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Blog de Javier Memba

El insolidario

Música para camaleones

Archivado en: Cuaderno de lecturas, sobre "Música para camaleones"

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            No leía a Truman Capote desde hace veinticinco años. Ya entonces, cuando terminé en el 87 El invitado del Día de Acción de Gracias, estaba convencido de que junto con Faulkner y Carson McCullers integra el triunvirato rector de la gran narrativa del Sur estadounidense. Pero la singularidad de aquella edición de Lumen -las letras eran verdes- acabó por hacer que la forma pesara más que el fondo. Fui pues el necio que mira al dedo que señala a La Luna y durante este cuarto de siglo he recordado más el color de la tipografía que el encanto de la evocación de sus recuerdos infantiles por parte de Capote, asunto de El invitado.... Siendo el caso de que su capacidad para la remembranza es lo que más admiro en un escritor atento a la realidad -por encima del asunto y la excelencia de su obra- y siendo esa nostalgia una de las constantes en este autor y en estas páginas, mi reencuentro con él en Música para camaleones no ha podido ser más satisfactorio.

            Como ya se atisba en Desayuno en Tiffany's (1957), Capote no fue ese cínico que aparentaba ser puesto a epatar a la prensa y a la alta sociedad que lo encumbró mucho antes de alcanzar la popularidad, incluso en España, con A sangre fría (1966). Debido a su condición más íntima, que lo marginaba de los demás, fue un observador sensible desde sus primeros días. Si se creó ese personaje excéntrico, que también fue, lo hizo para proteger su verdadero y primer yo -el de la condición más íntima- de la gente, a la que sólo se dirigía con sinceridad mediante su obra.

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Publicado el 13 de diciembre de 2012 a las 11:15.

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Celebración de Werner Herzog

Archivado en: Inéditos cine, sobre Werner Herzog

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            Descubrí el Nuevo Cine alemán de los años 70 con más entusiasmo que placer en los cinestudios que animaron la cartelera madrileña a finales de aquella década y en el circuito de la versión original, que prácticamente se reducía a los queridísimos -y naturalmente desaparecidos- Alphaville de la calle Martín de los Heros. No faltaba en tan grato panorama la siempre bienamada Filmoteca, que entonces empezaba a frecuentar.

            De entre los nuevos realizadores germanos proyectados en aquellas pantallas destacaba Wim Wenders, sumo sacerdote de aquella liturgia que fue para mí -para toda una generación de cinéfilos madrileños me atreveré a decir, empero mi sempiterno y exaltado individualismo- el descubrimiento del Nuevo Cine Alemán. Otorgué -¿otorgamos?- a Wenders aquella dignidad merced a cintas como Alicia en las ciudades (1973), En el curso del tiempo (1976) y El amigo americano (1977), que aún ahora sigo considerando -junto a Chinatown (Roman Polanski, 1974)-, lo mejor de ese renacer del relato criminal -que hago extensivo a la manida novela negra- del que ya estoy hasta las narices.

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Publicado el 7 de diciembre de 2012 a las 13:30.

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Explicando las instantáneas (III)

Archivado en: Entre la imagen y las mil palabras, fotografía

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Paisanaje III (la gente)

            Ya va para treinta años que reúno algunos de los clichés de los que me siento más orgulloso bajo el lema de Paisanaje. No hace falta ser el doctor Freud -o el doctor Jung que al representar la heterodoxia frente a la ortodoxia de Freud reviste un mayor interés, ahora que ya empezamos a estar de vuelta de esos dos pilares del siglo XX que fueron Marx y Freud- para comprender la estrecha relación que guarda mi misantropía con mi afán de retratar a los paisanos, a la gente, sin que ellos lo adviertan.

            Ése fue el caso del parisino que espera la llegada de un coche bajo la lluvia en la imagen que abre este asiento. Fue el primer tipo al que retraté en mi tercera visita a mi amada París, allá por el año 2000. Yo estaba sentado en el autobús que nos llevaba a Cristina -cuyo reflejo aparece en el espejo retrovisor- y a mí al hotel.

