viernes, 13 de diciembre de 2024 09:28 www.gentedigital.es
Gente blogs

Gente Blogs

Blog de Javier Memba

El insolidario

La gran musa de las vanguardias

Archivado en: Cuaderno de lecturas, sobre "Kiki de Montparnasse" de Catel Muller y José-Louis Bocquet

imagen

El "Violon d’ Ingrés", de Man Ray

            La mujer cuyo cuerpo habría de dar forma al Violon d' Ingrés, la célebre fotografía publicada por Man Ray en el número de la revista Littérature aparecido el 13 de junio de 1924, vino al mundo el 2 de octubre 1901 en Châtgillon-sur-Seine (Borgoña) con el nombre de Alice Ernestina Prin. Fue una hija adulterina de Marie Ernestina Prin, una tipógrafa seducida y abandonada por un carbonero de su calle que se marchó a París para ocultar su vergüenza, confiando a su madre el cuidado de su hija. La pequeña Alice creció así pasando hambre junto a su abuela y sus primos. Todos ellos eran bastardos, como se empeñaban en recordarles los vecinos cuando los niños les hacían objeto de sus travesuras e incluso como les llamaba cariñosamente su propia abuela. Al menos así lo estiman Catel Muller y José-Louis Bocquet en las viñetas de su esplendida novela gráfica Kiki de Montparnasse (Ediciones, Sins entido), uno de los grandes éxitos de este nuevo cómic en los últimos años.

            Ahijada de un traficante de alcohol que quiso a la madre de Alice platónicamente, con su padrino la niña aprendió a beber y a cantar en los tugurios. El licor y las canciones le acompañarían desde el principio hasta el final de sus días. Sin más equipaje que una botella de tintorro y un salchichón de ajo que apestaba el compartimiento, su abuela la puso en el tren que la llevó a París para reunirse con su madre. Cuando la joven Alice llegó a la ciudad donde habría de ser la musa de las vanguardias, contaba 12 años y estaba borracha como una cuba. A buen seguro que la impresión que causó entonces la muchacha en su progenitora fue a abundar en esa vergüenza que siempre le inspiró su hija a Marie Ernestina Prin, tanto por no querida como por aldeana.

            Aunque en un principio Alice fue matriculada por su madre en una escuela de la calle Vaugirard con el propósito de que perfeccionara su ortografía y hacer de ella después otra tipógrafa, las enseñanzas sólo duraron un año. Adolescente aún, apenas tuvo la desdichada Alice edad laboral, la autora de sus días la empleó como aprendiza de diversos oficios. Invariablemente, la muchacha fue despedida de todos sus trabajos. Ya en 1917, empleada en una pastelería, su cuerpo -especialmente sus senos- empezaron a llamar poderosamente la atención de los hombres. Fue entonces cuando, tras enfrentarse a su patrona y volver a ser despedida, posó por primera vez para un artista. Su madre, al enterarse de su nueva ocupación, la repudió. Alice se entregó entonces a la bohemia de Montparnasse.

            Corría 1918 cuando empezó a alternar entre delincuentes y artistas como el expresionista Chaïm Soutine, el primero de los grandes creadores de los que fue musa. Su sueño de entonces era ser una de esas mujeres con sombrero, prenda que distinguía a las señoras de las prostitutas. Esta última, y no ninguna otra, era la consideración que recibían a la sazón las modelos de los artistas. Salvo para hacerla ver hasta qué punto estaba abocada a vivir de mostrar su cuerpo, de nada servían las pruebas a las que se presentaba desnuda, junto a decenas de muchachas, para ser corista en los espectáculos musicales que animaban el París del momento. La que estaba llamada a ser Kiki de Montparnasse seguía peleándose con sus posibles patronos incluso antes de que la contrataran.

              Aunque aquella Alice de 17 años prefería enseñar sus senos por unos francos cuando algún burgués se lo pedía, también ejercía la prostitución ocasionalmente para pagarse un cuarto donde dormir. Junto a alguno de aquellos clientes empezó a consumir cocaína. Acababa de abrir la puerta a lo que Baudelaire fue a llamar "los paraísos artificiales". Así las cosas, cuando Amadeo Modigliani le ofreció esa mantequilla con cannabis, con la que el maestro de Montparnasse 19 se deleitaba, la joven ya sabía lo que era el hachís.

