Eloy de la Iglesia, amante de lo prohibido
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El próximo lunes 23 se cumplen tres años de la muerte del más salvaje y transgresor de los directores españoles. Eloy de la Iglesia siempre caminó por el lado salvaje de la vida y su cine refleja ese lado a la perfección.
A este vasco nunca le gustó escandalizar pero escandalizó más que nadie, toda su obra y su vida fue a contracorriente. Desesperó a los críticos, que siempre lo odiaron y perturbó al inocente público español de la transición, que siempre lo amó, ya que sus películas eran incontestables éxitos de taquilla.
A mediados de los 60 se fue a estudiar cine a Paris. En cuanto volvió a España se topó con la censura. En la España franquista no era lo más recomendable militar en el partido comunista, sobretodo si pretendes estrenar una película. Algo amargo en la boca (1969) estuvo a punto de no estrenarse y acabó pasando por la tijera.
Uno de los ejes argumentales de su cine era la denuncia social, pero siempre le interesó el terror como demuestran sus siguientes trabajos La semana del asesino (72), Nadie oyó gritar (73), Una gota de sangre para morir amando (73) Parecía que su filmografía empezaba a tener ciertas similitudes con el mejor Jess Franco mezclado con Dario Argento.
Pero no siguió por ese camino, en sus siguientes pelis entra en acción su otro eje argumental, el sexo. Con la muerte de Franco todo valía y Eloy, como tantos otros directores españoles, se adentró en los submundos del sexo. Juegos de amor prohibidos (75), La otra alcoba (76), La criatura (77), Los placeres ocultos (77), El sacerdote (78) y sobretodo El diputado lo convirtieron en uno de los mejores directores españoles del momento. En ellas toca temas absolutamente tabúes hace escasos años. La homosexualidad (algo común en casi todas sus películas), relaciones con menores, zoofilia o los conflictos sexuales de un sacerdote son los temas de estos films.
Con la llegada de los 80 llegan sus obras maestras. Navajeros (80) y Colegas (82) retratan la más oscura marginalidad de la España de la transición. El realismo de estas pelis es total, en parte gracias a los no-actores que las protagonizaban. La mayoría eran delincuentes o semidelincuentes que interpretaban a la perfección unos papeles muy parecidos a sus propias vidas. José Luís Manzano y El Pirri se convirtieron en auténticas estrellas de la época.
En 1983 llega su gran éxito y su gran desgracia. Se estrena El pico, el mayor éxito comercial de su carrera y descubre la heroína, lo que acabaría con su carrera. El pico es una historia de amistad al límite entre el hijo de un diputado aberchale y el hijo del comandante de la guardia civil de un Bilbao asolado por la heroína. Todos consumieron abundantes cantidades de esta droga durante el rodaje, tanto delante como detrás de las cámaras. El pico 2 (84) fue igual o más violenta, pero son dos grandes películas que vistas hoy no pierden una pizca de actualidad y que, a la vez, reflejan a la perfección aquella España tan oscura que todo el mundo pretendía ignorar.
Con el paso de los años, casi todos los actores de sus pelis fueron muriendo por culpa de la heroína. De la Iglesia, aunque sobrevivió a esta oleada de fallecimientos, estaba totalmente enganchado y con pocas perspectivas de vida. Aún así tuvo la lucidez de hacer su último gran éxito, La estanquera de Vallecas (87) Desde entonces quedó totalmente sometido por la droga y su creatividad desapareció. Durante los próximos años vivió en un infierno del que consiguió escapar.
En 2003, totalmente desenganchado, estrena su última película, Los novios búlgaros. Aunque ni de lejos es de sus mejores obras, si que permanece fiel a su estilo y a sus temas. Fallece tres años después, a los 62, tras una operación para extraerle un tumor maligno. Hay una mítica frase, que él mismo dijo y que define su vida a la perfección: "Mi adicción a las drogas solo es comparable con mi adicción al cine".
Publicado el 17 de marzo de 2009 a las 19:15.