Archivado en: Noche de San Juan, fuego, Barriada de Juan Yagüe
(Como estoy ‘muy quemada’ por lo que leo y escucho en estos últimos días en boca de nuestros representantes políticos sobre los más diversos temas, y no quiero contagiarles de este estado si me refiero a alguno de ellos -hay tantos que no sabría cuál elegir-, hoy voy a hablarles del fuego, a ver si consigo así que se me bajen un poco los humos)
23-24 de junio. Solsticio de verano o de invierno, según el hemisfero. Noche de San Juan.
De pequeña, de muy pequeña, y en compañía de familiares y amigos, salíamos a la calle a celebrar esta noche mágica. Lo hacíamos en torno al fuego, a la hoguera que toda la chiquillería habíamos plantado con las aportaciones de materiales recogidos semanas atrás entre el vecindario. Entonces no estaba tan implantada la cultura del reciclaje y cartones, periódicos, ropas viejas y otros utensilios inservibles terminaban en la hoguera de San Juan. ¡Cómo me gustaba esa imagen! Todos cantando y saltando alrededor de las llamas. El fuego lo iluminaba todo, se apagaban las luces del barrio, a la luz de la luna y bajo la siempre atenta mirada de los padres, que impedían que nos acercásemos demasiado, la hoguera se consumía lentamente. Luego, con las brasas de los troncos aún candentes, las ‘amamas’ repartían entre todos los asistentes la correspondiente taza de chocolate bien calentito que previamente habían preparado.
La noche como fondo y el fuego como centro. Dicen muchos autores que el fuego es un elemento purificador, liberador… yo creo que en el contexto de la noche de San Juan es mucho más. Elemento básico como lo son también el agua y la tierra, invita a la reflexión, a soltar los malos augurios y a formular algún que otro deseo. Es un rito, una tradición, y como tantas otras, o la tomas o la dejas.
Concluyo regalándoles esta bella imagen captada ayer por el fotógrafo Félix Ordóñez en la mágica noche de San Juan, en la barriada de Juan Yagüe.
Publicado el 24 de junio de 2009 a las 21:30.