Un mito que se me derrumba (la fotografía en blanco y negro)
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Mods en sus vespas durante el fin de semana yeyé (Gijón, 2003) Foto del autor.
De un tiempo a esta parte hago más fotos que nunca. Sin embargo, no dejo de darle vueltas a que ninguna es en blanco y negro, la imagen que cultivé, principalmente, desde los comienzos de mi afición -hace ya más de cuarenta años- hasta una visita a Soria de hace un par de veranos. En aquel viaje tomé las últimas instantáneas que en verdad sentí en dicho cromatismo. Después sólo he hecho un par de ellas: a una ciclista de El Retiro y a una procesión de San Isidro con la que me topé en La Latina la primavera pasada. Una y otra me resultan espurias.
No sin cierta desazón he comprendido que la imagen en blanco y negro ha dejado de ser uno de mis mitos. De hecho, bastaría con elegir la opción correspondiente en el menú de la cámara o del teléfono -ahora tomo muchas más instantáneas con el smartphone, ésa es otra- para seguir fotografiando con aquel cromatismo. Pero al hacerlo, ya digo, las imágenes se me han antojado impostadas. Ya no son lo habitual, que sí fueron, para los que descubrimos el revelado mediados los 70. Aquellos eran los días en que las emulsiones en color al alcance del común de los aficionados -a excepción hecha del entrañable Kodachrome y el resto de las reversibles- no nos satisfacían a cuantos buscábamos la reproducción brutal de la realidad a través de una gama de grises. Fue entonces, en aras del esmero en su revelado, cuando la imagen en blanco y negro se convirtió en uno de mis mitos. Agrandado además porque fue la practicada por mis fotógrafos favoritos. Desde Nadar y otros daguerrotipistas hasta David Bailey y otras cámaras del Swinging London. La cinefilia, que toca tan de cerca al blanco y negro, llegó después. No era más que un buen espectador cuando mitifiqué este cromatismo, que ahora se me antoja un artificio. Incluso la fotografía periodística y el cine documental -que asiste a una eclosión sin precedentes-, dos géneros que antaño fueran, poco menos que en exclusiva, en blanco y negro, han renunciado a él. No carente de esa nostalgia que siempre me abruma ante el derrumbamiento de mis mitos, vengo a reconocer aquí que, hoy por hoy, hacer una fotografía en blanco y negro me resultaría falso, un artificio en busca de lo pretendidamente artístico.
Y es ahora, que el color digital me satisface y mis fotos se han visto libres de ese lastre que fue para mí su revelado, siempre por la noche y en condiciones precarias, cuando en la toma de vistas creo haber alcanzado el equilibrio.
Publicado el 12 de febrero de 2016 a las 18:30.