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Vaya por delante que ni los toros ni el mundo taurino están dentro de mis aficiones, por eso que la reflexión que hoy les traslado motivada por la muerte el pasado viernes del joven Daniel Jimeno, experto corredor y habitual en los encierros de Pamplona, es solo una opinión personal que formulo en voz alta con la intención de encontrar respuestas (creo de antemano que no las va a haber) a preguntas como ¿Por qué jugarse la vida delante de un toro? ¿Por qué exponerse a recibir una cornada mortal? ¿Por qué tentar a la suerte de esta forma tan arriesgada? ¿Por qué los sentimientos se imponen a la razón y llevan a miles de personas a participar en los encierros de San Fermín? ¿Por qué a las ocho de la mañana del día siguiente a la muerte de Daniel daba la sensación de que nada había ocurrido?
Desde que en 1924, los Sanfermines se cobraran la primera víctima, quince personas han perdido la vida en los encierros. ¿Muertes evitables? Por supuesto que sí. Mis condolencias a la familia de Daniel Jimeno y mi respeto a quienes deciden jugarse la vida delante de un toro, aunque no llegue a entender sus motivos.
Publicado el 13 de julio de 2009 a las 19:45.