Javier Cercas o la anatomía de una descripción
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Devoro con satisfacción las páginas de 'Anatomía de la luz', penúltima novela de Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) antes de que este notable escritor publicase 'Anatomía de un instante' y justo después de 'Soldados de Salamina', obra literaria convertida en película por David Trueba. Un joven gerundense cambia Barcelona por un pueblo del Medio Oeste americano, al que llega para dar clases de español en la Universidad. Allí, conoce a su compañero de despacho, ex combatiente en Vietman, que le marcará de por vida.
Alcanzó la página 31. Perplejo, asisto a la primera descripción que hace Cercas acerca de Rodney, nuestro protagonista. "A primera vista Rodney tenía el aspecto cándido, pasota y anacrónico de esos hippies de los años setenta que no habían querido o podido o sabido adaptarse al alegre cinismo de los ochenta, como si de grado o por fuerza hubiesen sido arrinconados en una cuenta para no perturbar el tráfico triunfante de la historia. Sin embargo, su indumentaria no desentonaba con el igualitarismo informal que reinaba en la universidad: siempre vestía zapatillas de deporte, tejanos gastados y holgadas camisas a cuadros, aunque en invierno - en el invierno polar de Urbana - cambiaba las zapatillas por unas botas militares y se abrigaba con gruesos jerséis de lana, un chaquetón de cuero y un gorro de piel. Era alto, corpulento, ligeramente desgarbado; caminaba con la vista siempre fija en en suelo y como a trompicones, escorado a la derecha, con un hombro más elevado que el otro, cosa que dotaba a su paso de una inestabilidad bamboleante de paquidermo a punto de desmoronarse. Tenía el pelo largo, espeso y rubicundo, y una cara recia y ancha, de piel levemente rojiza y facciones como esculpidas en el cráneo: la barbilla dura, los pómulos prominentes, la nariz escarpada y la boca burlona o despectiva, que al abrirse mostraba una doble hilera de dientes desiguales, de color casi ocre, bastante deteriorados. Padecía de fotofobia en uno de sus ojos, lo que le obligaba a protegerlo del contacto con el sol cegándolo con un parche de tela negra sujeto con una cinta a la cabeza, un pegote que le infundía un aire de ex combatiente no desmentido por su andar trompicado ni por su averiada figura". Releeo la página 31. Una vez más, comprendo las razones por las que Javier Cercas se ha convertido en un autor imprescindible en la literatura española de los últimos tiempos.
Publicado el 4 de marzo de 2010 a las 11:30.