimentales de Enrique Herreros

Mi tributo a Harlan Ellison

La inglesa que presidió el cine español

La última rubia de Hitchcock

Unos apuntes sobre Neil Simon

Recordando Musicolandia

Una novelista italiana

Recordando a Scott Wilson

Cämilla Lackberg inaugura Getafe Negro

Una conversación entre Läckberg y Silva

El guionista de Dos hombres y un destino

Noir español y hermoso

Noir italiano

Mi tributo al gran Nicholas Roeg

De la Escuela de Barcelona al fantaterror patrio

Recordando a Rosenda Monteros

Unas palabras sobre Andrés Sorel

Farewell to Julia Adams

Corto Maltés vuelve a los quioscos

Un editor veterano

Una entrevista a Wendy Guerra

Continúa el misterio de Leonardo

Los cantos de Maldoror

Un encuentro con Clara Sánchez

Recuerdos de la Feria del Libro

Viajes a la Luna en la ficción

Los pecados de Los cinco

La última copa de Jack Kerouac

Astérix cumple 60 años

Getafe Negro 2019

Un actriz entrañable

Ochenta años de "El sueño eterno"

Sam Spade cumple 90 años

Un western en la España vaciada

Romy Schneider: el triste destino de Sissi

La nínfula maldita

Jean Vigo: el Rimbaud del cine francés

El último vuelo de Lois Lane

Claudio Guerin Hill

Dennis Hopper: El alucinado del Hollywood finisecular

Jean Seberg: la difamada por el FBI

Wener Herzog y la cólera de Dios

Gordad, el gran maese de la heterodoxia cinematográfica

Frances Farmer, la esquizofrénica que halló un inquietante sosiego

El hombre al que gustaba odiar

El gran amor de John Wayne

Iván Zulueta, arrebatado por una imagen efímera

Agnès Varda, entre el feminismo y la memoria

La reina olvidada del noir de los 40

Judy Garland al final del camino de adoquines amarillos

Jonas Mekas, el catalizador del cine independiente estadounidense

El gran Edgar G. Ulmer

La última flapper; la primera it girl

El estigmatizado por Stalin

La controvertida Egeria del Führer

El gran Tod Browning

Una chica de ayer

El niño que perdió su tren eléctrico

La primera chica de Éric Rohmer

El último cadáver bonito

La exnovia de James Dean que no quiso cumplir 40 años

Don Luis Buñuel, "ateo gracias a Dios"

