Archivado en: Tokio, Nueva York, Capital del mundo
Tengo un amigo que dice que la ciudad del futuro es Tokio. Que, a su lado, Nueva York es una ciudad paleta. Es evidente que las ciudades, como los colores, se inventaron para los gustos. Y es evidente que hay un segmento de los viajeros que tienen un gen oriental y que encuentran fascinación en todo lo que tenga ojos rasgados.
A mí Tokio me ha parecido una ciudad innecesaria. Es fea como un barrio vulgar de cualquier ciudad occidental. Como Moratalaz, por ejemplo. Tiene rascacielos que le dan algo de color y una vida en algunas zonas que no tiene Moratalaz, claro está. Tiene avenidas con un bullicio abigarrado, como corresponde a la ciudad más poblada del mundo. Tiene un buen número de frikis y de actividades extravagantes, como los coffee girls o esos antros claustrofóbicos en los que se reúnen hombres (sólo hombres) a beber y a hablar de un tema. Tiene una extensión devastadora. Y tiene, por supuesto, rincones hermosos. Pero más allá de eso -que sí es poco-, no levanta el vuelo. Compararla con Nueva York es, simplemente, disparatado. ¿Dónde está el sky line de Manhattan? ¿Dónde están el Empire o el Chrysler tokiotas? ¿Dónde el Metropolitan o el MOMA? Ni siquiera los neones, tan recurrentes en algunas avenidas de Tokio, tienen nada que hacer junto a Times Square.
Pero lo importante es el alma. Tokio es cualquier cosa menos una ciudad de aroma internacional. Nunca podrá ser la capital del mundo porque es más japonesa que el Monte Fuji. No es cruce de nada, no es punto de encuentro, no hay tendencias que exporte (salvo el manga y sus derivados). Es simplemente una ciudad grande. Enorme.
Si hubiera que apostar por una capital del mundo en Oriente que tomara el relevo de Nueva York (cosa que no ocurrirá, o que al menos yo no veré ni siendo longevo), yo apostaría por Shangai. Al menos tiene una personalidad propia, misteriosa, que Tokio ni siquiera sueña.
Publicado el 2 de septiembre de 2012 a las 18:45.