El Libro del Castellano de Coucy
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Poco de lo que imaginé a tenor del subtítulo de este poema de Châtelain de Coucy -la perversidad de un hombre medieval, que sabiéndose engañado por su mujer mata al amante de ella y le hace comer su corazón- ha resultado ser cierto. Sin embargo, ésta no ha sido esa narración tediosa que, a falta de ese asunto, hubiera cabido esperar. En buena medida ello se debe a que el lenguaje medieval, original del texto, ha sido actualizado. Bien puede decirse que el único anacronismo que se conserva es el hablar de conceptos como el amor, la tristeza, la soledad, tal si fueran personas: "Amor, única senda que conduce a una vida honesta, me ha empujado" (pág 43)... Por lo demás, los distintos versos que conformaban las distintas partes del romance -se trata de una obra atribuida a un juglar, el susodicho Castellano de Coucy- han sido adecuados a los capítulos que vienen a conformar una suerte de novela por la traductora Meritxell Simó Torres.
Tras una introducción de Isabel de Riquer -medievalista que supongo emparentada con su gran colega Martín de Riquer-, referida a las diferentes versiones de la leyenda -algunas de las cuales también hablan del miembro viril del amante, ofrecido por el marido engañado como vianda a su esposa-, se nos presenta al Castellano de Coucy como un paladín de las justas y torneos de la Francia del medievo. Perdidamente enamorado de la señora de Fayel, mujer casada, acabará seduciéndola por su bravura y por los versos que no tardan en llegar oídos de ella.
Tras defender los colores de su señora con valentía, ésta acaba entregándose a él con la complicidad de su doncella. Su adulterio, siempre presentado como un amor puro, no tarda en ser descubierto por la señora de Vermadois, quien, tras pretender inútilmente hacer del Castellano de Coucy su amante, se empeña en descubrir quién ocupa su corazón. Ya al corriente de la traición de la señora de Fayel, no tarda en delatarla a su esposo mediante las argucias necesarias.
Descubierto el Castellano cuando iba a amar a su dueña, evitará las iras del cornudo convenciéndole de que es la doncella de su señora quien a él le inspira. A partir de ese momento, los encuentros, aunque ilícitos siempre presentados como puros -en la Edad Media los matrimonios siempre eran de conveniencia, ajenos a los sentimientos de los contrayentes-, se verán condenados a un mayor secretismo. Entre tanto, nuestro Castellano tiene tiempo de vengarse emplazando a la señora de Vermadois a una cita que será convenientemente descubierta por unos testigos.
Como el señor de Fayel sigue sospechando, tras celebrarse un torneo acabará urdiendo una maniobra por la que el Castellano de Coucy se verá obligado a partir con el rey inglés Ricardo Corazón de León a las cruzadas. En Tierra Santa, el paladín será herido mortalmente, yendo a entregar el alma en el barco que le trae de regreso a Europa. Es entonces cuando encomienda a su escudero que le extraiga el corazón y lo embalsame para llevárselo a su amada junto con las trenzas que ella le entregó antes de su partida.
Descubierto el recadero por el marido engañado, ordenará a su cocinero que guise tan siniestra vianda. Tras descubrir a su esposa el origen de su alimento, esta morirá de pena. El cornudo, criminalizado por los otros señores del lugar, expirará en el exilio.
(mayo, 2002)
Publicado el 21 de diciembre de 2015 a las 10:15.