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Publicado el 28 de noviembre de 2012 a las 08:30.

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Tres lecturas de Bram Stoker

Archivado en: Cuaderno de lecturas, cobre "Drácula", "La madriguera del gusano blanco" y "La dama del sudario"

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                   Decididamente, Bram Stoker no cuenta entre mis favoritos de la literatura consagrada al miedo. Como ya sabrán los lectores de estos apuntes, ésos son el gran Joseph Sheridan Le Fanu -del que Stoker fue un claro discípulo, por no decir imitador- y El outsider de Providence, El extraño cautivo de Rhode Island, que es como también llamamos a Lovecraft quienes descubrimos el encanto del horror en sus cuentos.

                   Stoker es uno de los escritores más sobrevalorados de toda la historia de la literatura. Máxime si se considera que ese vampiro, cuya paternidad suele atribuírsele, es un invento del cine, de tres grandes cineastas: W. F. Murnau, Tod Browning y Terence Fisher. Como vengo sosteniendo desde el estudio que dediqué en al cine de terror de la Universal (T&B Editores, Madrid 2004 y 2006), el Drácula de Stoker no es un dandi y se pasea a las doce del mediodía por Piccadilly. La elegancia del no muerto fue una aportación de Browning, así como la fotofobia lo había sido antes de Murnau.

                   En lo que a la literatura se refiere, también hay antecedentes. Sin ir más lejos está El vampiro (1819), que John Polidori alumbró en junio de 1816, en el glorioso verano de Villa Diodati. Sí señor, en el mismo duelo de ingenio en que Mary Shelley concibió Frankenstein o el moderno Prometeo (1818).

                   Pero también quedó escrito en aquella experiencia suiza de tan insignes ingleses que Polidori, el atormentado médico de lord Byron, fuese uno de los grandes malditos de la historia de la literatura. El resto fue la fortuna, que siempre es ciega, y una crítica superficial -a la que se aferran como a un dogma de fe millones de lectores- que atribuyó un cúmulo de tradiciones centro europeas, relatos anteriores y hallazgos del cine al bueno de Bram Stoker.

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Publicado el 24 de noviembre de 2012 a las 13:00.

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El sudario de hierro y otros cuentos góticos

Archivado en: Cuaderno de lecturas, sobre "El sudario de hierro y otros cuentos góticos"

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                   Tan bien comentada como seleccionada por Roberto Cueto, abre esta espléndida antología -publicada el último año del amado siglo XX por las tristemente desaparecidas Ediciones Celeste con el título de El sudario de hierro y otros cuentos góticos- un lúcido y riguroso estudio sobre lo gótico y los terrores que le sucedieron en el parnaso de la literatura consagrada al miedo. La calidad de estos apuntes preliminares no va a la zaga de los textos copilados en el que fuera el primer número de la efímera pero sobresaliente colección Infernaliana. De modo que es justo decir que ésta selección es en verdad una de las mejores panorámicas que se pueden ofrecer sobre la narrativa gótica desde sus albores hasta sus manifestaciones más logradas.

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Publicado el 18 de noviembre de 2012 a las 22:00.

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El breviario de robots de Stanislaw Lem

Archivado en: Cuaderno de lecturas, sobre "Breviario de robots"

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                   Con el curso del tiempo, las estampas que muestran algunas novelas juveniles han cambiado tanto como la orquestación de las canciones. Yo me quedé con las "250 ilustraciones" de la colección Historias, de la nunca bien ponderada editorial Bruguera. Salvo algunas excepciones, casi siempre concernientes a los sombríos y cautivadores mundos de la fantasía épica, lo que vino después se me antoja tan jovial -y por lo tanto, para mí, cargante- como aquellos dibujitos que hace treinta años ilustraron la campaña electoral del PSOE.

