Sólo recuerdos
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Me llamo Jim McGarcía. No es un nombre fácil. Intuyo que no ha sido una infancia fácil. Lo cierto es que aún no sé cómo ha sido mi niñez pero ¿quién con un nombre así puede haber tenido una infancia fácil?
Sé que vendo Biagra por Internet. Sé que soy raro porque los demás no son como yo. Y aunque no lo sé, tengo el presentimiento de que la voy a cagar.
Mis recuerdos comienzan frente a un ordenador, embargado por una extraña obsesión por escribir algo en un folio en blanco con la sola ayuda de un vocabulario con muchas taras. De mí sólo sé lo que otros me dejan saber. Yo sólo digo lo que otros me dejan decir. Mi amigo Paco me cuenta que él tiene sensaciones similares: se siente perdido, con frecuentes lagunas mentales que ya ha intentado tratarse con un psiquiatra. Cuando volvió de la consulta, llegó desolado. Me contó que el psiquiatra intentó ayudarle pero, con una enorme frustración, le contó que no tenía conocimientos de psiquiatría, pues sus recuerdos comenzaban en un despacho con diván, una placa en su mesa que le identificaba como psiquiatra, y una llamada a su puerta. Curiosamente, era Paco quien llamaba.
Vivo en un mundo de ausencias, en un boceto de lo imprescindible.
Sé que hay casas pero no logro adivinar su forma. Sé que hay gente porque me cruzo con ellos por la calle, pero no sé qué clase de ropa visten ni si tienen algún tipo de sentimiento hacia mí. Creo que tengo familia, pues en mi casa hay fotografías de personas sonrientes que posan con una versión de mí mismo igualmente sonriente. Sé que duermo, a veces durante días. Sé que respiro, pues lo doy por supuesto. Sé que me gustan las mujeres, pero sólo porque sé que falta algo en mi vida que Paco no puede aportarme.
Vivo en un mundo pretencioso e imaginativo a partes iguales. Hablo con la seguridad del que lo sabe todo y tengo la sensación de que aún no sé nada, pero me siento especial porque las personas que me cruzo por la calle aparentan saber menos que yo. Ni siquiera sé si pueden hablar y pensar. Yo eso, al menos por ahora, lo tengo asegurado.
Tengo teléfono y sé utilizarlo, pero por ahora sólo conozco un número de teléfono (el de Paco) y me da miedo marcar otro número al azar. Tengo ordenador y sé utilizarlo. He visto Internet, pero desconozco la forma en que las páginas se cargan de textos y fotografías. Sé también lo que es el calor y el frío, y la piel, y creo en el Sol y la Luna, en el día y la noche, en la medida en que ambas dicotomías se relacionan con el frío y el calor. Acabo de recordar que el hombre estuvo en la Luna, pero se me antoja una cuestión de fe, pues desconozco el camino para llegar allí y sé sobradamente que Paco tampoco sabe llegar. Sí sé lo que son los sueños porque suelo tenerlos cuando duermo.
Sueño con María y con el momento en que la desprecié por primera vez. Estábamos con Paco, puede que hubiera más gente (del tipo intrascendente, claro). Me encontraba en una de mis interminables peroratas sobre el gran escritor que seré cuando de pronto María me interrumpió:
- Ah... Yo también escribo. Tengo un blog sobre fútbol. - definitivamente, y desde este momento, ya supe que no tendría hijos con María, jamás me casaría con ella, nunca nos acostaríamos... ¡mierda!, ni siquiera le invitaría a un puñetero cigarrillo. Era difícil llegar a esa situación, pero pronunció las palabras mágicas. ¡Blog sobre fútbol y sexo femenino! ¿Qué tal si me proponía un pulso? ¿Por qué no echábamos una carrera de camiones directamente?
Ahora, siempre en realidad, me siento como un personaje en el sueño de otra persona. Si esto es cierto, y alguien está soñando conmigo, por favor, que me dé más ropa, más dinero, más vocabulario, más pensamientos, más ciudad, más picores y, por favor, por encima de todo, más...
- ...más mujeres. Quiero mujeres desnudas en descapotables amarillos y...
-
¿Jim? ¡Jim! ¡Qué coño dices cerdo!
- ¡María!
- Y... ¿quieres dejar de frotarte contra mi espalda? Esto era lo que me faltaba. Ya me decía Paco que eras un cerdo, pero que la primera ve que dormimos juntos me salgas con esta mierda...
- Perdona María... ¿qué estaba diciendo?
- Me voy. ¡Qué asco! ¡Eso me pasa por acostarme con un tío que se llama Jim McGarcía! ¿Qué clase de nombre de enfermo mental es ese?
Sus palabras retumban en mi cabeza mientras me froto los ojos y me estiro. Será puritana la tía...
- ¡Estaba soñando! ¡No es culpa mía! Le grito con la esperanza de que vuelva a convertirse en una persona normal y no desaproveche la opción de disfrutar de un gran polvo mañanero conmigo.
¡BLAM!
Eso parece haber sido un portazo. - Bueno..., no se ha hecho la miel para la boca del asno- , me digo mientras jugueteo mentalmente con la idea de privar al asno de su inocente "s". Mientras me dirijo cuidadosamente al baño, no pierdo la oportunidad de pasar primero por el espejo y decirme en blanco y negro y con gesto desafiante: -Sí nena, me llamo Jim McGarcía, recuérdalo para tener algo que contar a tus nietos-.
Después escupí al suelo desafiante, justo a tiempo para recordar que no estaba en el oeste, que el parqué no es autolimpiable, que llevaba dos semanas sin hablar con Paco, y que acababa de decir adiós a un mínimo de dos meses de sexo seguro.
Publicado el 31 de marzo de 2009 a las 10:15.