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Hace tiempo leí una novela de Don Delillo que no me gustó nada, Cosmópolis. Me habían elogiado tanto al autor estadounidense que me quedé perplejo y lo comenté con uno de los amigos que me lo había recomendado. "Te has equivocado de novela, ésa no es buena", me dijo. Después pasó el tiempo y seguí escuchando alabanzas encendidas de Delillo. La última, ayer mismo. De modo que escribí a mi amigo y le pedí que me recomendara un libro que sí fuera bueno. Me respondió esta mañana con dos títulos: Libra y Submundo. Inmediatamente entré en la web de la Casa del Libro y husmeé en la bibliografía de Delillo para ver ediciones, precios, argumentos. Tomé la decisión de comprar Libra la próxima vez que fuera a una librería y volví luego a mis asuntos.
Al cabo de una hora volví a abrir el navegador para echar una ojeada a la prensa. Abrí la página de El País y me encontré, en la portada, flamantes, dos banners publicitarios de la Casa del Libro con opciones de compra de tres libros de Don Delillo cada uno.
No estoy sorprendido, ya conocía la existencia del método, que cada vez, eso sí, se sofistica más. De lo que estoy sorprendido es de que siga habiendo tanto pazguato que piense aún que Internet es un territorio libre, puro y descontaminado desde el que se puede dejar fluir la libertad, sin intermediarios ni prescripciones, y se puede actuar en pie de igualdad democrática con el universo. Que Google ha llegado para acabar con el insufrible materialismo de General Motors, Repsol, Sony y Random House.
Una cosa es la candidez y otra muy distinta va siendo ya la ceguera necia.
Publicado el 4 de marzo de 2012 a las 14:30.