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Blog de Luisgé Martín

El infierno son los otros

Norte y sur

Archivado en: Alemania, PIGS, Rajoy, Merkel, Eurocopa

La verdad es que no paran de ocurrir cosas. Un bloguero eficiente -ese adjetivo que tanto fascina a los prohombres de hoy- tendría llagas en los dedos de tanto escribir. Yo, en cambio, como soy fundamentalmente perezoso y desganado, me regodeo en la indolencia. Este es el espíritu pig, que demuestra que nunca llegaremos a ser prósperos como los alemanes, aunque al menos nos quedará el consuelo, como dice Jordi Soler, de saber que disfrutamos más de la vida. Lutero, por una parte, y el clima invernal, por otra, marcan carácter. O, en el lado inverso, Santa Teresa de Jesús y las playas del Mediterráneo.

La semana pasada estuve en Hamburgo y en Bremen. HamburgoEra un viaje vacacional programado hacía meses, antes de que la prima de riesgo fuera un órdago más que un envite, pero aproveché para hacer un trabajo de campo antropológico (hay veces, ya ven que pierdo la indolencia) y tratar de averiguar por qué los alemanes son alemanes. Ya les anticipo que no lo conseguí. El domingo, por ejemplo, se celebraba el Alemania-Dinamarca de la Eurocopa. Yo supuse que una buena parte de la población estaría leyendo a Kant o estudiando los revolucionarios modelos de productividad empresarial de la London Economics School, pero no era así: todos, como si fueran españoles, andaban disfrazados de hinchas con la jarra de cerveza en la mano. Y la cosa fue aún peor: ganaron 2-1 a Dinamarca, se clasificaron para los cuartos de final y comenzaron a celebrarlo como si hubieran ganado ya la Eurocopa: bocinazos de energúmeno, hordas callejeras medio desnudas, flamear de banderas y barra libre de alcohol. Incluso los españoles tenemos más recato cuando pasamos de ronda (cosa que hicimos al día siguiente, discretamente), y eso que la historia, a diferencia de a los alemanes, debería estimularnos al carpe diem futbolístico.

Tal vez la diferencia está en la sinceridad. Es posible que esa apariencia excesiva sea en los alemanes simplemente una representación cerebral de lo que deben hacer, y no una exaltación irracional, como en los españoles. No hay más que comparar, por ejemplo, las fotos de Angela Merkel y de Mariano Rajoy celebrando goles. La primera hace teatro; sabe que tiene que gritar y saltar, pero se le ve en la cara que es una actuación (como cuando sonríe a Hollande o dice públicamente que su gran apuesta es el euro). Es posible incluso que no tenga muy claro qué es un gol, o que lo sepa con la misma imprecisión con que sabe qué es un Banco Central. El presidente de las Islas Salomón, en cambio, es todo nervio, los músculos se le disparan pasionalmente, y hasta ese rostro algo bobo de pupilas siempre dilatadas cobra por un instante la vivacidad de la gloria. Es posible incluso que se esté conteniendo.

Merkel

Rajoy

 

 

 

 

 

A partir de ahí, volvemos a Lutero y a Santa Teresa.

 

Publicado el 24 de junio de 2012 a las 12:00.

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El noviazgo de Rajoy con Hollande

Archivado en: Hollande, Rajoy, Merkel, Política económica

Se ha repetido mucho estos días, con caricatura, que el más deseoso de la victoria de Hollande en Francia era Mariano Rajoy. Yo estoy casi seguro de que era así, salvo que sea aún más imbécil (dicho siempre en el sentido psicoclínico) de lo que parece.

Recapitulemos la historia. En 2008 hubo una crisis cataclísmica mundial. Se hundió el sistema financiero, que, dejado de la mano de Dios (que es quien más sabe de mercados de futuros y de hedge funds, al parecer), se había llenado de gusanos y estaba podrido. Entonces se dijo que se iba a refundar el capitalismo (lo dijo Sarkozy, precisamente) para que eso nunca volviera a suceder, para que los tahúres tuvieran que repartir las cartas con las mangas remangadas. Los estados, en esos días, hicieron lo más elevado que deben hacer, aunque alguno (los tahúres) lo llamen paternalismo: proteger a los ciudadanos de sí mismos. Salieron al rescate y trataron la economía como si estuviera enferma. Le pusieron sondas y le inyectaron medicinas.

En España el barquinazo fue más grave. Como habíamos crecido con pies de barro, alimentando una burbuja inmobiliaria que lo único que conseguía era endeudar a los españoles de por vida (es la deuda privada el gran problema de España, no la deuda pública, por mucho que lo repitan los trompeteros gubernamentales), el castillo se derrumbó desde los cimientos. El desempleo se desbocó, lo que tenía un doble efecto en las cuentas: por un lado se dejaban de ingresar impuestos y por otro se aumentaba geométricamente el gasto en prestaciones. Es decir, el apocalipsis.

