Caminata por el río fósil
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No sé por qué me gusta tanto caminar orilla arriba, seguir más allá de donde se acaban las sendas, para encontrar el punto en el que nacen las aguas. Podría ser un ramalazo infantil y divertido, jugar a ser Speke, Burton, Stanley o Livingstone, pero creo que es porque me fascinan esos empeños tan concienzudos como un poco absurdos de medir el mundo (el milímetro exacto en el que está Roncal, los tres puntos que constituyen el verdadero fondo de un gigantesco salar en el interior achicharrado de Australia, la cuadrícula trazada sobre un continente aún sin explorar), esos empeños geográficos, científicos, racionales, de fijar certezas donde todo es ambiguo por definición.
Por ejemplo: el río que ayer remonté hasta su origen nace en esta covacha... sólo cuando nace en esta covacha.
Me han encargado un reportaje sobre la cascada en la que nace un río famoso. Pero pensé que el río no nace en la cascada: antes de dar el salto, baja por una ladera suave, sin apenas elevación, y decidí remontar ese cauce hasta descubrir su origen verdadero. Así llegué a la covacha. Ayer no salía de ella ni una gota y los primeros kilómetros del cauce estaban secos. Pero tiene su gracia salirse de las rutas señalizadas: ayer descubrí este precioso paseo que sube y baja por un río fósil, por la huella de caliza pulida que serpentea por la ladera como una cicatriz.
El paseo seco permite seguir cuesta abajo la corriente imaginaria hasta el mismísimo borde de un anfiteatro rocoso en el que...
...salta a un abismo de 270 metros (arriba podéis ver un mirador, con gente asomada al precipicio).
En época de lluvias y nieves, ésta es la vista desde el mirador:
(Foto: Oskar Ruiz).
La sequía también me permitió añadir otro paseo espectacular: bajé en coche al fondo del valle y caminé de nuevo orilla arriba, remontando el riachuelo que ya traía un poco de agua, al pie del circo, colándome por desfiladeros cada vez más angostos, donde el río había tallado unos meandros que parecían pistas de bobsleigh.
Y gracias a la sequía, en el tramo final pude trepar por unas gradas de roca descompuesta, por las que el río suele saltar, y alcancé la base en la que rompe la catarata de 270 metros... cuando hay catarata (arriba, en el pico de la derecha, está el mirador). Tendremos que volver en invierno.
Publicado el 20 de septiembre de 2010 a las 13:30.