Uno de los pequeños placeres de la vida, al menos para mi, tiene lugar cada domingo. Tan sencillo como disfrutar de un desayuno tranquilo, sin las prisas mañaneras, en compañía de la prensa del día.
El problema radica no sólo en la elección. Me refiero a los obsequios y no al destape de Soraya: continúan las películas relacionadas con el mundo del periodismo en El Mundo, la colección de grandes maestros de la fotografía en Público, las andanzas de mi héroe Vargas Llosa en El País o las entrevistas a maestros del periodismo. Por citar unos ejemplos.
Compiten por llevarse al gato al agua, y es genial para cualquier lector. En mi caso, aparte de elegir, lo más complicado es llegar al quiosco de la esquina, teniendo en cuenta que queda aproximadamente a un kilómetro. Y eso, con el temporal azotando, se convierte en el doble. Es lo que tiene vivir en un barrio de nueva expansión, que es lo mismo que decir lejos de lo habitable, sobre todo con la crisis, por la que la zona apenas ha echado a andar. Eso sí, si me apetece un café, una cerveza o un refresco sólo tengo que cruzar la calle.
Así las cosas, el pequeño placer de la vida casi a poco se traslada a pequeño placer de sobremesa. Siempre nos quedará Internet.
Publicado el 26 de enero de 2009 a las 19:15.