En España, como en toda Europa y en casi todo el mundo, se aplicaron recetas elementales. Una de ellas era utilizar al estado como motor de la economía, lo que simplificando mucho se llama keynesianismo. Se trataba de sostener los sectores más golpeados, insuflándoles oxígeno, para que poco a poco todo reviviera. Como cuando a un coche se le para la batería y se le empuja hasta que arranque. El del automovilismo fue uno de esos sectores subvencionados. Y el de la construcción, que era el principal castigado, fue suavemente nutrido a través del Plan E. De este modo se salió de la recesión y se empezó a recuperar algo de pulso. En unas partes más que en otras, pero en todas partes.

Allá por los primeros meses de 2010, algunos organismos de esos tan autorizados (el FMI, por ejemplo) seguían recomendando no retirar los estímulos económicos bruscamente. Si empujas un coche y lo sueltas antes de que arranque, mantendrá la inercia unos metros y se parará luego. Era razonable. Pero había una serie de talibanes, encabezados por Angela Merkel (a la que sin duda recordaremos en el futuro con el mismo afecto que a Margaret Thatcher, si no más) que dieron un golpe encima de la mesa y dijeron que ya estaba bien de gastar. Que los alemanes no hacían más que trabajar mientras los españoles y los italianos estaban todo el día en la playa y los irlandeses en el pub. Que era el momento de ahorrar. No sólo de retirar los estímulos a la economía, sino de retirar incluso todo aquello que no se pudiera pagar a pelo, en cash, sacando la cartera y poniendo los billetes sobre la mesa.

Uno de esos talibanes era Mariano Rajoy. En abril de 2010 hubo un duro debate en el Parlamento español en el que Zapatero defendió la política económica que estaba haciendo y Rajoy le acusó de derrochador, de mujeriego, de borracho y casi de cocainómano. Uno dijo que había que mantener los estímulos a la economía y el otro que había que cerrar el grifo del gasto radicalmente.

Unas semanas después, en un episodio de catacumbas que nunca se ha explicado del todo, Zapatero se fue de viaje y al volver comenzó a hacer lo que había dicho Mariano Rajoy. Bajó el sueldo a los funcionarios, congeló las pensiones, cerró grifos y firmó con Europa un pacto de estabilidad (vaya nombre: pacto de estabilidad) en el que comprometía a España a reducir su déficit draconianamente.

Mayo de 2010, recuérdenlo. A partir de ese momento, o de poco después, todas las tendencias se invierten. Caen Irlanda y Portugal. Italia y España se tambalean. Los índices de recuperación europeos se ralentizan o desaparecen. El aumento del desempleo en España se acelera aún más. Y, poco a poco, llegamos a nuestros días.

Desde el principio hemos estado escuchando a Rajoy, a Montoro, a Sáenz de Santamaría y, ahora, a Guindos, alabar el déficit cero. Recortar, cortar, tajar. No gastar lo que no se tiene. Ser austeros. Pero en ningún momento se nos ha explicado cuál es la virtual magia del déficit cero o de la austeridad. De acuerdo, hemos llegado al déficit cero, hemos cerrado hospitales, los profesores dan clase en los gimnasios para que quepan todos los alumnos, los soldados ensayan con pistolas de agua, las carreteras las cobramos a precio de autopista y reducimos los cargos públicos hasta que sólo queden Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre (por poner un ejemplo). Además, bajamos los sueldos porque con lo que ganan los dependientes de Zara, a Amancio Ortega no le queda liquidez para abrir nuevas tiendas y seguir creando empleo. De acuerdo, hemos hecho todo eso. ¿Y ahora qué? ¿Por qué empezamos a crecer, cómo? ¿Qué mecanismo económico (o sobrenatural) se pone entonces en funcionamiento para que la economía crezca?

No lo sabemos. Durante un tiempo, antes de ganar las elecciones, dijeron que el mecanismo económico milagroso se llamaba "confianza". Lo imbéciles (en el sentido psicoclínico) se lo creyeron. Si se puede creer en que una paloma es Dios, ¿por qué no se va a creer que llegando Rajoy al gobierno todo comenzaría a ir confiadamente mejor?

De un tiempo a esta parte, sin embargo, ya hay algunas vocecillas que dicen que con ajustes no basta. Que los recortes son el principio, pero no el final. Que hacen falta otras medidas de estímulo. Que a lo mejor tampoco hay por qué llegar al 3% en 2013.

