Haikus japoneses, coda final: Españoles en el mundo
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España es un país con fama de paleto, y la fama desgraciadamente no es demasiado injustificada (baste ver los niveles de lectura, de compra de prensa escrita o de asistencia a determinados espectáculos culturales). España es además un país en bancarrota, un país en el que la deuda privada (no la pública, aprovecho para repetirlo) es desorbitada, lo que quiere decir, en román paladino, que los ciudadanos se han gastado anticipadamente sus ingresos del futuro. España, en fin, tiene al 25% de su población en paro.
¿Cómo es posible, con un retrato así, que los cuatros confines del mundo estén llenos de españoles? ¿Cómo es posible que seamos la primera potencia exportadora de viajeros (nombre honorable) y de turistas (nombre desacreditado)? Desde hace años, allá donde voy, desde la Patagonia chilena hasta el Extremo Oriente, pasando por Siria, Centroeuropa o Colombia, voy encontrando una disputa reñida entre españoles e italianos en ese liderazgo turístico. A buena distancia, los franceses (aunque en algunos destinos despuntan algo más). Más lejos, casi inapreciables, los alemanes. Y ni rastro de británicos. Los estadounidenses, con sus modos, también tienen presencia. Y los rusos son un claro valor en alza.
No consigo entenderlo. Viajar es una de las actividades más placenteras, más enriquecedoras culturalmente y más caras. Es decir, todo lo que el perfil de la Marca España contradice. Ya lo ha dicho este verano el ministro Soria (otro del Gobierno de los mejores): los españoles viajan demasiado al extranjero, y no deberían, habiendo como hay cosas tan bonitas en España. ¿Para qué irse a Japón, como yo, sin haber estado nunca, por ejemplo, en Huelva?
Pero, ministros iluminados al margen, ¿hay alguna explicación razonable?
Publicado el 14 de septiembre de 2012 a las 18:45.