Archivado en: Sueños, Buenafuente, Twitter, relatos
Soñé con Buenafuente. De verdad. Si me dan a elegir, aunque me guste el programa que hace y me suba a su nave de la risa, hubiera preferido soñar con Beyoncé, Jorge Luis Borges o Gila, pero la otra noche, tumbado en el sofá viendo la tele, soñé con el humorista de Reus.
Aunque sueño en color, Andreu vestía de negro. Iba solo. Enlutado, pero sonriente, hacía cola en el puente aéreo Barcelona-Madrid charlando por teléfono. O quién sabe si fingiendo que hablaba con alguien, como esos futbolistas que, parapetados tras un móvil, tratan de mantener a raya a los cazadores de autógrafos.
Al reconocerle, no se me ocurría nada mejor que contarlo en Twitter, aportando pruebas. Es decir, retratándolo.
Así que me salía de la cola, me acercaba a él, desenfundaba un tecnocacharro y gritaba: "¡Buenafuente!".
Se giraba, desconcertado, y le fotografiaba.
Volvía a mi lugar en la cola, sin mediar más palabras, y colgaba, si no recuerdo mal, un tweet más o menos como éste:
@Buenafuente no sólo monta en aviones para grabar programas. Dentro de un rato vuela con este careto http://bit.ly/cam1AH
¿Para qué colgaba eso? Nadie dijo que los sueños fueran racionales. ¿Adónde quiero parar? Qué sé yo.
Sigamos con el sueño. Una vez en el avión —él en bisnesclas y yo en turista, qué le vamos a hacer— antes de despegar nos enfrascábamos en una disputa bastante absurda (como este sueño, dicho sea de paso). Él me llamaba ladrón, me decía que la foto que había colgado en Twitter era suya, y yo replicaba que ese careto era suyo, siempre sería sólo suyo, y la foto también.
En fin, los sueños acaban cuando quieren, pero este se alargó demasiado. Como soy un pesado, volvía a pedirle una twittervista. (Hace un par de meses le escribí un tweet que ignoró.) Pero, tras un contundente intercambio de insultos, siempre vía Twitter, silenciosos —relativamente: no sé si sus tropecientosmil seguidores en Twitter asistían en sueños a la refriega—, el bueno de Buenafuente, harto de mí, acababa vomitando:
@gentedeinternet VÁYASE A LA MIERDA!!!!
Si el gran Fernán Gómez, genio y figura, levantara la cabeza, le llamaría copión, ya.
Después, un hombre de mirada penetrante avanzaba por el pasillo. Hacia mí. Lentamente. Sin desviar la mirada. No, no había azafatas. ¿Qué quería hacer, quitarme el teléfono, echarme del avión? ¿Era un sicario de Buenafuente, un guardaespaldas?
Nunca lo sabré. Me caí del sofá. Cuando me desperté, Buenafuente seguía con su monólogo.
Publicado el 18 de febrero de 2010 a las 10:30.