Caramba, lo mismo que decía Zapatero antes de mayo del 2010. Lo que dijeron el PSOE e IU en la campaña electoral. Lo que hemos estado diciendo unos indocumentados con escasos estudios económicos desde hace tiempo. Caramba, cómo es el sentido común de extraño. Qué cosas tiene la vida.

Rajoy nunca pedirá perdón por haber estado equivocado tanto tiempo. Por haber defendido tan enfáticamente la política que nos ha traído a la recesión (mucho antes de que él mismo la ejecutara). Por haber mentido a más velocidad que Pedro con el gallo. No lo hará. Por eso necesita que alguien le saque las castañas del fuego. O los euros de la trituradora. Y el primero con posibilidades de hacerlo es François Hollande. Luego, eso sí, si todo sale bien, dirán que ha sido idea suya. Y si todo sale mal, siempre queda Zapatero.

En cualquier caso, vive la France!

Publicado el 7 de mayo de 2012 a las 02:00.

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El esperpento

Archivado en: Partido Popular, RTVE

Soy escritor y no encuentro el adjetivo. Tengo dos diccionarios de sinónimos y en ninguno encuentro lo que busco. Obsceno, indecente, escandaloso, deshonesto, repugnante, mendaz, desvergonzado, pornográfico. Ninguno me vale, ninguno me basta, nimguno alcanza. ¿Soy un mal escritor? Probablemente, pero deberá convenirse en que calificar al Partido Popular requiere en estos tiempos el talento de un Proust, de un Kafka, de un Cervantes. Y aún me cuesta creer que ellos supieran.

Mi oficio de escritor me sirve, eso sí, para reconocer la estrategia narrativa: la hipérbole, la desmesura, el sindiós. Cuando se construye un relato descomedido o esperpéntico tendemos a pensar que es metafórico, que deforma la realidad. A nadie se le ocurre decir: "Valle-Inclán es malo porque lo que cuenta es inverosímil y exagerado". Por eso tanta gente en estos días tiende a creer que el Gobierno del Partido Popular es metafórico, que tiene que haber alguna moraleja que no hemos acabado de comprender (como cuando lees a Valle-Inclán sin tener mucho hábito de lectura). "No puede ser que recorten las becas, suban las tasas, reduzcan los profesores, aumenten los alumnos por clase, supriman las subvenciones para ordenadores y digan que nada de esto afecta a la calidad de la enseñanza", nos decimos. "Algo muy profundo se me está escapando, voy a volver a leer los parlamentos de Max Estrella". O bien: "No es posible que tomen a mano armada RTVE y digan que es por el bien de la libertad de información".

A Valle-Inclán no se le entendió del todo bien en su época. Ha sido luego cuando hemos visto la verdadera dimensión de su literatura. Como a Mussolini. Yo sigo buscando el adjetivo. Si lo encuentro, se lo haré saber.

 

Publicado el 21 de abril de 2012 a las 14:30.

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Libros para el día 23

Archivado en: Día del libro, Regalos

El día 23 es el Día del Libro. Hay que comprar y hay que regalar, porque son malos tiempos para todo pero sobre todo para la lírica, y la lírica tal vez no tenga un peso fundamental en nuestro PIB (en torno al 4% todo el sector cultural, casi el dos la industria del libro)Detective, pero tiene un peso incalculable en nuestro producto interior ético, ése que tanto se descuida en estos tiempos. A continuación hago algunas sugerencias personales. Libros recientes que aún están en las mesas de novedades o en la maleta del vendedor:

Un buen detective no se casa jamás, de Marta Sanz (Anagrama). Aparte de ser amiga mía, Marta Sanz es una de las escritoras más importantes de este país (y si no al tiempo), y ha escrito la segunda parte de las aventuras del detective Arturo Zarco, que se sumerge ahora, sin quererlo, en intrigas familiares, en la morbidez social de la costa levantina española y en el amor. Un libro importante.

La luz difícil, del colombiano Tomás González (Alfaguara). LuzEs un disparo al corazón. Un libro de una dureza que conmueve. Un padre recuerda los días en los que su hijo veinteañero, tetrapléjico por un accidente y con unos dolores insoportables, decide morir y viaja a otro lugar para ejecutar esa decisión. El amor y la ternura espejeando sobre una imagen de sufrimiento puro. ¿Por qué algunos libros como éste, hermosos y hondos, pasan casi desapercibidos?

No llames a casa, de Carlos Zanón (RBA). Novela negra es su quintaesencia: la vida corriente que se va pudriendo al rozar las dificultades de la vida y que busca salida en el crimen. Personajes perfectamente reconocibles, vecinos nuestros.

Crímenes, de Ferdinand von Schirac (Salamandra). Colección de relatos no ficticios en la que un abogado criminalista cuenta algunos de sus casos más pintorescos, dramáticos o extravagantes. La longitud del alma humana es demasiado larga para ser medida. En este libro, una vez más, se comprueba que la realidad puede superar a cualquier ficción.