                También sabía quién era Modigliani, Alice, como la mayoría de las mujeres que conocieron al italiano, estaba prendada de él. No obstante, le daba miedo la vehemencia de sus borracheras. Todo Montparnasse sabía de los excesos del más torturado de sus artistas. La modelo y el autor de Madame Zborowska coincidieron sólo una vez. Fue en Chez Rosalie, un restaurante que Rosalie -quien antaño también fuera modelo- regentaba en la calle Campagne-Première. Aquella noche, Modigliani se hallaba en compañía de Maurice Utrillo, para quien Alice ya había posado. No obstante, Muller y Bocquet sostienen que fue Rosalie quien presentó al pintor de las líneas ondulantes, planas y alargadas a su efímera modelo.

             De nuevo borracho y sin dinero para la comida, Modi -como le llamaban las que tanto le querían- se ofreció a pagar, una vez más, mediante un dibujo. Rosalie volvió a aceptar el trato. Eso sí, a condición de que la protagonista del apunte fuera Alice. Parece ser que data de esa velada un dibujo a lápiz de Modigliani que podría ser el de Alice. Cabe asimismo una reflexión sobre el artista y su breve musa. Ya en 1926, seis años después de muerto el italiano, Man Ray publicó otra de sus más célebres fotografías. Noire et Blanche es su título y sorprende comprobar lo deudora que resulta de la estética de Modigliani. El noire en cuestión no es otra cosa que una máscara africana que Kiki -el Blanche- sujeta formando un ángulo de 90 grados con su cara. Kiki, mujer robusta, de proporciones contundentes como todos los que pueden comer a placer después de haber arrastrado hambre durante años, muestra en Noire et Blanche una simplicidad de contornos infrecuente en ella. Sabido es que tanto la influencia de las máscaras africanas como la simplicidad de los contornos de los rostros femeninos y ovalados fueron dos de los parámetros entre los que osciló la obra de Modigliani. A buen seguro que quiere decir algo que Man Ray aluda a él en ese retrato de su musa y amante.

               Aunque Picasso podría haber oír hablar de Kiki por primera vez a Henri-Pierre Roché, quien compró el primer dibujo conocido realizado por la modelo -un retrato del pintor japonés Fujita Tsuguharu- con el mismo entusiasmo que adquiría obras del malagueño -y de Matisse, De Chirico y Modigliani, entre otros vanguardistas- para el coleccionista estadounidense John Quinn, Muller y Bocquet afirman que fue Man Ray quien puso a Kiki en contacto con Picasso.

                Alice había comenzado a ser conocida como Kiki a raíz de que su nuevo amante, el pintor polaco Maurice Mendjisky, la apodara así. Corría entonces el año 1918. El amor se prolongaría hasta 1921. A la sazón, Kiki ya posaba para otro artista polaco, Moïse Kisling, y para el japonés Fujita Tsuguharu, entre otros de los pintores más aclamados. Kiki causaba sensación cada vez que se dejaba ver por La Rotonda, el café de moda en Montparnasse. Aunque por su pelo corto a lo chico, sus sombreros a la moda y su frivolidad pudiera parecerlo, nunca fue la clásica flapper, una de esas chicas al gusto de los alegres años 20 que dejaron fascinado al novelista Francis Scott Fitzgerald. La belleza de Kiki radicaba en su vitalidad, en la exaltación con la que vivía su bohemia.

             Las ironías del destino quisieron que fuera la rusa Marie Vassilieff -la antigua reina del barrio de los artistas, quien ya comenzaba a recelar de la modelo favorita de todos- quien le presentó a Man Ray en diciembre de 1921. Al principio, Kiki desconfiaba de la fotografía. Por así decirlo, la consideraba un arte harto figurativo para retratar un cuerpo como el suyo, del que no acababa de sentirse satisfecha. "Se ve todo", cuentan sus biógrafos que decía. Pero el fotógrafo estadounidense habría de ser otro de los grandes amantes -si no el amante por antonomasia- de la gran musa de las vanguardias. A comienzos de su romance, recién instalados en el Hôtel de Écoles de la calle de Delambre, Ray fotografiaba la obra de Picasso. Fue entonces cuando Kiki le conoció. Aunque no hay constancia de que el malagueño llegara a interesarse por ella ni como modelo ni como mujer, lo cierto es que ambos frecuentaron los mismos cenáculos artísticos en los días del Montparnasse glorioso. Man Ray era un artista admirado y apreciado por el español y Kiki, quemada aún por el fuego que prende a las pasiones en sus comienzos, le acompañaba a donde quiera que fuera.

