Archivado en: Ojos que no ven, ETA
Hace veinte años traté de leer el libro de relatos Los encuentros, de J. Á. González Sainz, pero no pude acabarlo. Acabo de buscarlo en mi biblioteca y tiene todavía la marca en la página en la que lo abandoné. Lo recuerdo como un libro premioso, preciosista, de aire denso y casi impenetrable. Quizá llegué a él antes de lo debido, como ocurre a veces. El hecho es que cuando volvió a publicar no hice intención de leerle. Tampoco a principios de año, cuando Anagrama editó Ojos que no ven. Pero el otro día, en Santillana del Mar, en una comida con escritores, dos de ellos lo recomendaron especialmente, añadiendo además asuntos morbosos que lo hacían más interesante. Como soy todavía de naturaleza curiosa, lo compré enseguida y lo leí. Es una de las grandes novelas que están ahora en las mesas de novedades.
Ojos que no ven habla de ETA. No se menciona ni una sola vez el nombre de la banda, ni el nombre de una población o una geografía, ni se da ninguna referencia concreta, pero las coordenadas son indudables. Muchas veces hemos lamentado que no hubiera más literatura sobre la historia reciente del País Vasco, sobre el terrorismo de ETA. Seguramente todo tiene su tiempo. Es posible que el miedo -o la cobardía, como se prefiera- haya contribuído a ello, pero también el hecho de que los tiempos de la literatura no son los de la crónica. Tal vez a partir de ahora comiencen a florecer las novelas sobre ETA.
Ojos que no ven es una novela premiosa, preciosista, de aire denso. No cuenta ninguna historia singular. No tiene ritmo de thriller ni hurga en los procesos históricos. Cuenta la miseria moral. La degeneración de una sociedad atravesada por el miedo, por la impunidad y por la infamia. Cuenta de un modo simple el nudo mismo del desvarío. Llegará el día en que nos preguntemos cómo pudimos vivir -unos más que otros- consintiendo que al disparate se le dieran otros nombres en el País Vasco. Ojos que no ven no hace otra cosa: se pregunta serenamente cómo fue posible, cómo es todavía posible ser tan canalla o tan imbécil.
Publicado el 29 de junio de 2010 a las 00:45.