Noche de los enamorados, de Félix Romeo (Mondadori).Romeo Es la novela póstuma de Félix Romeo. Aunque en realidad no es una novela. Como en su libro anterior, Amarillo, hurga en episodios excesivos de su propia vida. Cuando estuvo en la cárcel por insumiso, al negarse a hacer el servicio militar y la prestación social sustitutoria, Romeo compartió celda con un hombre que había asesinado a su esposa. Este libro es la reconstrucción casi policial de aquella muerte. Un libro sin aderezos innecesarios.

La vida de hotel, de Javier Montes (Anagrama). Un libro morboso, oscuro, inquietante, que busca reconstruir la geografía sentimental de quienes buscan la fugacidad o de quienes se ven arrastrados a ella. Quizá la vida es sólo una vida de hotel. Quizá perseguimos fantasmas sin saber las razones por las que lo hacemos.

Y hay más: Mejor que ficción, una antología que ha hecho Jorge Carrión de cronistas latinoamericanos; Libertad, de Jonathan Franzen; o Tendríamos que haber venido solos, una formidable novela de Guillermo Roz que se lee de un tirón y deja en la boca el sabor amargo de las vidas exageradas.

En cualquier caso, no hay justificación para no comprar libros el día 23. Y el resto de los días.

 

Publicado el 14 de abril de 2012 a las 20:30.

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Los amables ciudadanos de este país

Archivado en: Sanidad, Recortes, Solidaridad

Sacado esta mañana de un foro digital en el que se comentaban los recortes de sanidad. Son dos ciudadanos anónimos:

"El copago es inevitable, por suerte he ido muy poco a urgencias de un hospital, pero se amontona gente que realmente no tiene ninguna dolencia y genera grandes esperas, retrasos y gasto a la administración. Deberia cobrarse por visita, aumentando los tramos de pago no por nivel de renta, los que mas tienen tambien pagan más, y además, en muchos casos no acuden a la sanidad publica, sino para los que no pagan, ni han pagado, ni pagaran nunca nada, en este país bastantes y siempre van con toda la familia al hospital, ejem..."

Los que siempre van con toda la familia deben de ser los gitanos. Le responde otro, haciendo otro canto a la solidaridad, como se ve:

"Tienes toda la razón del mundo. Jamás he ido a urgencias y no es que no me haya puesto malo. Pero hay gente que tose dos veces y se va a urgencias, tiene una diarrea y se va a urgencias, le duele la cabeza y se va a urgencias. Si me duele la cabeza me compro una aspirina (no voy al médico de cabecera a que me la recete) y punto. Esto de la sanidad gratuita para todos se tiene que acabar yo estoy harto de pagar todos los meses para que la disfruten los aprovechados de siempre. A ver si de una vez nos enteramos que esto del 'Estado de Bienestar' es un camelo inventado por los que quieren vivir y chupar del bote y del trabajo de los demás".

¿Está o no está llegando el fascismo?

 

Publicado el 10 de abril de 2012 a las 16:30.

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Los cómplices y los asesinos

Archivado en: Vargas Llosa, Daniel Zamudo, Obispo Reig, Homofobia

Con Mario Vargas Llosa es difícil estar de acuerdo cuando se pone en sus artículos de opinión la peluca de Margaret Thatcher y empieza a predicar ese liberalismo de croupier de casino que tanto les gusta a los neoliberales que gobiernan el mundo. Pero esos artículos no son tantos como se cree -al menos desde que se apartó de la política peruana-, y se ven a mi juicio compensados, en cualquier caso, por esos otros en los que se ocupa de flagelar la ranciedad de las costumbres y el moho de la moral dominante.

Hoy publica el diario El País uno en el que, bajo el título "La caza del gay", reflexiona sobre el asesinato del homosexual chileno Daniel Zamudo (en la fotografía), a quien unos descerebrados torturaron y humillaron a causa únicamente de sus gustos sexuales. El artículo de Vargas Llosa me gusta no sólo por la brillantez del desmenuzamiento social, por la precisión del análisis psicológico (si se puede llamar así) y por la ambición de la radiografía, que no se conforma con juzgar el hecho. Me gusta sobre todo porque es un texto irritadoDZ, casi colérico a veces, con ese tono ofendido que hay que emplear en estas ocasiones sin que valgan medias tintas ni indulgencias ideológicas o religiosas: lo que es intolerable no puede ser amparado por nada.

