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"Un asunto tenebroso" de Honoré de Balzac

Archivado en: Cuaderno de lecturas, sobre "Un asunto tenebroso", de Honoré de Balzac

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            Hace algunos meses, un reconocido traductor de francés -quien por otro lado merece todos mis respetos- afirmaba que Un asunto tenebroso (1841), Ilusiones perdidas (1843) y Esplendores y miserias de las cortesanas (1847) deberían editarse juntas para que el lector pudiera descubrir en un sólo volumen el genio de Balzac. No comparto esa opinión. Recién leído Un asunto tenebroso no creo que esté a la altura de la grandeza de Ilusiones perdidas y Esplendores y miserias... A mi juicio, ese lugar en el volumen introductorio debería ocuparlo Eugenia Grandet (1834) o El tío Goriot (1835). Coincido con Carlos Pujol, cuyo Balzac y la Comedia Humana (1974) sigue siendo mi principal guía en el universo del novelista, cuando escribe sobre Un asunto tenebroso: "tal vez no sea una de sus obras más perfectas y acabadas, pero sí tiene una variedad de facetas tan bien trabajadas que merece toda nuestra atención" (Op. cit. pág 299).

            Acaso sea la presencia de Corentin, el intrigante agente de policía que detuviera a Lucien de Rubempré en Esplendores y miserias... -y en menor medida de Rastignac, que es uno de los que asisten a la explicación del asunto al cabo de los años en el salón de la princesa de Cadignan- el único nexo de unión que haya entre esta obra menor y aquella obra maestra.

            Las proverbiales, por exhaustivas, descripciones del maestro, esas que hacen que se le considere más realista que la realidad -porque en la vida real, a no ser que tengamos un especial interés en ello, nunca nos fijamos ni en el atuendo de las personas con las que tratamos ni en la decoración de las estancias que nos reciben con el escrúpulo que lo hace Balzac-, aquí alcanzan el paroxismo. Tan es así que el primer capítulo ocupa cien páginas de una narración que sólo tiene doscientas dieciocho. Esa desproporción en el conjunto del relato es lo primero que me ha llamado la atención.

            Estamos en Troyes, un municipio de Champaña. Corre el año 1803 y aún persisten los temores y recelos del Reinado del Terror. Lo que se nos cuenta en ese primer capítulo es el intento de detención por parte de Corentin de los gemelos Simeuse -Pablo María y Mariano Pablo-, nobles emigrados pertenecientes al ejército de Condé. Se les sabe vueltos a su casa tras participar en las guerras revolucionarias francesas y haber estado implicados en una conjura contra Napoleón.

            Puesto a ello, Corentin se presenta en la residencia del senador Malin, conde de Grondeville. Ocupa el senador la antigua propiedad de los Simeuse. El senador -un arribista que está al servicio del gobierno con las mismas que sería monárquico si hubiera triunfado el ejército de Condé- se hizo con ella cuando le fue confiscada a sus propietarios (pág. 33). Una vez en el parque de Grondeville, Corentin pregunta a Michu -el administrador de Malin- por los gemelos. Aunque Michu también ha medrado con el cambio de régimen, su fidelidad a la causa de los aristócratas -como se demostrará al final de la historia- es a toda prueba.

            La heredad de los Cinq-Cygne, contigua a las de los Simeuse -sus primos- ha corrido la misma suerte con la Revolución. Michu también es el administrador de lo poco que le han dejado a Laurencia de Cinq-Cygne, la duquesa de Cinq-Cygne, y corre a ponerla sobre aviso pues es ella quien esconde a los gemelos. Tengo la impresión de que el administrador, aunque casado con Marta, "una preciosa rubia de mirada azul, con formas de estatua clásica" (pág. 14), está secretamente enamorado de la duquesita, como a menudo la llama Balzac. Es más, incluso puede decirse que ese amor que inspira al administrador la señorita de Cinq-Cygne es el que siente el autor por su personaje, expresión a su vez de la admiración que sintió por todas las damas del gran mundo en la vida real.

            Cuando al cabo de esas cien páginas los Simeuse consiguen escapar, Corentin da a entender a Michu que se vengará de él.

            Dos años después, todo parece olvidado. La duquesa, convertida en la mujer más admirada de la localidad, se debate entre a cual de sus primos conceder su mano. Pero estos son detenidos junto a Michu y otro afecto a los viejos blasones: Adrien de Hauteserre. Se les acusa de haber secuestrado al senador Malin.

