La gestión cinegética en el punto de mira
Ayer me fui a Pedrafita do Cebreiro para iniciar el tramo gallego del Camino Francés a Santiago de Compostela. Completé la etapa que finaliza en Triacastela. Un paseo en el que disfrutar de la naturaleza y que aproveché para pensar sobre lo divino y lo humano. En esto andaba hasta que llegué al Alto de Poio, lugar en el que me senté a disfrutar del entorno con una cerveza fresquita. El destino me tenía reservada una sorpresa para que mi cabeza se evadiera un poco de los nefastos pensamientos en los que estaba inmerso: tres coches todo terreno con sus carros repletos de perros de rastro aparcaron en el restaurante del otro lado de la carretera y de ellos se aperaron doce cazadores uniformados. No puede resistir la tentación y me acerqué para preguntarles cómo se había dado la mañana.
- De momento no hemos cazado ningún jabalí, aunque hemos podido ver varios. Me dijo uno de ellos.
- ¡Sois pocos de cuadrilla! ¿No? Pregunté yo.
- La crisis, la gente no está para gastar mucho y los madrileños que nos acompañaban otros años se nos han caído de la lista. Sentenció el gallego con su particular acento.
Sus palabras reactivaron en mi mente todos los pensamientos que me habían surgido días atrás tras recibir varios correos electrónicos de Emilio San Pastor. Emilio es un ‘ciber-amigo’ que hice el año pasado gracias a la red social ‘Cazalia’ y que conocí en una de las monterías que él y ‘El Club de Monteros’ organizaron en uno de los cotos que gestionan en Muelas del Pan (Zamora).
Emilio me había informado de las modificaciones en las fechas de la primera de las monterías que organizaban este año en Alcántara (Cáceres). El motivo es que los cazadores no habían respondido como en otras ocasiones y había algunos puestos libres. El intercambio de correos electrónicos le sirvió a Emilio para desahogarse sobre la falta de valores que está apoderándose de las artes cinegéticas. Para muchos cazadores prima más el número de piezas abatidas que la belleza del lance. Para muchos es más importante formar parte de un tiroteo que de la plasticidad de un abate en justa lid. Para muchos es más importante conseguir un espectacular trofeo con el que adornar una pared del salón que disfrutar de la camaradería y arte de la montería española.
Estamos viviendo una época en la que el cazador-gestor está en peligro de extinción al ser fagocitado por el cazador-esquilmador, el coleccionista de trofeos que ha olvidado que para que haya ejemplares espectaculares hay que trabajar, cuidar y mimar los cotos durante muchos años, día a día.
Emilio, en unos de sus correos electrónicos dejaba fluir sus pensamientos que a continuación reproduzco y sirvan de debate:
“Buenas noches José Juan. Adjunto te envió el archivo de las monterías nuestras de éste año. Tiene un ‘defecto’: la de Cáceres es el 16 y no el 9 y no puedo cambiarlo!!! Eran ‘definitivas’ pero visto lo visto son ‘provisionales’ por la respuesta de los cazadores. Te lo aclaro: de donde vengo y lo que me han enseñado en la vida como ‘tío de campo’, cuando gestionas un coto como propietario o como arrendatario eres el responsable máximo de la ‘vida o la muerte’ de las especies cinegéticas de las que eres ‘propietario’. Eso, que actualmente suena a cachondeo, es algo muuuuy serio, al menos para mi. Estamos hablando de la vida de un animal que, quizá, haya hecho más méritos que muchos de los seres humanos que pueblan éste planeta en lo que catalogamos como ‘civilización’. Muchos me encasillan como ‘radical’, pero cuando has estado años observando el comportamiento de decenas de especies en su medio pasan a formar parte de tu vida más cercana, más que muchos familiares de esos que te llaman en navidades para ver cómo estás y cuándo cascas para heredar...
Por eso me atreví a constituir el Club, a recuperar el espíritu del original Club de Monteros, del que mi padre y mis antepasados fueron socios, y del que conservo el sello y el escudo, del que se reunía en la Gran Peña de Madrid, donde me hicieron novio, y por eso lucho.
