Hubo dos o tres años que di clases de márketing editorial en uno de los másters de edición -el mejor de todos, no sólo por mis clases, sino por el director, que lee de vez en cuando este blog y que por lo tanto debe ser adulado como corresponde- que tanto proliferaron en la pre-crisis. En esas clases me gustaba usar como ejemplo estrella las guías de viaje, que son un producto versátil, dinámico, adaptable a diferentes nichos de mercado y en el que las variables del márketing lucen más. Hay guías para todos. Para pobres, para ricos, para turistas superficiales, para viajeros cultos, para snobs, para mochileros... Es un terreno apasionante para innovar y para buscar respuestas. Incluso ahora, cuando parece uno de los productos editoriales más amenazados por internet, por la posibilidad mágica que brinda la red de actualizar en tiempo real los datos y de ofrecer interactividad en el viaje, siguen siendo un pequeño filón editorial.
Me han regalado los dos primeros títulos de una nueva colección de guías que se titula Retorno a... Comenzamos retornando a París y a Londres. Las publica La Esfera de los Libros y están concebidas por Daniel Córdoba-Mendiola, que escribe en colaboración estas dos primeras. Y pertenecen a esa estirpe de guías -hay antecedentes ilustres, como la colección de Gallimard que en España editó hace muchos años Acento, de la mano de Miguel Azaola y Luis Suñén- hechas más para leer en casa, para consultar, para aprender, para recordar..., que para llevar en la maleta y utilizar durante el viaje. Guías con un cierto toque exquisito, para gourmets espitiruales.
Las guías que acaban de regalarme tienen un aire cool y un cierto regusto intelectual, lo que a veces parece contradictorio pero casi nunca lo es. Están hechas, como su nombre indica, para personas que ya han estado en una ciudad. No tienen el propósito, por lo tanto, de abrirle sus puertas como si fuera nueva. Ofrecen algunos datos prácticos -lugares monumentales claves, restaurantes, transporte-, pero no pretenden competir con las guías al uso, que son casi siempre repertorios interminables de direcciones y teléfonos. Su propósito es más personal: buscar los rincones íntimos de cada ciudad, las callejas que tienen una historia, los barrios con sabor. Buscar lo que casi nunca se encuentra en los viajes: la vida verdadera de la ciudad. La mayoría de las veces que pisamos una ciudad que nos gusta nos vamos con la sensación de que no podríamos conocerla bien salvo que viviéramos en ella una temporada. Retorno a... no remedia eso, sería imposible. Pero trata de pintar el paisaje de otra forma.
Sus primeros capítulos se abren bajo el epígrafe "Volver como...", que se completa con un buen número de lugareños ilustres. Volvemos a París como Pablo Picasso, como Amélie, como Coco Chanel, como Proust o como Man Ray, entre otros. A Londres regresamos bajo el auspicio espirutual de David Bowie, de Bridget Jones, de Virginia Woolf o de Norman Foster. Para sostener entre las manos estas guías, por lo tanto, es necesario al menos tener una idea de quién son estos individuos. Hace falta un cierto nivel cultural. Cada uno de esos personajes alumbra un barrio, una zona, y nos permite ir de su mano por la ciudad.
Leyendo algunas partes de estas guías, o simplemente ojeándolas, he sentido el placer de entrar en una ciudad fascinante ya vista. La primera vez que estuve en París o en Nueva York o en Londres tuve que ir tachando los hitos fundamentales: museos, ruinas, iglesias, torres, palacios. Disfruté como disfruto siempre que viajo, pero con un cierto estrés militar. Cuando he vuelto, sin la obligación ya de ver lo que vi, he podido pasear, perder el tiempo en compras, entrar a un museo sólo para ver un cuadro o una sala, concentrar mi antención en los barrios que más me interesaban... Es otro ritmo, otro viaje. Retorno a... promete algo así. Un viaje detenido, una mirada de turista que vive allí. Al final de cada guía, cuatro personas -los autores y otras dos personas autorizadas- eligen las cosas de la ciudad que personalmente les enamoran. Son lugares, momentos, ruidos, horas, fiestas, rituales... Cualquier cosa. Por último, se ofrecen unas páginas en blanco con indicaciones -un recurso un poco adolescente- para que el lector retrate su viaje. Su regreso. Eso es lo que estas guías quieren dar: un trozo de vida allí.
Son una excelente idea para un regalo. Si tienen un amigo chiflado por París o Londres (no sé qué otros títulos pueden estar en la cocina), ya saben qué comprarle para su cumpleaños.
Publicado el 1 de julio de 2010 a las 01:15.