            En realidad, el secuestro de Malin obedece a una orden del temido Fouché de quien Corentin -según nos da a entender Balzac en Esplendores y miserias...- es hijo natural. Creador del ministerio del interior francés y del espionaje moderno, Joseph Fouché fue un personaje real, quien envió a la guillotina a Robespierre, ni más ni menos. Capaz de urdir intrigas y desenmascáralas él mismo para agrado del poder, Malin estaba al corriente de una conjura contra Napoleón -en la que participó Fouché- en caso de que, tiempo atrás, el emperador hubiese regresado a París derrotado tras la batalla de Marengo. Como Napoleón sigue al frente del imperio y Fouché es el jefe de su policía, el pérfido Fouché organiza el secuestro de Malin tras asaltar Grondeville y hacerse en la operación con cuantos documentos le comprometen en la vieja conspiración. Corentin entonces decide poner en marcha su desquite y culpa de ello a quienes se la jugaron años atrás, como ya dejó entrever en su momento.

            Con Michu y los aristócratas detenidos, Corentin tiende una celada a la mujer de aquél, Marta, la preciosa rubia de mirada azul. El engaño consiste en enviarle una nota, haciéndola pasar por un autógrafo de Michu, en la que le pide que lleve comida al senador a la cueva donde lo mantienen secuestrado. Se trata de un escondite utilizado por los aristócratas en el primer capítulo, un lugar, por lo tanto, conocido por todos. Marta, en efecto, lleva comida al cautivo. Malin reconoce las manos de la mujer de su administrador y, por más que Michu aseguré en el proceso que jamás escribió el billete a su mujer, será la prueba concluyente.

            Condenados todos a muerte, la duquesita, ni corta ni perezosa, no duda en visitar a Napoleón en la víspera de la batalla de Jena. Aunque obtiene el perdón para sus primos, apenas se les libera reciben la orden de incorporarse a una unidad que parte al punto para el frente en una omisión suicida. Allí es, en efecto, donde los dos mueren por Francia. Son por lo tanto como esos treinta mil inocentes, de los que habla Napoleón en la noche que precede a la batlla, con cuya muerte cuenta al día siguiente. Es uno de los fragmentos que más me han impresionado (pág. 203).

            Michu irá a la guillotina andando y tan dignamente como si también hubiera sido uno de esos aristócratas por cuya causa va a morir. Ha tenido el honor de besar a la duquesa en las mejillas y con eso le basta en pago a su sacrificio.

           Muchos años después, tras la restauración borbónica, que a la duquesa de Cinq-Cygne la coge tarde, siendo ya una mujer sin ímpetus y casada con Adrien de Hauteserre, el asunto tenebroso se explica en esa reunión en casa de la princesa Cadignan ya aludida (pág. 209)

            Siendo el caso que en otro tiempo y en otro lugar -la Turena de 1800-, el asunto tenebroso -uno de los muchos urdidos por Fouché- fue verdad y que el maestro se limita a introducir unos personajes ficticios -que reproducen la experiencia de los verdaderos-, esta pieza está considerada la primera novela histórica. A este respecto cabría apostillar esas propuestas de Walter Scott que tanto gustaban al propio Balzac. Por ejemplo: Ivanhoe (1809).

            También suele alabarse el tono elegiaco con el que el maestro nos presenta a la aristocracia asistiendo a su crepúsculo. Ante la burguesía emergente con sus cicaterías, los emigrados son como unos caballeros andantes a la usanza de la Edad Media. Supongo que se debe a la fascinación que la nobleza ejercía sobre Balzac y sobre todos los burgueses que, como él, soñaron con un título nobiliario que les redimiera socialmente. Desde este punto de vista, también hay mucho del novelista en Michu.

 

            A mi juicio, el principal mérito de esta seudoficción consiste demostrarnos algo que yo imagino desde hace mucho tiempo: quien molesta a quienes ostentan el poder siempre acaba condenando. Si no hay cometido crimen alguno, se le enjareta uno ajeno. Es más, las leyes están escritas al servicio del poder.

Publicado el 19 de junio de 2015 a las 23:45.

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Comentarios - 1

1 | María Pilar - 22/6/2024 - 23:05

Lo estoy leyendo ahora, pero me está costando un poco. No me gusta dejar libros a mitad, y llegó un punto en que me di cuenta de que estaba atrapada por la historia, aunque un poco mareada por tantos nombres -unos reales, otros creados por el autor-y pérdida en el período histórico.
He tenido que refrescar esa época, y buscar la biografía de Balzac, porque me ha sorprendido la devoción a esa nobleza que ya estaba pasada de moda en el momento en que tiene lugar la historia.
Algunos personajes no han resistido el paso del tiempo, pero me está pareciendo una gran novela.

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Javier Memba

Javier Memba

            Periodista con más de cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978-, Javier Memba (Madrid, 1959) fue colaborador habitual del diario EL MUNDO entre junio de 1990 y febrero de 2020. Actualmente lo es en Zenda Libros. Estudioso del cine antiguo, en todos los medios donde ha publicado sus cientos de piezas ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción-, La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008).

 

            Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014) fue un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada. Por su parte, David Lynch, el onirismo de la modernidad (2017), fue un estudio de la filmografía de este cineasta. El cine negro español (2020) es su última publicación hasta la fecha.  

 


 

          

 

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