Archivado en: Jim McGarcía, Windows, Ruso
Tras dos semanas he empezado a recoger y ordenar las cosas que Paco dejó en casa. No se me ocurre nada más desagradable que tocar la ropa de un muerto. En cierto modo, es como una violación, pura necrofilia. Me entran ganas de hacerlo con guantes. Es sorprendente la poca variedad de ropa que tenemos los hombres: pantalones vaqueros y camisetas son la herencia que Paco dejó al mundo. Y eso sí, cantidades industriales de chapas de todo tipo. A Paco le volvían loco las chapas (voy a ahorrarme el chiste), comics de una sola viñeta, moderneces pasadas de moda.
Presto mucha atención a ciertos pequeños detalles. Reviso con celo los cajones, las esquinas y los altillos de los armarios. Espero encontrar alguna foto reveladora, alguna carta arrugada que me diga que Paco está con Doc, (el de Regreso al futuro, no el padrino de los documentos de Word) en un punto indeterminado del espacio-tiempo, resolviendo problemas de mis tataranietos. Claro que eso no pasa, y los cajones sólo tienen chorradas como post-its de colores chillones y un número indeterminado de recuerdos pastelosos como conchas de la playa y cantos rodados que el tipo recogía en sus excursiones. Me hace gracia porque son las típicas tonterías que todos hacemos, carne para monologuistas de medio pelo. Ahí lo tienen cómicos del mundo: hasta los descuartizados se sentirán absurdamente identificados con sus chistes.
El último rescoldo aún inexplorado es el ordenador de Paco. Lo que pasa es que me da un repelús tremendo la sola idea de ponerme a revisar carpetas amarillas. Tal vez porque sé que ahí sí que voy a encontrar algo. Bueno, vamos allá. Tin-tin-tin-tiiiin. Tras la banda sonora de Bill Gates, y unos cuantos segundos de pantalla azul, la primera en la frente: el fondo de escritorio lo ocupan Paco y el ruso en actitud cómplice. Notición, el ruso decía la verdad. Esto implica un vale por una conversación con él. Más adelante. No hay carpetas visibles en el escritorio, típico de Paco. Seguro que el muy marica lo guardaba todo en esas carpetas de las que nadie se fía por lo obvias que son: "mis imágenes" y, muy especialmente, "mis documentos". Las carpetas más inservibles de toda la historia de carpetas inservibles hasta que Paco y su manía de ordenarlo todo cogieron un PC por primera vez.
Veamos... De puro evidente resulta evidentísimo (oye, si no te gusta mi forma actual de contar las cosas, prueba a matar a tu mejor amigo y a escribirlo después). El archivo clientesdebiagra.xls se me presenta como una respuesta divina. Dios quiere que investigue esto. Y aunque no quiera, aunque no se trate de una cuestión divina, está claro que lo voy a hacer. Nombres, direcciones, debilidades. En algún momento me pondré con esto.
Después de revisar el resto de archivos sin encontrar nada que valiera la pena, y comprobar la afición de Paco y el ruso de retratar sus orgasmos para la posteridad, decido que sea la impresora la que empiece a vomitar hojas antes de que tenga que hacerlo yo.
No tiene papel.
Yo sí que tengo e introduzco los folios en la bandeja.
La impresora saca un documento antes de imprimir el listado de clientes.
Paco se despide de mí desde el más allá, con esto sí que no contaba.
Cosa rara en las últimas semanas en las que mis predicciones vitales están resultando tan acertadas.
Publicado el 15 de mayo de 2009 a las 21:15.