                   No obstante lo cual, es tanta la devoción que siento por Bruguera, donde leí a Charles Maturin y a Francisco Ibáñez, a Raymond Chandler y al capitán Trueno, que cuando di con este ejemplar de El breviario de los robots de Stanislaw Lem, en una librería especializada en restos de ediciones de Gijón, me faltó tiempo para comprarlo. Y sin embargo, su lectura en 2003 fue decepcionante. Ni es la edición íntegra, como se anuncia en la portada, ni sus protagonistas son los robots, como sugiere el libro.

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Publicado el 13 de noviembre de 2012 a las 10:00.

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Otra sobresaliente antología de Valdemar (y II)

Archivado en: Cuaderno de lecturas, sobre "Cthulhu una celebración de los mitos"

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(viene del asiento anterior)

Un enemigo de Lovecraft

            El caso del filósofo Colin Wilson -uno de los Jóvenes Airados de la literatura inglesa, autor de ciencia ficción y genuino representante de ese mundo académico que desdeña a Lovecraft como al resto de los escritores de género- es en verdad curioso. Aunque entró en contacto con Derleth polemizando contra él sobre el valor de la obra del Outsider, fue el propio Derleth quien le exhortó a escribir sobre los mitos de Cthulhu. Así las cosas, mientras por un lado disertaba en sus ensayos contra el extraño recluso de Rhode Island, por el otro escribía El regreso de los Lloigor (1969-1974), su pieza incluida aquí.

            Amén de padre de los mitos, Lovecraft es un personaje frecuente en estas páginas y la narración de Wilson es un buen ejemplo de ello. Su protagonista, Paul Dumbar Lang, es un investigador universitario que está a punto de cumplir 72 años cuando comienza su narración. Esto de encontrar en una ficción a alguien mayor que yo ha sido toda una satisfacción. Dumbar es una de esas eminencias que dudan de que Shakespeare fuese el autor de sus obras.

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Publicado el 10 de noviembre de 2012 a las 04:15.

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Otra sobresaliente antología de Valdemar (I)

Archivado en: Cuaderno de lecturas, sobre "Cthulhu una celebración de los mitos"

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            Tengo la sensación de que Cthulhu una celebración de los mitos va a ser mi último acercamiento al universo de Lovecraft. En los casi treinta y cinco años transcurridos desde que descubrí la obra del Outsider de Providence en una doble selección de Ediciones Acervo a él dedicada; y en los treinta y dos inviernos que se han ido desde que di cuenta por primera vez de la "celebración" de sus mitos por parte de sus acólitos en La huella de Cthulhu de August Derleth, el heraldo de todos sus discípulos, la cosmología creada por Lovecraft en torno al dios de los profundos me ha sido dada por activa y por pasiva en tantas ocasiones -y a cuál más grata, he de reconocer- que ha llegado a ser una de las más familiares de mi experiencia como lector.

            Tanto es así que ese temor a lo desconocido, factor tan determinante en la literatura de miedo como en el miedo mismo, está dejando de contar para mí en lo que a la mitología de lovecraftiana se refiere. Además, ya voy teniendo una edad en que no es descabellado pensar que puede haber muchas cosas que no he de volver a hacer. No sé por qué me da que adentrarme en el universo de los mitos de Cthulhu es una de ellas. Aunque espero equivocarme.

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Publicado el 10 de noviembre de 2012 a las 03:30.

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Un amor platónico del gran André Breton

Archivado en: Cuaderno de lecturas, sobre "Nadja"

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                   Atraído por la heterodoxia desde que empezó a interesarme la cultura, huelga decir que el surrealismo -que una primera apreciación es la mayor subversión de la realidad- fue la vanguardia que más me llamó la atención desde la adolescencia. Antes incluso de tener noticia de las vanguardias artísticas y literarias del amado siglo XX, las excentricidades de Dalí en la televisión de mi infancia, ya me predispusieron al surrealismo favorablemente.