                Picasso debió de coincidir con ella en el Jockey, el primer night-club de Montparnasse donde Kiki cantaba Les Filles de Camaret y bailaba el cancán con tanta entrega que todos podían comprobar que no llevaba ropa interior cuando levantaba las piernas. También la encontraría en el Dingo, el bar de la calle Delambre donde Kiki se codeó con Hemingway y Francis Scott Fitzgerald. Pero si hubiera que destacar una, de las muchas veladas de gloria vanguardista que el español compartió con Kiki, esa seria la noche del 6 de julio de 1923, durante la exaltación dada de Le Coeur à Barbe que se celebró en el Théàtre Michel. Fue allí donde André Breton y los surrealistas la emprendieron a palos con Tristan Tzara y los dadistas. Tras la pelea se proyectó por primera vez Le retour à la raison, un cortometraje de Ray entre cuyas alucinadas imágenes sobresalía el famoso busto de Kiki. Parece ser que Picasso estaba sentado junto a ella y el fotógrafo mientras se proyectaba ese mito del cine vanguardista.

                     Traslada a Villfranche-sur-Mer en 1925, las prostitutas las toman por una de ellas. En efecto, Kiki alterna con marineros y cuando provoca una bronca con la dueña de un bar es encerrada en la cárcel. Man Ray y los surrealistas se movilizan para sacarla.

                 Kiki sigue consumiendo drogas, que la volverán a llevar a la cárcel en 1946. Mucho antes, en 1932, canta en Berlín para pagar los gastos de hospitalización de su madre, también borracha, que muere durante la estancia de la reina de Montparnasse en la capital alemana. Aunque ya ha tenido otros amantes mientras todavía seguía con Man Ray, se separa definitivamente de él en 1940. Los alemanes avanzan hacia París y la condición de judío del fotógrafo le aconseja regresar a América mientras ella tiene nuevos hombres y continúa cantando por los bares. Man y Kiki no se volverán a ver hasta 1951. Ella ya ha perdido la voz y está hinchada a consecuencia de la hidropesía. Vive de la generosidad de los antiguos amigos, pero su decadencia es inexorable. Muere el 23 de marzo de 1953.

(Una primera versión de este artículo, algo más reducida, fue publicada originalmente en el número de febrero de 2008 de la revista Descubrir el arte. Las fotos son del gran Man Ray)

 

 

Publicado el 16 de abril de 2014 a las 09:45.

añadir a meneame  añadir a freski  añadir a delicious  añadir a digg  añadir a technorati  añadir a yahoo  compartir en facebook  twittear  votar

Comentarios - 0

No hay comentarios



Tu comentario

NORMAS

  • - Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
  • - Toda alusión personal injuriosa será automáticamente borrada.
  • - No está permitido hacer comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • - Gente Digital no se hace responsable de las opiniones publicadas.
  • - No está permito incluir código HTML.

* Campos obligatorios

Javier Memba

Javier Memba

            Periodista con más de cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978-, Javier Memba (Madrid, 1959) fue colaborador habitual del diario EL MUNDO entre junio de 1990 y febrero de 2020. Actualmente lo es en Zenda Libros. Estudioso del cine antiguo, en todos los medios donde ha publicado sus cientos de piezas ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción-, La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008).

 

            Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014) fue un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada. Por su parte, David Lynch, el onirismo de la modernidad (2017), fue un estudio de la filmografía de este cineasta. El cine negro español (2020) es su última publicación hasta la fecha.  

 


 

          

 

Miniatura no disponible

 

Javier Memba en 2009

 

Javier Memba en 1988

 

Javier Memba en 1987

 

1996

 

 

Javier Memba en la librería Shakespeare & Co. de París

 

 

 

 

Imagen

 

 

COMPRAR EN KINDLE:

 

 

 

contador de visitas en mi web



 

 

Enlaces

-La linterna mágica

-Unas palabras sobre Vida en sombras

-Unas palabras sobre La torre de los siete jorobados

-50 años de la Nouvelle Vague en Días de cine

-David Lynch, el onirismo de la modernidad en Radio 3

-Unas palabras sobre Casablanca en Telemadrid

-Unas palabras sobre Tintín en Cuatro TV

 

 