La estrella cuyo fulgor se extinguió en sus depresiones

El gran cara de palo

Sylvia Kristel más allá de Emmanuelle

Roscoe Arbuckle, cuando se acabaron las risas

Laura Antonelli, la reina del softcore que perdió la razón

Nicholas Ray, que nunca volvió a casa

El vuelo más bajo de la princesa Leia Organa

Eloy de la Iglesia y el cine quinqui

Entiérralo con sus botas, su cartuchera y su revólver

La chica sin suerte

Bela Lugosi y la sombría majestuosidad de Drácula

La estrella de triste suerte

La desmesura de Jacques Rivette

Françoise Dorléac

Klaus el loco

Una hippie de los 70

Jean Esustache, entre la Nouvelle Vague y el ascetismo

Nadiuska, un juguete roto

Thea von Harbou

Jesús Franco

David Cronenberg

Sharon Tate, como en un cuento de Sheridan Le Fanu

Un guionista sediento

La reina del fantaterror patrio

Dalton Trumbo y los diez de Hollywood

La primera chica que arrojó una tarta 

El desdichado Hércules contemporáneo

En la tradición familiar

El músico del realismo poético

Otro tributo a la gran Patty Shepard

Elmer Modlin y su extraña familia

Las coproducciones internacionales rodadas en España

Marilyn Monrore y su desesperado último gesto

Un amor más poderosos que la vida

El actor atrapado en sus personajes

Entre el fantasma de su madre y el final del musical

Barbet Schroeder

Amparo Muñoz

Samuel Bronston más alla de Las Rozas

Chantal Akerman

Françoise Hardy 

Un antiguo dogmático

Jane Birkin

Anna Karina, su turbulento amor y el Madison

Sandie Shaw, ya con calzado

El gran Serge Gainsbourg

Entre la niña prodigio y la mujer concienciada

La intérprete de Shakespeare que inspiró a The Rolling Stones

La maleta del capitán Wajda

Val Lewton y su dramatización de la psicología del miedo

La alimaña de Whitechapel

Cristina Galbó

La caravana Donner

Eddie Constantine

Un nuevo curso del tiempo

Rosenda Monteros

Una criatura de la noche

Una carta a Nicolás I

Edison y el 35 mm

Barbara Steele

El felón Esquieu de Floyran acaba con los templarios

Entre Lovecraft y Hitchcock

Tchang Tchong Yen recuerda a Hergé

La musa del ciberpunk

Néstor Majnó

Una leyenda del Madrid finisecular

El rey de la serie B

La primera cosmonauta soviética

Cuando la injuria sucede a la fatalidad

Bajo Ulloa y sus cuentos crueles

La cicerone de los Stones en el infierno 

Nace Toulouse-Lautrec

El París del Charlestón se rinde a Josephine Baker

Nastassja Kinski, la dulce hija del ogro

Un tributo a Sam Peckinpah

La leyenda del London Calling

Fiódor Dostoievski frente al pelotón de fusilamiento

Mi alucinada favorita

El hombre de las mil caras

El 7º de Caballería pierde la gloria

Un recuerdo de Silke

El genocidio camboyano

Peter Bogdanovich

Guy Debord y la sociedad del espectáculo

Un héroe de Iwo Jima 

Lupe Vélez tras el último tequila sunrise

El general Lee

Roman Polanski

Un hampón italoamericano

Jane Fonda en su juventud

Kraken en la Cuesta de Moyano

Josef von Sternberg

The Beatles en The Carvern y en el show de Ed Sullivan

Que la tierra le sea leve a Douglas Trumbull

El último superviviente del hampa de Chicago

Inma de Santis

El Álamo

Una musa insumisa

El malvado Zaroff y un elogio a las revistas pulp

Miles Davis

Un polaco y el amour fou

La Legión extranjera como género literario

Conchita Montenegro

Peter Lorre y su cara de villano

El juez de la horca

Syd Barrett

Kathleen Turner

Una caricatura de la hombría

Eric Clapton

Helga Liné

Butch Cassidy

Carlos Arévalo, un cineasta español

Nace el último bohemio

Pascual García Arano

María Perschy

El Combray de Ingmar Bergman

Carlos Castaneda

Una canción de Neil Young

Un suicida dandi

Hedy Lamarr

Philip K. Dick y sus realidades bastardas

La última mujer fatal

Andréi Tarkovski, otro maldito por la censura soviética

Nace la música de la New Age

"Wie einst" Lili Marleen

Una lectura de Byron en Villa Diodati

Un apostol de la sedición juvenil

Ava en mi ciudad

Rider Haggard

Una entrada para la "Historia universal de la infamia"

La Marguerite Duras cineasta

Gallardo y calavera

El hombre que vendió su alma a Elizabeth Taylor

El crímen de Charlotte Corday

Un elogio entusiasta de la urbe

Un ángel caído

Mary Bradbury teme por su vida

Pierre Étaix y su triste gracia

El mejor verano de los Rolling

María Rosa Salgado y su conmovedora discrección

La valentía de Ramón Acín

Sylvie Vartan

La cruz de Malta de Wim Wenders

La epifanía de Louis Daguerre

Carroll Baker

Marie Laforêt y mi amigo Eloy

Eliseo Reclus atisba su quimera

Patty Pravo

Richard Pryor contra sí mismo

Miroslava, una actriz marcada por la fatalidad

France Gall y el doble sentido

Robert Bresson y el cine puro

La gesta de Alekséi Stajánov

Nace el Rimbaud del Rock & Roll seminal

Dominique Dunne, una filmografía que se quedó en el aire

Un actor vampirizado por un personaje

Tolkien publica El Hobbit

La segunda musa de Godard

John Dos Passos entra en la eternidad

Alain Resnais, el cine de la memoria

Una musa del filme noir

El cadáver de Nancy Spungen en el Chelsea Hotel

La historia de Bobby Driscoll

Un icono del feminismo

Recordando a Tina Aumont

Colgaron a Gilles de Rais

Dario Argento

Nico en el cine

Dylan Thomas en su último trance

Brigitte Helm

Un punkie en la Disney 

Nace Billy el Niño

The Wall

Tennessee Williams

Vivien Leigh

Kazuo Sakamaki salva la vida en Pearl Harbor

El proscrito de la Escuela de Barcelona 

47 hombres de honor

Charlotte Rampling

La incomunicabilità del gran MIchelangelo Antonioni

F. Scott Fitzgerald

Un pilar del cómic estadounidense

Juliet Berto

Erik, el fantasma de la Ópera

Una comedia francesa

Un pesimista alegre

Una mirada indolente a la derrota 

Sender en Casas Viejas

Kipling en su último momento

Los hermanos Marx

Puente sobre aguas turbulentas

Anouk Aimée

Mary Shelley

Quentin Tarantino

Neal Cassady 

Natalie Wood

La heterodoxia de Ermanno Olmi

Fu-Manchú

Stefan Zweig pone fin a sus días

 

 

 

 

 

 

EN TU MAIL

Recibe los blogs de Gente en tu email

Introduce tu correo electrónico:

FeedBurner

Archivo

Grupo de información GENTE · el líder nacional en prensa semanal gratuita según PGD-OJD