                   Más en concreto, fue mi amigo Gonzalo Rodríguez Cao, que presentó un impresionante trabajo sobre el surrealismo en el colegio donde los dos cursamos el bachillerato, quien me inculcó el afán de estudio de lo que don Luis Buñuel definió como "un movimiento poético, revolucionario y moral".

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Publicado el 4 de noviembre de 2012 a las 17:30.

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Más poderoso que el martillo de Thor

Archivado en: Textos rápidos para indómitos, inadaptados y demás proscritos

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Veintiuno

            Por mucho que las ventajas de la fotografía digital hayan acabado por convencerme frente a las de la analógica, como buen hijo del amado siglo XX, soy más analógico que digital. Así, cuando no me basta con tener la certeza de que el curso del tiempo, que por fortuna pone fin a todo, también ha de acabar con estos nefastos días del tercer milenio, que por desgracia nos han tocado en suerte, busco entre los recuerdos de mi centuria analogías para aguantar el tirón.

            Es entonces cuando evoco por sistema a un amigo entrañable al que nunca volví a ver. No recuerdo ni su nombre ni su cara. Pero sí la dignidad de su tristeza, pesadumbre que yo ya prefería al buen humor. En las horas de desaliento, su ejemplo ante aún me hace crecer.

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Publicado el 29 de octubre de 2012 a las 01:30.

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Javier Memba

Javier Memba

            Periodista con más de cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978-, Javier Memba (Madrid, 1959) fue colaborador habitual del diario EL MUNDO entre junio de 1990 y febrero de 2020. Actualmente lo es en Zenda Libros. Estudioso del cine antiguo, en todos los medios donde ha publicado sus cientos de piezas ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción-, La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008).

 

            Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014) fue un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada. Por su parte, David Lynch, el onirismo de la modernidad (2017), fue un estudio de la filmografía de este cineasta. El cine negro español (2020) es su última publicación hasta la fecha.  

 


 

          

 

Miniatura no disponible

 

Javier Memba en 2009

 

Javier Memba en 1988

 

Javier Memba en 1987

 

1996

 

 

Javier Memba en la librería Shakespeare & Co. de París

 

 

 

 

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COMPRAR EN KINDLE:

 

 

 


 

 

Enlaces

-La linterna mágica

-Unas palabras sobre Vida en sombras

-Unas palabras sobre La torre de los siete jorobados

-50 años de la Nouvelle Vague en Días de cine

-David Lynch, el onirismo de la modernidad en Radio 3

-Unas palabras sobre Casablanca en Telemadrid

-Unas palabras sobre Tintín en Cuatro TV

 

 

ALGUNOS ARTÍCULOS:

Malditos, heterodoxos y alucinados de la gran pantalla

Nuevos momentos estelares de la humanidad

Chicas yeyés

Chicas de ayer

Prólogo al nº 4 de la revista "Flamme" de la Universidad de Limoges

Destinos literarios

Sobre La naranja mecánica

Mi tributo al gran Chris Marker

El otro Borau

Bohemia del 89

Unos apuntes sobre las distopías

Elogio de Richard Matheson

En memoria de Bernadette Lafont

Homenaje al gran Jean-Pierre Melville

Los amores de Édith

Unos apuntes sobre La reina Margot

Tributo a Yasujiro Ozu con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento

Muere Henry Miller

Unos apuntes sobre dos cintas actuales

Las legendarias chicas de los Stones

Unos apuntes sobre el "peplum"