ALGUNOS ARTÍCULOS:

Malditos, heterodoxos y alucinados de la gran pantalla

Nuevos momentos estelares de la humanidad

Chicas yeyés

Chicas de ayer

Prólogo al nº 4 de la revista "Flamme" de la Universidad de Limoges

Destinos literarios

Sobre La naranja mecánica

Mi tributo al gran Chris Marker

El otro Borau

Bohemia del 89

Unos apuntes sobre las distopías

Elogio de Richard Matheson

En memoria de Bernadette Lafont

Homenaje al gran Jean-Pierre Melville

Los amores de Édith

Unos apuntes sobre La reina Margot

Tributo a Yasujiro Ozu con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento

Muere Henry Miller

Unos apuntes sobre dos cintas actuales

Las legendarias chicas de los Stones

Unos apuntes sobre el "peplum"

El cine soviético del deshielo

El operador que nos devolvió el blanco y negro

Más real que Homeland

El cine de la Gran Guerra

Del porno a la pantalla comercial

Formentera cinema

Edward Hopper en estado puro

El cine de terror de los años 70

Mi tributo a Lauren Bacall

Mi tributo a Jean Renoir

Una entrevista a Lee Child

Una entrevista a William McLivanney 

Novelistas japonesas

Treinta años de Malevaje

Las grandes rediciones del cómic franco-belga

El estigma de La campana del infierno

Una reedición de Dalton Trumbo

75 años de un canto a la esperanza

Un siglo de El nacimiento de una nación

60 años de Semilla de maldad

Sobre las adaptaciones de Vicente Aranda

Regreso al futuro, treinta años después 

La otra cabeza de Murnau

Un tributo a las actrices de mi adolescencia

Cineastas españoles en Francia

El primer surrealista

La traba como materia literaria

La ilustración infantil de los años 70

Una exposición sobre la UFA

La musa de John Ford

Los icebergs de Jorge Fin

Un recorrido por los cineastas/novelistas -y viceversa-

Ettore Scola

Mi tributo a Jacques Rivette

Una película a la altura de la novela en que se basa

Mi tributo a James Cagney en el trigésimo aniversario de su fallecimiento

Recordando a Audrey Hepburn

El rey de los mamporros

Una guía clásica de la ciencia ficción

Musas de grandes canciones

Memorias de la España del tebeo

70 años de la revista Tintín

Ediciones JC regresa a sus orígenes

Seis claves para entender a Hergé

La chica del "Drácula" español

La primera princesa de la lejana galaxia

El primer Tintín coloreado

Paloma Chamorro: el fin de "La edad de oro"

Una entrevista a la fotógrafa Vanessa Winship

Una recuperación del Instituto Murnau

Heroínas de la revolución sexual

Muere George A. Romero

Un mito del cine francés

Semblanza de Basilio Martín Patino

Malevaje en la Gran Vía

Entrevista a Benjamin Black

Un circunloquio sobre la provocación

Una nueva aventura de Yeruldelgger

Una dama del crimen se despide

Recordando a Peggy Cummins

Un tributo a las yeyés francesas

La última reina del Technicolor

Recordando a John Gavin

Las referencias de La forma del agua

El Madrid de 1988

La nueva ola checa

Un apunte sobre Nelson Pereira dos Santos

Una simbiosis perfecta

Un maestro del neorrealismo tardío

El inovidable Yellowstone Kelly

Que Dios bendiga a John Ford

Muere Darío Villalba

Los recuerdos sentimentales de Enrique Herreros

Mi tributo a Harlan Ellison

La inglesa que presidió el cine español

La última rubia de Hitchcock

Unos apuntes sobre Neil Simon

Recordando Musicolandia

Una novelista italiana

Recordando a Scott Wilson

Cämilla Lackberg inaugura Getafe Negro

Una conversación entre Läckberg y Silva

El guionista de Dos hombres y un destino

Noir español y hermoso

Noir italiano

Mi tributo al gran Nicholas Roeg

De la Escuela de Barcelona al fantaterror patrio

Recordando a Rosenda Monteros

Unas palabras sobre Andrés Sorel

Farewell to Julia Adams

Corto Maltés vuelve a los quioscos

Un editor veterano

Una entrevista a Wendy Guerra

Continúa el misterio de Leonardo

Los cantos de Maldoror

Un encuentro con Clara Sánchez

Recuerdos de la Feria del Libro

Viajes a la Luna en la ficción

Los pecados de Los cinco

La última copa de Jack Kerouac

Astérix cumple 60 años

Getafe Negro 2019

Un actriz entrañable

Ochenta años de "El sueño eterno"

