'El Galo Moribundo', angustiosa credibilidad con lagunas
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Un paseo vespertino por el Retiro madrileño le sienta bien a cualquiera. Ahora, que la primavera ha llegado a la ciudad, tal y como cantan los Delafé, la conclusión perfecta para este plan puede ser una obra de teatro en el mismo recinto. Sí, sí, en el teatro Casa de Vacas, un pequeño recinto teatral que se encuentra junto al lago del parque. Allí, 'Teatro sin red' escenifica hasta el 9 de mayo su adaptación de 'El Galo Moribundo', texto de Craig Lucas, que nunca se había hecho en España.
La oferta teatral que existe en Madrid es inmensa, pero a uno le entra bastante pena al ver cómo apenas 20 personas ocupan sus asientos en el patio de butacas, frente cuatro actores que llevan un rato mirándoles, dando vueltas en escena, con un paisaje urbano al fondo en forma de cuadro, un sofá y escasos elementos de mobiliario como varias sillas o una mesa.
Entonces, arranca una función recomendable, porque visto lo visto en otros grandes teatros de la capital que se publicitan por todas partes la calidad merece un aprobado. Inclusive, un bien, esa nota que ponen en los colegios y cuyo significado de 6 sobre 10 no tienen nada que ver con el concepto del término. 'El Galo Moribundo' seduce por la fuerza interpretativa de Agus Ruíz (Jeffrey) y Laia Alemany (Elaine), quienes otorgan a sus personalidad una gran credibilidad. El Robert de Jesús Sarmiento carece de ciertos picos dramáticos acordes con su situación teatral y Maria Besoy cumple como Doctora Foss, aunque la revelancia de su papel impide juzgarla a fondo.
La escena inicial con el encuentro entre Robert, guionista con un texto entre manos, y Jefrrey, empresario cinematográfico que se enamora del primero, es el punto de partida de una obra que alterna excelentes momentos con lagunas durante su discurso para el espectador. La calidad de los primeros minutos, los encuentros en el chat entre Robert y Elaine, la rabia exteriozada por Robert cuando increpa a la Doctor Foss o el 'increscendo' final cuando Elaine descubre una realidad oculta ponen de manifiesto el buen trabajo de 'Teatro sin red'. Sin embargo, la contextualización informática de la obra, la pasión entrecortada de Jefrrey por Robert o las incomprensibles intenciones, por maquiavélicas, de Jeffrey sobre el tirangulo amoroso provocan dudas argumentales en la mente de quien sigue con atención el espectáculo, idóneo para culminar una bonita tarde en el Retiro. Sobre todo, si afuera llueve a cántaros.
Publicado el 20 de abril de 2010 a las 14:15.