El cine soviético del deshielo

El operador que nos devolvió el blanco y negro

Más real que Homeland

El cine de la Gran Guerra

Del porno a la pantalla comercial

Formentera cinema

Edward Hopper en estado puro

El cine de terror de los años 70

Mi tributo a Lauren Bacall

Mi tributo a Jean Renoir

Una entrevista a Lee Child

Una entrevista a William McLivanney 

Novelistas japonesas

Treinta años de Malevaje

Las grandes rediciones del cómic franco-belga

El estigma de La campana del infierno

Una reedición de Dalton Trumbo

75 años de un canto a la esperanza

Un siglo de El nacimiento de una nación

60 años de Semilla de maldad

Sobre las adaptaciones de Vicente Aranda

Regreso al futuro, treinta años después 

La otra cabeza de Murnau

Un tributo a las actrices de mi adolescencia

Cineastas españoles en Francia

El primer surrealista

La traba como materia literaria

La ilustración infantil de los años 70

Una exposición sobre la UFA

La musa de John Ford

Los icebergs de Jorge Fin

Un recorrido por los cineastas/novelistas -y viceversa-

Ettore Scola

Mi tributo a Jacques Rivette

Una película a la altura de la novela en que se basa

Mi tributo a James Cagney en el trigésimo aniversario de su fallecimiento

Recordando a Audrey Hepburn

El rey de los mamporros

Una guía clásica de la ciencia ficción

Musas de grandes canciones

Memorias de la España del tebeo

70 años de la revista Tintín

Ediciones JC regresa a sus orígenes

Seis claves para entender a Hergé

La chica del "Drácula" español

La primera princesa de la lejana galaxia

El primer Tintín coloreado

Paloma Chamorro: el fin de "La edad de oro"

Una entrevista a la fotógrafa Vanessa Winship

Una recuperación del Instituto Murnau

Heroínas de la revolución sexual

Muere George A. Romero

Un mito del cine francés

Semblanza de Basilio Martín Patino

Malevaje en la Gran Vía

Entrevista a Benjamin Black

Un circunloquio sobre la provocación

Una nueva aventura de Yeruldelgger

Una dama del crimen se despide

Recordando a Peggy Cummins

Un tributo a las yeyés francesas

La última reina del Technicolor

Recordando a John Gavin

Las referencias de La forma del agua

El Madrid de 1988

La nueva ola checa

Un apunte sobre Nelson Pereira dos Santos

Una simbiosis perfecta

Un maestro del neorrealismo tardío

El inovidable Yellowstone Kelly

Que Dios bendiga a John Ford

Muere Darío Villalba

Los recuerdos sentimentales de Enrique Herreros

Mi tributo a Harlan Ellison

La inglesa que presidió el cine español

La última rubia de Hitchcock

Unos apuntes sobre Neil Simon

Recordando Musicolandia

Una novelista italiana

Recordando a Scott Wilson

Cämilla Lackberg inaugura Getafe Negro

Una conversación entre Läckberg y Silva

El guionista de Dos hombres y un destino

Noir español y hermoso

Noir italiano

Mi tributo al gran Nicholas Roeg

De la Escuela de Barcelona al fantaterror patrio

Recordando a Rosenda Monteros

Unas palabras sobre Andrés Sorel

Farewell to Julia Adams

Corto Maltés vuelve a los quioscos

Un editor veterano

Una entrevista a Wendy Guerra

Continúa el misterio de Leonardo

Los cantos de Maldoror

Un encuentro con Clara Sánchez

Recuerdos de la Feria del Libro

Viajes a la Luna en la ficción

Los pecados de Los cinco

La última copa de Jack Kerouac

Astérix cumple 60 años

Getafe Negro 2019

Un actriz entrañable

Ochenta años de "El sueño eterno"