Sam Spade cumple 90 años

Un western en la España vaciada

Romy Schneider: el triste destino de Sissi

La nínfula maldita

Jean Vigo: el Rimbaud del cine francés

El último vuelo de Lois Lane

Claudio Guerin Hill

Dennis Hopper: El alucinado del Hollywood finisecular

Jean Seberg: la difamada por el FBI

Wener Herzog y la cólera de Dios

Gordad, el gran maese de la heterodoxia cinematográfica

Frances Farmer, la esquizofrénica que halló un inquietante sosiego

El hombre al que gustaba odiar

El gran amor de John Wayne

Iván Zulueta, arrebatado por una imagen efímera

Agnès Varda, entre el feminismo y la memoria

La reina olvidada del noir de los 40

Judy Garland al final del camino de adoquines amarillos

Jonas Mekas, el catalizador del cine independiente estadounidense

El gran Edgar G. Ulmer

La última flapper; la primera it girl

El estigmatizado por Stalin

La controvertida Egeria del Führer

El gran Tod Browning

Una chica de ayer

El niño que perdió su tren eléctrico

La primera chica de Éric Rohmer

El último cadáver bonito

La exnovia de James Dean que no quiso cumplir 40 años

Don Luis Buñuel, "ateo gracias a Dios"

La estrella cuyo fulgor se extinguió en sus depresiones

El gran cara de palo

Sylvia Kristel más allá de Emmanuelle

Roscoe Arbuckle, cuando se acabaron las risas

Laura Antonelli, la reina del softcore que perdió la razón

Nicholas Ray, que nunca volvió a casa

El vuelo más bajo de la princesa Leia Organa

Eloy de la Iglesia y el cine quinqui

Entiérralo con sus botas, su cartuchera y su revólver

La chica sin suerte

Bela Lugosi y la sombría majestuosidad de Drácula

La estrella de triste suerte

La desmesura de Jacques Rivette

Françoise Dorléac

Klaus el loco

Una hippie de los 70

Jean Esustache, entre la Nouvelle Vague y el ascetismo

Nadiuska, un juguete roto

Thea von Harbou

Jesús Franco

David Cronenberg

Sharon Tate, como en un cuento de Sheridan Le Fanu

Un guionista sediento

La reina del fantaterror patrio

Dalton Trumbo y los diez de Hollywood

La primera chica que arrojó una tarta 

El desdichado Hércules contemporáneo

En la tradición familiar

El músico del realismo poético

Otro tributo a la gran Patty Shepard

Elmer Modlin y su extraña familia

Las coproducciones internacionales rodadas en España

Marilyn Monrore y su desesperado último gesto

Un amor más poderosos que la vida

El actor atrapado en sus personajes

Entre el fantasma de su madre y el final del musical

Barbet Schroeder

Amparo Muñoz

Samuel Bronston más alla de Las Rozas

Chantal Akerman

Françoise Hardy 

Un antiguo dogmático

Jane Birkin

Anna Karina, su turbulento amor y el Madison

Sandie Shaw, ya con calzado

El gran Serge Gainsbourg

Entre la niña prodigio y la mujer concienciada

La intérprete de Shakespeare que inspiró a The Rolling Stones

La maleta del capitán Wajda

Val Lewton y su dramatización de la psicología del miedo

La alimaña de Whitechapel

Cristina Galbó

La caravana Donner

Eddie Constantine

Un nuevo curso del tiempo

Rosenda Monteros

Una criatura de la noche

Una carta a Nicolás I

Edison y el 35 mm

Barbara Steele

El felón Esquieu de Floyran acaba con los templarios

Entre Lovecraft y Hitchcock

Tchang Tchong Yen recuerda a Hergé

La musa del ciberpunk

Néstor Majnó

Una leyenda del Madrid finisecular

El rey de la serie B

La primera cosmonauta soviética

Cuando la injuria sucede a la fatalidad

Bajo Ulloa y sus cuentos crueles

La cicerone de los Stones en el infierno 

Nace Toulouse-Lautrec

El París del Charlestón se rinde a Josephine Baker

Nastassja Kinski, la dulce hija del ogro

Un tributo a Sam Peckinpah

La leyenda del London Calling

