Caranchos en la mina
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1. Miguel Ángel Jimeno, el de La buena prensa, el de la mesa de la oficina sepultada bajo montañas de recortes, rescata esta maravillosa pieza de mala prensa: periodismo de predicción, periodismo de perdición:
2. Ángel Aldarondo -eskerrik asko- dedica su columna de hoy en el Noticias de Gipuzkoa al periodismo carancho.
"Al mundo nunca le ha importado un carajo la vida de un minero sudamericano, pero millones de personas siguen en riguroso directo la liberación de los mineros al más puro estilo Gran Hermano. La explicación es bien sencilla: lo que han rescatado son 33 cápsulas de suspense. No nos importan sus miserables condiciones de vida, ni si tendrán trabajo mañana, ni sus posibles secuelas. Interesa ese momento, esa conexión en directo, ese desmayo, ese posible fallo del Fénix II. Para los medios de comunicación una situación dramática es siempre una mina de oro. Hitchcock explicó que un McGuffin es un elemento irrelevante que funciona como resorte argumental para generar una escena de suspense. El McGuffin es perfectamente intercambiable, da igual que sea el maletín de oro de Pulp Fiction que el derrumbe en una mina del mismo metal precioso. Aún quedan 13.000 niños bolivianos trabajando en la minería. Así nos lo recuerda el escritor y periodista donostiarra Ander Izagirre en uno de sus artículos. Él pudo comprobarlo en el Cerro Rico de Potosí, donde no tuvo que pelearse con cientos de periodistas. Allí no había ningún enviado especial porque aquello no es un drama. Es vida lenta, como la de las rocas que extraen. Y es que esos niños no saben dar espectáculo a los periodistas caranchos. Todo es más fácil cuando la niña Omaira queda atrapada en el lodo volcánico con el cadáver de su madre en los pies. O cuando secuestran a un concejal de pueblo y le dan 48 horas de vida. El suspense es lo que hace que sus vidas, mejor dicho, sus muertes, tengan más trascendencia que otras mil muertes iguales. El feliz desenlace del rescate chileno provocará la pronta retirada de los francotiradores. No hay más héroes, víctimas, verdugos. No hay más carroña, si exceptuamos el morbo del triángulo amoroso del minero infiel, puro culebrón chileno. Y me pregunto yo si para un día que levanto la mirada de esta ciudad no me he vuelto un carancho más".
3. Álber Vázquez, agudo espectador: "Desde el 12-1 a Malta, no me emocionaba tanto. Eso sí, a partir del vigésimo quinto minero la cosa decae un poco".
4. Cuando el presidente de Chile y la comitiva de autoridades se presentaron en la mina al calor de los focos, cuando se encendió el arrebato de patriotismo y el vuelo de banderas, no sé si alguien les preguntó qué fallaba en la patria maravillosa para que 33 mineros hubieran quedado enterrados sin posibilidad de escape.
Por allí también apareció Evo Morales, presidente de Bolivia, como otra polilla. Uno de los mineros atrapados era boliviano. Muy bien. Bonito gesto. Le queda, entonces, un largo camino de visitas y cariños. No sé si algún periodista le preguntó, por ejemplo, por los miles de menores bolivianos que trabajan en las minas y que protestan a menudo por el absoluto desamparo en el que viven. La queja se repite entre ellos: ninguna autoridad les atiende. A nosotros nos lo dijo Abigaíl, una minera de 14 años, con una lucidez demoledora: "Se habla mucho de los derechos de los niños. Pero en Potosí esos derechos no existen. Nos maltratan. Y queremos que las autoridades nos expliquen por qué nadie protege nuestros derechos, por qué no vienen a visitar nuestras casas en la bocamina. Nosotros tenemos miedo. Pero ellos están muy ocupados".
*
El rescate de los mineros chilenos ha sido una gran historia. Había que contarla, por supuesto. Y ahora habría que rascar un poco más. Habría que sacar alguna conclusión. A mí, para empezar, se me ocurre una.
Todos esos miles de enterrados en vida, tan poco lustrosos, tan poco patrióticos, tan poco milagrosos, deberían aprender a no pudrirse de esa manera tan lenta y aburrida en el interior de las minas. Deberían padecer agonías con más suspense para que todas esas autoridades y todos esos periodistas corrieran a hacerles caso.
Lo veo claro. No habría oenegé más eficaz que Guionistas Sin Fronteras.
Publicado el 14 de octubre de 2010 a las 11:15.