Sam Spade cumple 90 años

Un western en la España vaciada

Romy Schneider: el triste destino de Sissi

La nínfula maldita

Jean Vigo: el Rimbaud del cine francés

El último vuelo de Lois Lane

Claudio Guerin Hill

Dennis Hopper: El alucinado del Hollywood finisecular

Jean Seberg: la difamada por el FBI

Wener Herzog y la cólera de Dios

Gordad, el gran maese de la heterodoxia cinematográfica

Frances Farmer, la esquizofrénica que halló un inquietante sosiego

El hombre al que gustaba odiar

El gran amor de John Wayne

Iván Zulueta, arrebatado por una imagen efímera

Agnès Varda, entre el feminismo y la memoria

La reina olvidada del noir de los 40

Judy Garland al final del camino de adoquines amarillos

Jonas Mekas, el catalizador del cine independiente estadounidense

El gran Edgar G. Ulmer

La última flapper; la primera it girl

El estigmatizado por Stalin

La controvertida Egeria del Führer

El gran Tod Browning

Una chica de ayer

El niño que perdió su tren eléctrico

La primera chica de Éric Rohmer

El último cadáver bonito

La exnovia de James Dean que no quiso cumplir 40 años

Don Luis Buñuel, "ateo gracias a Dios"

La estrella cuyo fulgor se extinguió en sus depresiones

El gran cara de palo

Sylvia Kristel más allá de Emmanuelle

Roscoe Arbuckle, cuando se acabaron las risas

Laura Antonelli, la reina del softcore que perdió la razón

Nicholas Ray, que nunca volvió a casa

El vuelo más bajo de la princesa Leia Organa

Eloy de la Iglesia y el cine quinqui

Entiérralo con sus botas, su cartuchera y su revólver

La chica sin suerte

Bela Lugosi y la sombría majestuosidad de Drácula

La estrella de triste suerte

La desmesura de Jacques Rivette

Françoise Dorléac

Klaus el loco

Una hippie de los 70

Jean Esustache, entre la Nouvelle Vague y el ascetismo

Nadiuska, un juguete roto

Thea von Harbou

Jesús Franco

David Cronenberg

Sharon Tate, como en un cuento de Sheridan Le Fanu

Un guionista sediento

La reina del fantaterror patrio

Dalton Trumbo y los diez de Hollywood

La primera chica que arrojó una tarta 

El desdichado Hércules contemporáneo

En la tradición familiar

El músico del realismo poético

Otro tributo a la gran Patty Shepard

Elmer Modlin y su extraña familia

Las coproducciones internacionales rodadas en España

Marilyn Monrore y su desesperado último gesto

Un amor más poderosos que la vida

El actor atrapado en sus personajes

Entre el fantasma de su madre y el final del musical

Barbet Schroeder

Amparo Muñoz

Samuel Bronston más alla de Las Rozas

Chantal Akerman

Françoise Hardy 

Un antiguo dogmático

Jane Birkin

Anna Karina, su turbulento amor y el Madison

Sandie Shaw, ya con calzado

El gran Serge Gainsbourg

Entre la niña prodigio y la mujer concienciada

La intérprete de Shakespeare que inspiró a The Rolling Stones

La maleta del capitán Wajda

Val Lewton y su dramatización de la psicología del miedo

La alimaña de Whitechapel

Cristina Galbó

La caravana Donner

Eddie Constantine

Un nuevo curso del tiempo

Rosenda Monteros

Una criatura de la noche

Una carta a Nicolás I

Edison y el 35 mm

Barbara Steele

El felón Esquieu de Floyran acaba con los templarios

Entre Lovecraft y Hitchcock

Tchang Tchong Yen recuerda a Hergé

La musa del ciberpunk

Néstor Majnó

Una leyenda del Madrid finisecular

El rey de la serie B

La primera cosmonauta soviética

Cuando la injuria sucede a la fatalidad

Bajo Ulloa y sus cuentos crueles

La cicerone de los Stones en el infierno 

Nace Toulouse-Lautrec

El París del Charlestón se rinde a Josephine Baker

Nastassja Kinski, la dulce hija del ogro

