Exploración de hierros y palabras
Archivado en: Escapadas, Leitzaran, Xabier Cabezón, Cuidadores de mundos
Ayer hubo un momento en que andábamos un poco despistados, sólo un poco. Xabier se paró de repente, en medio de aquella ladera boscosa del valle de Leitzarán.
-¿No notas una corriente de aire frío?
Sí, venía una brisilla desde nuestra izquierda.
-Entre esas rocas hay una galería.
Pues sí: a la izquierda, medio digeridas por las zarzas, afloraban unas rocas entre las cuales se veía una hendidura. Por allí salía una corriente fresca subterránea. Aquello era una vieja galería de extracción de hierro y, por tanto, Xabier ya sabía dónde estábamos.
Me pidió que buscara un puntito morado en su mapa de escala 1:100.000, un mapa que él mismo ha ido trazando y completando durante años, que imprimió para mí y que está plagado de puntitos de colores que señalan bocaminas, filones, ruinas de ferrerías y hornos, antiguos trazados de tren, de topónimos remotos que ha recopilado con infinita paciencia. Me costó un rato encontrar el puntito de la bocamina en la ladera por la que andábamos, pero él ya estaba situado.
Xabier sabe que no todo el mundo es capaz de orientarse por una corriente de aire fresco, así que decidió levantar un hito en esa zona del bosque, por la que nunca pasa nadie, para orientar al posible valiente que lea el futuro reportaje y se atreva a explorar esta ruta.
Para ese reportaje pedí consejo a Xabier Cabezón, posiblemente el mayor experto en el Leitzarán, y que luce su título de decimotercer cuidador de mundos.
Me llevó por una vaguada remota, a menudo abandonamos los caminos para meternos por zarzales, helechales y pinares, siguiendo los restos de un viejo trenecillo de sangre (tirado por mulas) que a principios del siglo XX bajaba hierro de unas minas y del que ya nadie sabía nada hasta que Xabier redescubrió su trazado y algunos restos de raíles, bocaminas, planos inclinados, hornos, que ayer fuimos buscando de acá para allá.
Serpenteando cuesta arriba por el bosque, enlazando restos para trazar una excursión interesante, salimos por fin a cielo abierto y coronamos Altzadi (1.019 m.). Al fondo quedan Mandoegi y Urepel.
El descenso por terreno abierto resultó más fácil. Aparecieron las pinturas blanquirrojas del GR-121 (Vuelta a Guipúzcoa), Xabier consultó algunas dudas en el GPS... y siempre nos llevaba de la mano la vieja sabiduría de los topónimos. Debíamos pasar junto a un sitio que en el mapa de Xabier aparecía con el nombre de Putretako Harria ("la roca de los buitres"). Cuando vimos a varios buitres posados en los peñascos de allá arriba, no nos quedó ninguna duda.
Me acordé otra vez del primer mapa de la historia, de los topónimos como eco de una solidaridad genética. Y saboreé la oportunidad de pasear con una de estas personas que cuidan y nombran el mundo.
Publicado el 21 de agosto de 2010 a las 11:45.