Fiódor Dostoievski frente al pelotón de fusilamiento

Mi alucinada favorita

El hombre de las mil caras

El 7º de Caballería pierde la gloria

Un recuerdo de Silke

El genocidio camboyano

Peter Bogdanovich

Guy Debord y la sociedad del espectáculo

Un héroe de Iwo Jima 

Lupe Vélez tras el último tequila sunrise

El general Lee

Roman Polanski

Un hampón italoamericano

Jane Fonda en su juventud

Kraken en la Cuesta de Moyano

Josef von Sternberg

The Beatles en The Carvern y en el show de Ed Sullivan

Que la tierra le sea leve a Douglas Trumbull

El último superviviente del hampa de Chicago

Inma de Santis

El Álamo

Una musa insumisa

El malvado Zaroff y un elogio a las revistas pulp

Miles Davis

Un polaco y el amour fou

La Legión extranjera como género literario

Conchita Montenegro

Peter Lorre y su cara de villano

El juez de la horca

Syd Barrett

Kathleen Turner

Una caricatura de la hombría

Eric Clapton

Helga Liné

Butch Cassidy

Carlos Arévalo, un cineasta español

Nace el último bohemio

Pascual García Arano

María Perschy

El Combray de Ingmar Bergman

Carlos Castaneda

Una canción de Neil Young

Un suicida dandi

Hedy Lamarr

Philip K. Dick y sus realidades bastardas

La última mujer fatal

Andréi Tarkovski, otro maldito por la censura soviética

Nace la música de la New Age

"Wie einst" Lili Marleen

Una lectura de Byron en Villa Diodati

Un apostol de la sedición juvenil

Ava en mi ciudad

Rider Haggard

Una entrada para la "Historia universal de la infamia"

La Marguerite Duras cineasta

Gallardo y calavera

El hombre que vendió su alma a Elizabeth Taylor

El crímen de Charlotte Corday

Un elogio entusiasta de la urbe

Un ángel caído

Mary Bradbury teme por su vida

Pierre Étaix y su triste gracia

El mejor verano de los Rolling

María Rosa Salgado y su conmovedora discrección

La valentía de Ramón Acín

Sylvie Vartan

La cruz de Malta de Wim Wenders

La epifanía de Louis Daguerre

Carroll Baker

Marie Laforêt y mi amigo Eloy

Eliseo Reclus atisba su quimera

Patty Pravo

Richard Pryor contra sí mismo

Miroslava, una actriz marcada por la fatalidad

France Gall y el doble sentido

Robert Bresson y el cine puro

La gesta de Alekséi Stajánov

Nace el Rimbaud del Rock & Roll seminal

Dominique Dunne, una filmografía que se quedó en el aire

Un actor vampirizado por un personaje

Tolkien publica El Hobbit

La segunda musa de Godard

John Dos Passos entra en la eternidad

Alain Resnais, el cine de la memoria

Una musa del filme noir

El cadáver de Nancy Spungen en el Chelsea Hotel

La historia de Bobby Driscoll

Un icono del feminismo

Recordando a Tina Aumont

Colgaron a Gilles de Rais

Dario Argento

Nico en el cine

Dylan Thomas en su último trance

Brigitte Helm

Un punkie en la Disney 

Nace Billy el Niño

The Wall

Tennessee Williams

Vivien Leigh

Kazuo Sakamaki salva la vida en Pearl Harbor

El proscrito de la Escuela de Barcelona 

47 hombres de honor

Charlotte Rampling

La incomunicabilità del gran MIchelangelo Antonioni

F. Scott Fitzgerald

Un pilar del cómic estadounidense

Juliet Berto

Erik, el fantasma de la Ópera

Una comedia francesa

Un pesimista alegre

Una mirada indolente a la derrota 

Sender en Casas Viejas

Kipling en su último momento

Los hermanos Marx

Puente sobre aguas turbulentas

Anouk Aimée

Mary Shelley

Quentin Tarantino

Neal Cassady 

Natalie Wood

La heterodoxia de Ermanno Olmi

Fu-Manchú

Stefan Zweig pone fin a sus días

 

 

 

 

 

 

EN TU MAIL

Recibe los blogs de Gente en tu email

Introduce tu correo electrónico:

FeedBurner

Archivo

Grupo de información GENTE · el líder nacional en prensa semanal gratuita según PGD-OJD