Un tributo a Sam Peckinpah

La leyenda del London Calling

Fiódor Dostoievski frente al pelotón de fusilamiento

Mi alucinada favorita

El hombre de las mil caras

El 7º de Caballería pierde la gloria

Un recuerdo de Silke

El genocidio camboyano

Peter Bogdanovich

Guy Debord y la sociedad del espectáculo

Un héroe de Iwo Jima 

Lupe Vélez tras el último tequila sunrise

El general Lee

Roman Polanski

Un hampón italoamericano

Jane Fonda en su juventud

Kraken en la Cuesta de Moyano

Josef von Sternberg

The Beatles en The Carvern y en el show de Ed Sullivan

Que la tierra le sea leve a Douglas Trumbull

El último superviviente del hampa de Chicago

Inma de Santis

El Álamo

Una musa insumisa

El malvado Zaroff y un elogio a las revistas pulp

Miles Davis

Un polaco y el amour fou

La Legión extranjera como género literario

Conchita Montenegro

Peter Lorre y su cara de villano

El juez de la horca

Syd Barrett

Kathleen Turner

Una caricatura de la hombría

Eric Clapton

Helga Liné

Butch Cassidy

Carlos Arévalo, un cineasta español

Nace el último bohemio

Pascual García Arano

María Perschy

El Combray de Ingmar Bergman

Carlos Castaneda

Una canción de Neil Young

Un suicida dandi

Hedy Lamarr

Philip K. Dick y sus realidades bastardas

La última mujer fatal

Andréi Tarkovski, otro maldito por la censura soviética

Nace la música de la New Age

"Wie einst" Lili Marleen

Una lectura de Byron en Villa Diodati

Un apostol de la sedición juvenil

Ava en mi ciudad

Rider Haggard

Una entrada para la "Historia universal de la infamia"

La Marguerite Duras cineasta

Gallardo y calavera

El hombre que vendió su alma a Elizabeth Taylor

El crímen de Charlotte Corday

Un elogio entusiasta de la urbe

Un ángel caído

Mary Bradbury teme por su vida

Pierre Étaix y su triste gracia

El mejor verano de los Rolling

María Rosa Salgado y su conmovedora discrección

La valentía de Ramón Acín

Sylvie Vartan

La cruz de Malta de Wim Wenders

La epifanía de Louis Daguerre

Carroll Baker

Marie Laforêt y mi amigo Eloy

Eliseo Reclus atisba su quimera

Patty Pravo

Richard Pryor contra sí mismo

Miroslava, una actriz marcada por la fatalidad

France Gall y el doble sentido

Robert Bresson y el cine puro

La gesta de Alekséi Stajánov

Nace el Rimbaud del Rock & Roll seminal

Dominique Dunne, una filmografía que se quedó en el aire

Un actor vampirizado por un personaje

Tolkien publica El Hobbit

La segunda musa de Godard

John Dos Passos entra en la eternidad

Alain Resnais, el cine de la memoria

Una musa del filme noir

El cadáver de Nancy Spungen en el Chelsea Hotel

La historia de Bobby Driscoll

Un icono del feminismo

Recordando a Tina Aumont

Colgaron a Gilles de Rais

Dario Argento

Nico en el cine

Dylan Thomas en su último trance

Brigitte Helm

Un punkie en la Disney 

Nace Billy el Niño

The Wall

Tennessee Williams

Vivien Leigh

Kazuo Sakamaki salva la vida en Pearl Harbor

El proscrito de la Escuela de Barcelona 

47 hombres de honor

Charlotte Rampling

La incomunicabilità del gran MIchelangelo Antonioni

F. Scott Fitzgerald

Un pilar del cómic estadounidense

Juliet Berto

Erik, el fantasma de la Ópera

Una comedia francesa

Un pesimista alegre

Una mirada indolente a la derrota 

Sender en Casas Viejas

Kipling en su último momento

Los hermanos Marx

Puente sobre aguas turbulentas

Anouk Aimée

Mary Shelley

Quentin Tarantino

Neal Cassady 

Natalie Wood

La heterodoxia de Ermanno Olmi

Fu-Manchú

Stefan Zweig pone fin a sus días

 

 

 

 

 

 

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