Se suele creer -y se suele decir- que estos actos son responsabilidad de quienes los cometen y que hay siempre una minoría violenta permeable a la sinrazón y propensa a divertirse con el sufrimiento ajeno. Los que mataron a Zamudo decían ser neonazis, y los neonazis, ya se sabe, son brutales. Bastaría con extirparlos del cuerpo social para que esas cosas no ocurrieran. Vargas Llosa, sin embargo, no comparte esa idea complaciente: "Esta idea del homosexualismo se enseña en las escuelas, se contagia en el seno de las familias, se predica en los púlpitos, se difunde en los medios de comunicación, aparece en los discursos de políticos, en los programas de radio y televisión y en las comedias teatrales donde el marica y la tortillera son siempre personajes grotescos, anómalos, ridículos y peligrosos, merecedores del desprecio y el rechazo de los seres decentes, normales y corrientes. El gay es, siempre, "el otro", el que nos niega, asusta y fascina al mismo tiempo, como la mirada de la cobra mortífera al pajarillo inocente". Está hablando de Latinoamérica. En España, por fortuna, las cosas han cambiado mucho, pero no han cambiado del todo.

Esta misma semana, el obispo de Alcalá, monseñor -o lo que sea- Reig, ha lanzado un sermón en una misa televisada en el que decía una serie de disparates sobre la homosexualidad (y no sólo sobre la homosexualidad). Se dirige a "las personas que, llevadas por tantas ideologías que acaban por no orientar bien lo que es la sexualidad humana, piensan ya desde niños que tienen atracción por las personas del mismo sexo, y a veces para comprobarlo se corrompen y se prostituyen, o van a clubs de hombres nocturnos. Os aseguro que encuentran el infierno".

Es difícil decir más majaderías, extravagancias e insensateces en tan pocas palabras. Monseñor no ha conocido a un gay en los días de su vida (salvo a algunos de sus colegas en las Conferencias Episcopales o en los órganos correspondientes, que ya están mayorcitos y tienen todo bastante descubierto). Monseñor no tiene idea -o finge no tenerla, que es más probable- de la sexualidad humana. Monseñor, en fin, es un mamarracho que, vestido al modo de cualquier drag queen de las que actúan en los "clubs de hombres nocturnos" -¡qué hallazgo de expresión!-, predica con palabras de fuego.

Monseñor Reig está detrás del asesinato de Daniel Zamudo. Cada vez que un obispo, un juez, un político, un locutor radiofónico o un profesor dice barbaridades como ésas está detrás del asesinato de Daniel Zamudo. Hemos discutido últimamente en este blog, más agriamente de lo que se debería, si uno se mancha o no con las opiniones que escucha, si uno preserva su integridad moral, su decencia y su probidad al exponerse ante discursos dementes. Si uno, al amplificar con su consentimiento y con su bendición juicios irracionales e insidiosos, no se vuelve de alguna manera compinche del rufián y colaborador de sus desafueros.

En la larga cadena que va desde el obispo Reig -o el de alguna diócesis de Chile, que seguramente dirá cosas parecidas o peores- hasta los neonazis que torturan y asesinan, ¿en qué momento comienza la culpa directa? ¿Al hacer chistes de maricones? ¿Al murmurar con asco sobre el hijo afeminado de la vecina? ¿Al dar explicaciones científicas manipuladas y falsas en un programa de televisión? ¿Al bloquear leyes antidiscriminatorias en el parlamento? ¿Al despreciar y humillar verbalmente? ¿Al señalar con el dedo y poner la diana para que los de la esvástica rematen la faena? ¿Dónde deja uno de ser un ciudadano inocente en ejercicio de su libertad y comienza a ser simplemente el cómplice de un asesinato y de miles de asesinatos diferidos?

Es difícil trazar una línea exacta y recta, lo sé. Pero esté donde esté la línea, queda claro que el obispo de Alcalá se encuentra del lado de los asesinos, no del de los ciudadanos libres e inocentes. Queda claro que muchas de las humillaciones, de las vejaciones, de las palizas, de los suicidios, de las depresiones y de las muertes de homosexuales que se produzcan a manos de descerebrados las habrá alimentado él.

 

Publicado el 8 de abril de 2012 a las 13:00.

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La mujer de sombra

Archivado en: La mujer de sombra, Anagrama, Tipos Infames

LMS

Esto es un interludio publicitario.

Publicado el 24 de marzo de 2012 a las 02:00.

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Descansen en paz

Archivado en: Periodismo, 11-M, Goebbels

"A esto es a lo que me refiero cuando digo que la izquierda y la derecha no son simétricas. La gente de todas las creencias miente, pero la derecha tiene toda una estructura institucional de mentiras que no tiene equivalente en la izquierda". No son palabras mías, sino de Paul Krugman, el Premio Nobel de Economía al que se le entiende lo que dice y que tiene un blog combativo cuya lectura -está traducido y enlazado en la página web de El País- recomiendo fervorosamente.

