Archivado en: ‘Les Citoyens du Ciel', 'bautismo de vuelo', discapacidad física
La sensación de volar en una avioneta o en un ultraligero no tiene nada que ver con hacerlo en un avión de línea. Confieso que me encanta volar, por eso que siempre que surge la ocasión, sea cual sea el aparato en cuestión, me apunto al instante.
La de ayer martes día 15 fue una jornada en la que se presentó la ocasión de volar y servidora no la dejó escapar. La elaboración de un reportaje sobre la presencia en Burgos de miembros de la asociación francesa ‘Les Citoyens du Ciel', ‘Los Ciudadanos del Cielo', me llevó hasta Madrigalejo del Monte. Allí nos esperaba Víctor Martínez, propietario del Club de Vuelo Alcotán, cuyas instalaciones fueron escenario del ‘bautismo de vuelo' de diez jóvenes con discapacidad física pertenecientes a la Federación de Asociaciones de Personas con Discapacidad Física de Burgos (FEDISFIBUR).
Subirme a la avioneta no entraba en el guión, pero ya saben que siempre se realiza un vuelo de comprobación para verificar que las condiciones son las óptimas, así que tras ser invitada por el presidente de la asociación a compartir ‘cabina' con el piloto Gabriel Dartaguiette en ese primer vuelo, allí que me subí. Gabriel, muchas gracias por el agradable paseo aéreo hasta la Villa Ducal de Lerma.
No les voy a hablar de mis sensaciones a bordo del ultraligero, que como pueden suponer fueron fantásticas, pero sí voy a detenerme en la labor que desarrolla esta asociación compuesta por pilotos y voluntarios que surcan los cielos para compartir su pasión por volar con personas con discapacidad.
Me comentaba el presidente de ‘Les Citoyens du Ciel', Jean-Paul Burgues, la satisfacción que produce ver la cara de estos chicos y chicas cuando suben y bajan de la avioneta: "En el cielo no hay fronteras, no hay limitaciones... las piernas no son esenciales para volar".
La discapacidad física de estos jóvenes no ha sido obstáculo para que hayan experimentado qué se siente al volar en un aparato de éstos. Sus limitaciones en la tierra, atados a una silla de ruedas, desaparecen en el aire. Allí son libres. Los nervios dejan paso a la emoción, a la ilusión... a la satisfacción. Su espíritu de superación se hace aún más visible. Sólo necesitan oportunidades para demostrar que con un poco de ayuda son capaces de casi todo. A nosotros corresponde dárselas.
Publicado el 16 de septiembre de 2009 a las 21:15.