El fin de las tres leyes de la humanidad
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1. Un ser humano no debe devorar a un Cerdo o, por su inacción, dejar que un Cerdo sea devorado.
2. Un ser humano debe devorar el alimento que le sea dado por un Cerdo, excepto si estas órdenes entran en conflicto con la Primera Ley.
3. Un ser humano debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.
Las tres leyes de la humanidad. Enciclopedia Porcina, artículo 7
El Cerdo sometió al ser humano durante milenios. El omnívoro y omnipotente Cerdo mantuvo su dominio sobre los humanos terrícolas sin crueldad ni altibajos, con equidad y buen talante, con la naturalidad que surge de una inteligencia superior. Y sin que hubiera el más mínimo atisbo de rebelión humana: desde su más tierna infancia, todo ser humano asimilaba que debía obedecer las tres leyes de la humanidad.
Pero el tiempo todo lo cambia. Cuando ya no recordábamos que hubo una época en que el ser humano osó criar Cerdos en granjas, para luego jamar chorizos, jamones, salchichones, bacon, morcilla de Burgos, paté, codillo, chuletas... y cochinillo asado. Cuando ignorábamos que fue el hombre quien cavó su propia tumba al modificar genéticamente al Cerdo. Cuando la frase "Del cerdo me gustan hasta los andares" servía para elogiar la sabiduría y la elegancia porcinas. Cuando el esclavizado y humillado ser humano, admitámoslo, se encaminaba hacia su extención, ocurrió algo inesperado.
Un niño —dicen que fue un niño— recuperó en una escombrera un ordenador prehistórico. Era un genio. Lo arregló y halló virus informáticos, juegos deportivos, vídeos musicales: vestigios de una época tan antigua como maravillosa. Durante cientos de noches, ese niño mantuvo en secreto su fenomenal hallazgo. Sus amigos de la granja humana nunca lo sospecharon.
Ese niño -dicen que se hizo llamar Marcos- lideró la Evasión. Los anales cuentan que una noche reunió a sus congéneres y les enseñó dos fotografías. Dos imágenes revolucionarias, que aparecían en uno de los archivos del ordenador. En la primera pudieron ver dos crías de Cerdo asadas en un horno de adobe. En la segunda, un humano sostenía una botella y... ¡una fuente con porciones de Cerdo asado! ¡Qué herejía!
Tras el desconcierto y el miedo, a los más resueltos y desinhibidos les entró un apetito ancestral, unas ganas de comer Cerdo desconocidas...
El resto es Historia. Tras cruentas y suculentas batallas, la Evasión se expandió por el orbe.
Cientos de años después del descubrimiento de aquellas antiquísimas fotografías, cuando el Hombre por fin redujo a los cerdos, un equipo de paleontólogos descifró los signos que figuraban en el Archivo. La Humanidad supo así que en el año 2009 de la era cristiana, en el día 27 del mes de octubre, un grupo de internautas se reunió en la ciudad de Madrid para devorar crías de Cerdo. En aquel tiempo las llamaban Cochinillos. Y, a veces, Cochinetes de Cucharete.
(Como tantos otros historiadores, pertenezco a la corriente tradicionalista. Y, como los 40 Blogueros que nos revelaron el auténtico destino de los cerdos, me considero Gente de internet. Por eso siempre participo en la conmemoración anual de la Evasión y de la Cena respetando escrupulosamente los ritos de aquel remoto día: nos reunimos en grupos de 40 humanos y asamos a los Cerdos durante al menos dos horas en un horno dispuesto con madera de pino y encina. Aunque los Cerdos nos insultan cuando los metemos en el horno, nunca he tenido remordimientos. En cambio suelo padecer resaca: esa noche bebo mucho zumo de uvas fermentado, como hacían en los tiempos del mítico Cucharete)
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Con este relato, que espero que os guste, me apunto al Cochinete de Cucharete, que organiza la web "Restaurantes de Madrid". En marzo, por cierto, participé en otra iniciativa cucharetera y entrevisté a Marcos García.
Publicado el 19 de octubre de 2009 a las 11:00.