Archivado en: Literatura, Marta Sanz
No voy a ser objetivo (tampoco en esto), pero no lo pretendo. Si la ideología me pierde, la amistad me pierde más. Nunca he estado seguro de si algunos de mis amigos escritores son mis amigos porque me gusta como escriben o si me gusta como escriben porque son mis amigos. Posiblemente, como en la Santísima Trinidad, son las dos cosas.
Marta Sanz es una escritora con ambición literaria, y se nota. Queda poso después de leerla. Queda un regusto: amargo a veces, doloroso, pero un regusto. Ella dice (y yo repito en ocasiones) que no escribe para complacer a nadie, que para eso ya están sus padres (los del lector, no los de Marta). Dice que escribe para incomodar, para molestar, para enfermar. Y a mí me gusta que lo haga.
Hoy presenta su última novela, Black black black (no se fíen del título, la novela es excelente). Es una novela negra (negra negra) pasada por el pasapuré de Marta Sanz. Es decir, es una extraña novela negra. Los personajes protagonistas, el detective y su ex esposa, son dos de esos hallazgos literarios que se dan sólo de tiempo en tiempo. Él, homosexual reprimido, la abandonó cuando por fin se decidió a salir del armario. Ella, resentida de aquel desamor, le maltrata verbalmente, pero le acompaña en sus pesquisas.
Un edificio de vecindad en el que hay vecinos de todo tipo: viejecitos insoportables, una escritora algo vanidosa, una madre con un hijo adolescente del que el detective se enamora, inmigrantes sospechosos... Hay crímenes, claro. Y hay médula. Como en los huesos del cocido, lo más rico de las novelas de Marta Sanz es el tuétano.
No es pasión de amigo.
Publicado el 12 de marzo de 2010 a las 02:00.