Krugman no hablaba de España, por supuesto, sino de Estados Unidos, donde el panorama mediático está lleno de purulencias. Pero es evidente que la afirmación le queda como un guante a nuestro país, y será bueno repetirlo hoy, 11 de marzo, para recordar que en la Historia Universal de la Infamia del periodismo hay pocos casos tan indecentes y tan dañinos como el que tiene a esta fecha como estandarte.

Todo forma parte de un modo de hacer política que enorgullecería a Goebbels. Repetir una mentira hasta que parezca imposible que sea mentira y retorcer el lenguaje hasta que diga lo contrario de lo que realmente debe decir. Es verdad que hay hitos que deberían pasar directamente a la historia del goebbelismo, como lo del aborto causado por la "violencia estructural contra las mujeres" del manso Gallardón, que ya arrancó con laureles asegurando hace semanas que la reforma de la ley para eliminar los plazos era "lo más progresista" que podía hacer. Pero más allá de esos hitos admirables, tenemos casi un ejemplo diario. La reforma laboral no trae recorte de derechos ni inseguridad, por ejemplo, sino que ofrece flexibilidad. Las acciones del Gobierno no se hacen por ideología, sino por sentido común. Etcétera.

Dolores de Cospedal inauguró la nueva era nombrando al ultra Nacho Villa director de la televisión de Castilla-La Mancha, en un gesto elocuente de lo que el PP considera neutralidad mediática. Ahora Álex Grijelmo ha sido sustituido al frente de la Agencia EFE por José Antonio Vera, exdirector de La Razón y tertuliano de trinchera. Nos queda por ver quién es colocado al frente de Televisión Española y de sus servicios informativos, a pesar de que la ley aprobado por el diabólico Zapatero seguramente dificultará, incluyo con mayoría absoluta, la obscenidad anterior.

En este trance, además, ha muerto Público. Es cierto que una empresa tiene que ser ante todo rentable, pero no es menos cierto que la prensa se mantiene entre otras cosas gracias a la publicidad y a las inversiones de capital interesado. Las pérdidas de Público no eran más grandes que las de ABC, La Razón o La Gaceta, pero ha muerto. Quien no quiera entender la lógica perversa de todo esto tendrá que tratarse clínicamente la parálisis cerebral.

Resulta cómica la idea, denunciada por Krugman, de las simetrías, idea que en España está siendo defendida cada vez más también por ciudadanos de izquierdas con mala conciencia histórica o con una trayectoria personal ebria. Para cargarse de razón en sus censuras a Jiménez Losantos admiten que Iñaki Gabilondo es igual pero con mejores formas, y para poder atacar con contundencia a Intereconomía reconocen que lo único que la diferencia de La Sexta es el sentido del humor.

Este análisis sólo demuestra indigencia intelectual o pereza mental. En la vida casi nada es simétrico ni especular, pero si hubiera algo así, el equivalente a Intereconomía sería una cadena de los Jemeres Rojos y el gemelo izquierdista de La Razón no sería Público, sino Pravda. Y, que yo sepa, en España no hay televisiones castristas ni periódicos maoístas.

"Una visión cínica del periodismo sostiene que la verdad no existe. Que puede haber tantas verdades como interpretaciones de la realidad. Este planteamiento es una gran trampa. Creo que los periodistas hemos sido negligentes al descuidar la defensa de la verdad. Porque la verdad, en periodismo, existe. Al menos existe la verdad de los hechos, la verdad factual. Aquello que es cierto y es comprobable". Lo escribía, en su columna de despedida, Milagros Pérez Oliva, una de las periodistas más honestas y lúcidas de este país. Hasta que esa verdad sea reivindicada de nuevo no habrá realmente democracia, porque cualquier interpretación ideológica tiene que tomar como base la realidad, no la invención o la mentira.

Es necesario repetirlo hoy, 11 de marzo, para que los 192 muertos causados por el terrorismo islamista puedan descansar de verdad en paz.

 

Publicado el 12 de marzo de 2012 a las 00:45.

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La libertad de Internet

Archivado en: Internet, Don Delillo, Publicidad, Gran Hermano

Hace tiempo leí una novela de Don Delillo que no me gustó nada, Cosmópolis. Me habían elogiado tanto al autor estadounidense que me quedé perplejo y lo comenté con uno de los amigos que me lo había recomendado. "Te has equivocado de novela, ésa no es buena", me dijo. Después pasó el tiempo y seguí escuchando alabanzas encendidas de Delillo. La última, ayer mismo. De modo que escribí a mi amigo y le pedí que me recomendara un libro que sí fuera bueno. Me respondió esta mañana con dos títulos: Libra y Submundo. Inmediatamente entré en la web de la Casa del Libro y husmeé en la bibliografía de Delillo para ver ediciones, precios, argumentos. Tomé la decisión de comprar Libra la próxima vez que fuera a una librería y volví luego a mis asuntos.