¡No te puedes ni imaginar la pena que me da cuando me llama gente para preguntar "cuánto se ha matao" o para decirme que "ya iré y pagaré”! Por desgracia la gestión hoy en día no existe y el que se preocupa por ella o es un gilipollas o un nostálgico o un vendedor de humo....
Quizá a esas personas habría que recordarles el origen de la montería española, cómo se recuperó una de las especies que en los años 40 estuvo a punto de extinguirse: el venado, de qué manera se monteaba con 10 amigos y 3 ó 4 días perdidos en Sierra Morena para regresar con 3 venadetes. A esos mismos que, enriquecidos por la desgracia de las hipotecas que se consideran el ombligo de la gestión española, sacan pecho por su "record", cuando NUNCA han sabido cazar sin un verdadero cazador que les diga dónde y cuándo. ¡Me da un asco muy profundo todo eso!
Por eso y sólo por eso lucho y el ver como, a estas alturas, hay gente que ‘promete’ ir a la junta y ‘hacerme’ el favor de pagar un puesto que, a precio de mercado vale el doble pero que como soy ‘tonto’ lo vendo mas barato..., ¡En fin...!
Estoy ‘acojonao’ porque esto lo estoy sosteniendo yo, ahora, porque creo en ello. Es probable que, éste año, si no cubrimos al menos los gastos básicos (gestión aparte), tengamos que dejar la gestión de algunos de los cotos y Dios dirá que sucederá en ellos a partir de entonces...”
Es duro decirlo pero la realidad es la que es. No hay cosa peor que el que algo se ponga de moda y pueda acceder a ello cualquiera. Desde que la caza se ha convertido en la moda de exponer en el salón de casa el mayor número de trofeos, desde que los animales se han convertido en objetos de decoración, desde que cazar se ha convertido en manifestación opulenta para los nuevos ricos, todos los demás hemos salido perdiendo. Todo pierde, lo hace la gestión, lo hace la tradición, lo hacen los cazadores, lo hace la fauna, lo hace la flora, lo hacen los pueblos. Todos pierden. Los cotos se esquilman o se provoca una superpoblación para favorecer el abatimiento del mayor número de ejemplares sin importar la calidad del trofeo, ni la tradición de las artes de caza.
No hay cosa peor que la popularización entendida como 'masificación'. Ojalá que esta crisis nos devuelva a lo que ha sido la caza, a esos tiempos en los que los cazadores, bien propietarios de las fincas, bien habitantes de los pueblos, bien amantes de la naturaleza, disfrutábamos de jornadas en las que con el solo disfrute de ver animales volvíamos emocionados a casa. Esos días en los que era una fiesta el abatimiento de un ejemplar, esos días en los que daba igual disparar o no.
Pese a las duras palabras de Emilio, fiel reflejo de lo que estamos viviendo, su escrito finalizó con un alo de esperanza al hablar de la gente con la que le gusta compartir sus jornadas de caza y con lo que disfruta de la gestión: “… algo que no puedo decir de muchos, por mucho que paguen... eso sí, nunca jamás me van a quitar la ilusión, porque esa depende de mí, de mi hija y de mis amigos, no de ‘esos’...”
Al igual que Emilio y el Club de Monteros, estoy completamente convencido de que lo verdaderamente importante de la caza es la gestión que se hace para conservar, mantener y comercializar las especies cinegéticas. Jamás habrá buenos trofeos de caza, lances inolvidables, montes cuidados o vida en nuestros pequeños pueblos si no existe una buena gestión. Será imposible mantener nuestras tradiciones y peculiaridades cinegéticas si la caza se convierte coleccionismo de trofeos o en tiroteos al aire libre. Será imposible mantener nuestra diversidad biológica si los animales se convierten en objetos de decoración. Todo esto no se paga con dinero solamente, se paga también con el apoyo a iniciativas que se centran en la gestión ordenada de nuestros recursos.
Querido Emilio, querido Club de Monteros, todo mi apoyo y respeto desde aquí. Espero que vuestra labor no sólo no se pierda sino que calé hondo en otros cazadores y/o gestores.
¡ÁNIMO!
Publicado el 20 de septiembre de 2010 a las 13:00.