Caribe mortal
Archivado en: Caribe, Santo Domingo, naufragio,
A través de un colega me enteraba ayer lunes a primera hora de la mañana del fallecimiento de Javier Jorge Villanueva. La noticia me dejó helada, casi incapaz de reaccionar e incrédula ante lo que me estaba contando.
El cadáver de Javier Jorge, de 47 años de edad, fue encontrado el domingo día 10 en aguas del mar Caribe, a unos 45 kilómetros al este de Santo Domingo, tras naufragar la embarcación en la que había salido a pescar el jueves día 7 junto a otras tres personas. Su cuñada, la estadounidense de origen dominicano Laura Ricart, también ha sido encontrada muerta. Las otras dos personas, el marido de Laura, y un amigo, continúan aún desaparecidas. Según el Instituto Nacional de Patología Forense dominicano, Javier y Laura murieron por asfixia por inmersión o ahogamiento.
Conocí a Javier hace 18 años, cuando empecé a acudir a su clínica dental de la Avenida de la Paz, 8, pero no fue hasta el pasado verano, cuando en casa de mis familiares en Santo Domingo, supe que teníamos amistades y familiares comunes en el país caribeño. La relación viene a través de Cristina, la mujer de Javier. A ella, a sus dos hijos y al resto de familiares envío un fuerte abrazo y mi más sentido pésame.
El pasado mes de septiembre, tras regresar de las vacaciones de verano, acudí a la consulta de Javier para trasladarle los saludos de algunos de sus familiares dominicanos, a los que había tenido ocasión de conocer. Agradeció el gesto con la amabilidad, simpatía y atención que siempre mostraba. Con esas cualidades de su persona, tan vital, y por su gran profesionalidad le recordaré siempre. Luego, a finales de noviembre, me tocaba revisión anual, y en esas dos citas, volvimos a hablar de las bondades del país caribeño y de sus gentes y me comentó que pasarían el fin de año con la familia de Cristina al otro lado del Atlántico. "Todas las vacaciones en chanclas", me decía entre risas. "¡Qué envidia me das!", le contesté pensando en lo agradable y diferentes que deberían ser unas Navidades a 30 grados de temperatura en camiseta y short. "Ya te contaré cuando volvamos a vernos", me dijo Javier al despedirnos.
El Caribe, ese mar de postal, tan apacible y cautivador con sus aguas azul turquesa, se ha convertido para Javier y sus acompañantes en una trampa mortal. Allí, en alta mar, la tormenta aparece, en ocasiones, casi sin avisar, la nube se te echa encima, el mar se embravece, cambian las mareas y las fuertes corrientes y oleaje hacen de las suyas...
Publicado el 12 de enero de 2010 a las 20:15.