Al cabo de una hora volví a abrir el navegador para echar una ojeada a la prensa. Abrí la página de El País y me encontré, en la portada, flamantes, dos banners publicitarios de la Casa del Libro con opciones de compra de tres libros de Don Delillo cada uno.

No estoy sorprendido, ya conocía la existencia del método, que cada vez, eso sí, se sofistica más. De lo que estoy sorprendido es de que siga habiendo tanto pazguato que piense aún que Internet es un territorio libre, puro y descontaminado desde el que se puede dejar fluir la libertad, sin intermediarios ni prescripciones, y se puede actuar en pie de igualdad democrática con el universo. Que Google ha llegado para acabar con el insufrible materialismo de General Motors, Repsol, Sony y Random House.

Una cosa es la candidez y otra muy distinta va siendo ya la ceguera necia.

 

Publicado el 4 de marzo de 2012 a las 14:30.

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Anonymous

Archivado en: Anonymous, Piratería, Sinde

Ya se sabe que en la historia de la humanidad la mayor parte de los abusos y de las tropelías se han cometido en nombre de la libertad. No hay palabra que tenga más utilidad para los rufianes. Como no podía ser de otra manera, los gorrones culturales de nuestros días, que son una de las frutas de temporada y que dentro de unos años serán recordados con estupor y con perplejidad, cometen todos sus desafueros en nombre de la libertad. De la libertad de expresión, en este caso. Y por supuesto no se llaman a sí mismo gorrones o caraduras, sino revolucionarios.

Todo lo que llevan haciendo y diciendo estos años, en contra de la ley Sinde y de cualquier legislación similar, está tan carcomido por la demagogia y por la ignorancia que sería imposible dar respuesta no ya en un post, sino en un libro entero de mil páginas. Internet es un universo que plantea continuos problemas de convivencia, de progreso e incluso metafísicos. El derecho al olvido, por ejemplo, es un asunto fascinante: ¿tenemos o no tenemos derecho a que datos o informaciones nuestras que en un determinado momento fueron colgadas en la Red, incluso por nosotros mismos, sean retiradas si lo deseamos? ¿Tenemos derecho a publicar en nuestro perfil de Facebook (o donde sea) una fotografía que le hicimos a Fulano de Tal borracho o medio desnudo un día? ¿Podemos crear una empresa ciberespacial de juego on line que no tribute en ninguna parte (o lo haga en un paraíso fiscal) y que no se someta a las mismas leyes sobre el juego que rigen en los casinos? ¿Podemos abrir una página web que defienda la homofobia, la pederastia y el antisemitismo?

Unas cosas son delitos tipificados por el Código Penal y otras simples reglas de convivencia razonables en una sociedad avanzada, pero a nadie se le ha ocurrido quejarse de que los poderes públicos, el Estado, intervenga en Internet para regular estos asuntos. A todos nos parece lógico que exista el derecho al olvido y que yo pueda exigir que se retire una foto mía o una información que, sin ser falsa ni difamatoria, me afecta. Al mismo tiempo que se debatía la Ley Sinde, el gobierno socialista aprobó una ley del juego en Internet que pasó inadvertida, sin protestas de internautas, sin que David Bravo, Enrique Dans y compañía se rasgaran las vestiduras, y sin que Anonymous organizara manifestaciones delante del Casino de Torrelodones para protestar. Esa ley, por supuesto, permitía cerrar páginas webs que inflingieran las normas. A nadie se le ocurrió decir que eso era censura o que lo que buscaba era atacar la libertad de expresión.

¿Por qué entonces las leyes antipiratería despiertan tanta ira e infunden tanto fervor revolucionario? Por gorronería. Por dinero. Porque esas sí que nos tocan el bolsillo. Nada más. Ni un ápice más. Todo lo que se añada a eso es charlatanería, a veces pagada por las empresas de telecomunicaciones y a veces simplemente elaborada por la mala conciencia de quien quiere seguir haciendo algo que está mal y a la vez dormir bien.

¿Se va a cerrar alguna web por razones ideológicas cuando entre en vigor la Ley Sinde? ¿Se van a cerrar webs arbitrariamente? Todos saben que no. Se cerrarán equivocadamente una de mil, como pasa por otra parte con todas las leyes, analógicas y digitales, y esa una cerrada injustamente volverá a abrirse enseguida sin problema. Dentro de tres o cuatro meses, cuando entre en vigor, veremos que nadie puede decir que se cierra su web por lo que decía en ella, por censura, sino sólo porque incluía contenidos de otros para los que no tenía derechos. Se acabará la posibilidad de esgrimir la libertad de expresión: será evidente que lo que se ventila ahí no tiene nada que ver con eso. Y entonces esa gran furia social que dicen que existe desaparecerá. Nadie se atreverá a hablar ya de libertad y de revolución para defender lo que sólo es gorronería y comodidad.

