Podía haber elegido el Génesis, el Éxodo, el Levítico, algún libro histórico, sapiencial o profético del Antiguo Testamento. O podía haber optado por el Nuevo Testamento. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, invitado por cristianos conservadores, The Fellowship, al Desayuno Nacional de la Oración, celebrado en Washington, el pasado jueves, pasará a la historia, entre muchas otras cosas, por ser el primer español que ha intervenido en este acto. Siguiendo la tradición, durante su discurso de diez minutos (traducción incluida), Zapatero leyó un pasaje de la Biblia. Escogió el Deuteronomio 24:14-16.
¿Y por qué escogió este libro, este capítulo y estos dos artículos? Pregunto en mi entorno, y a nadie parecen importarle los motivos de la elección. Hay quien no sabía ni de su existencia.
El Deuteronomio es el quinto libro del Pentateuco, el Libro de la Ley para los judíos, y recoge las palabras que en forma de discursos dirigió Moisés a Israel antes de entrar en la tierra prometida, Canaán, pudiendo considerársele el testamento espiritual de Moisés. Palabra de origen griego significa ‘segunda ley'. Con un estilo peculiar, un lenguaje solemne, pero al mismo tiempo directo, cálido y amable unas veces y frío y distante otras, el Deuteronomio, dicen los estudiosos del tema, habla sobre todo al corazón.
Documentada previamente, me dispongo a comprobarlo. Abro la Biblia de Jerusalén, de la Editorial Descleé De Brouwer, S.A., 1998, y voy directamente al Deuteronomio. 34 capítulos. No son muchos, me digo. Comienzo su lectura... Observo que está lleno de enseñanzas, propuestas, prohibiciones, instrucciones, preceptos, normas y advertencias y resulta ciertamente persuasivo.
"No hagáis en el juicio acepción de personas, escuchad al pequeño lo mismo que al grande". "Si hay junto a ti algún pobre de entre tus hermanos, no endurecerás tu corazón ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre, sino que le abrirás tu mano y le prestarás lo que necesite para remediar lo que le falta". "Establecerás jueces y escribas; ellos juzgarán al pueblo con juicios justos. No torcerás el derecho, no harás acepción de personas, no aceptarás soborno, porque el soborno cierra los ojos de los sabios y corrompe las palabras de los justos. Justicia, sólo justicia has de buscar"...
Salto al capítulo 24:14-15, el pasaje elegido por Rodríguez Zapatero: "No explotarás al jornalero humilde y pobre, ya sea uno de tus hermanos o un forastero. El mismo día le darás su salario, y el sol no se pondrá sobre esta deuda; porque es pobre, y de ese salario depende su vida..." Los puntos suspensivos que no leyó Zapatero y con los que concluye el versículo 15 dicen "Así no clamará contra ti a Yahvé, y no te cargarás con un pecado". "No serán ejecutados los padres por culpa de los hijos ni los hijos serán ejecutados por culpa de los padres..." Los puntos suspensivos que no leyó Zapatero y con los que concluye el versículo 16 dicen "cada cual será ejecutado por su propio pecado".
Zapatero puso el acento en el mensaje social del pasaje, pero bien se protegió del espiritual, aunque estaba en el Desayuno Nacional de la Oración.
Publicado el 9 de febrero de 2010 a las 23:45.