Por eso los cabecillas emboscados están tratando de acelerar las acciones. Anonymous anuncia un marzo negro, pero como aperitivo, y sobrepasando todas los límites de la infamia, han difundido estos días datos personales de algunas personas partidarias de la Ley Sinde, empezando por la propia exministra de Cultura y por el actual ministro de Educación y Cultura, y siguiendo por gente que pasaba por allí, como el hermano de Ángeles González-Sinde, quien ha cometido el tremendo error de compartir con ella padres. El método es viejo, y no será la última vez que se use: la intimidación, la amenaza, la búsqueda del miedo. Achantar, asustar, decirle a alguien: "Sé dónde vives, sé el colegio al que va tu hija, sé dónde encontrarte si lo necesito". No lo inventaron los nazis, pero lo llevaron a un estado de depuración inigualabre. La Mafia también ha hecho contribuciones valiosas: pueden ustedes descargarse El Padrino, si no lo han hecho ya, y comprobarlo.

Si Anonymous es quien va a defender mi libertad de expresión, pido la esclavitud y el destierro. Han cruzado todas las líneas de la dignidad y de la respetabilidad. Son matones y además cobardes. Niñatos -tengan la edad que cada uno tenga- consentidos y maleducados. Nazis que no saben que lo son. Pandilleros que se ríen de sus gracias con babas largas sin saber que alguien les está usando.

Quiero cerrar con una nota de confianza. Wikipedia es una institución prestigiosa e insustituible. Es un ejemplo de cooperación y de altruismo generoso y voluntario (hay que explicarles a los matones que el altruismo tiene que ser siempre voluntario, si no es pura humillación). A pesar de las dudas, su fiabilidad va creciendo y todos la usamos para una u otra cosa. Se ha acuñado la expresión ‘espíritu wiki' para denominar a esa forma colaborativa de trabajar, en la que creo y que aliento.

Hace algunos días, Axier, mi marido, aprendió a editar en Wikipedia (cosa nada fácil, debo decir) y nos ofreció a mí y a algunos amigos escritores que tenemos allí una entrada la posibilidad de incluir una fotografía en la página por coquetería. Yo le di una fotografía que me hizo hace poco el gran fotógrafo Germán Gómez y mis amigos le dieron fotografías de otros fotógrafos, no sé si profesionales o aficionados. Axier metió las fotografías en las páginas correspondientes y, por cortesía y por justicia, puso en cada una el copyright, es decir, el nombre del fotógrafo que las había hecho. Ni que decir tiene que ninguno estábamos colgando fotos de las que no tuviéramos derechos, entre otras cosas porque, siendo nosotros mismos los retratados, algún mínimo derecho tendríamos ya. Sin embargo, pocos días después Wikipedia las retiró todas, puesto que el editor registrado, Axier, no era el fotógrafo ni podía certificar que tuviera derechos sobre las imágenes. Le emplazaron a hacerlo, a demostrar que los tenía. Las fichas siguen hoy sin fotografías. ¿Exceso de celo? ¿Ciberburocracía? ¿Escrupulosidad desmedida? Es posible, pero así hay que hacer las cosas. Así se construye internet. Así se teje el colaboracionismo verdadero. Ese es el espirítu wiki, no el que tiene por único objetivo ver Transformers 4 por el morro.

Si Guy Fawkes (que tampoco era un santo, todo hay que decirlo) levantara la cabeza, se haría protestante.

Publicado el 30 de enero de 2012 a las 23:30.

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Luisgé Martín

Luisgé Martín

Un blog con olor a azufre y a carne quemada. Ciberllamas en las que arderán todos: no habrá ningún títere al que le quede la cabeza sobre los hombros. El convencimiento es claro: el infierno existe y son los otros. Basta con abrir los ojos y mirar el mundo alrededor. Hablaré de libros, de películas, de canciones y de paisajes extranjeros, pero siempre con el tridente desenvainado.

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Biografía: Madrid, 1962. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Gerencia de Empresas. Autor de los libros de relatos Los oscuros (1990) y El alma del erizo (2002), la colección de cartas Amante del sexo busca pareja morbosa (2002) y las novelas La dulce ira (1995), La muerte de Tadzio (2000), ganadora del Premio Ramón Gómez de la Serna, Los amores confiados (2005) y Las manos cortadas (2009, publicada, como la mayor parte de su obra, por Alfaguara). Ganador del Premio del Tren 2009 "Antonio Machado" de Cuento, que convoca la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, con el cuento Los años más felices.

 

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